Prólogo

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Nicole P.O.V

Entré en el patio, tratando de pasar desapercibida. Había montones de estudiantes con sus padres. Mi mamá estaba registrando la multitud. ¿Buscando qué? No lo sé. Ella siempre hacía lo mismo. Buscaba personas conocidas. De no haber, se presentaba sola, y hacía alguna amistad fugaz. Esa era ella. Esa era Lilianna Stone. Gracias a Dios, yo no estaba en primer curso, ese primer día el año anterior había sido un completo asco. Es que en serio, no sabía cómo los nuevos estudiantes pueden entusiasmarse por empezar el colegio. Me daba repugnancia solo de imaginarme las tareas, las clases interminables. Lo único bueno de todo eso era el tiempo que pasaba con mi clase. Todos éramos muy unidos puesto que veníamos juntos desde que podía recordar. Esa era la verdadera razón por la que estaba allí. De pronto mi madre comenzó a criticar cuanta persona conocía y no la saludaba. En serio, le daba demasiada importancia a las cosas...

Pude ver varias caras nuevas en mi año, pero nada preocupante. Me alegraba que ya conociera a la mayoría de los estudiantes desde antes de cumplir los 9 años. Estoy segura que de no ser así, andaría sola en este colegio. No sabía lo que había pasado, pero el tiempo había hecho estragos en mis habilidades sociales. Aunque no era como si me importara.

A lo lejos pude ver a Gissel junto a Beatrice y como si fueran mi bote salvavidas me dirigí a ellas. Estaban charlando con alguna de las chicas nuevas y Rafa, uno de mis mejores amigos. O al menos eso creía yo, pero mi mamá existía solo para recordarme que mi única amiga era ella. Claro, le hacía el mismo caso que a mi perro, pero de cualquier modo tenía que aguantarle el sermón, y eso era una completa tortura medieval. Yo optaba por pretender escucharla y ella se consolaba con que yo verdaderamente interiorizaba lo que decía, o eso pensaba ella. Realmente quería a mi mamá, pero es que me irritaba un poco cuando asumía su faceta madre-sobreprotectora, lo cual era un 70% de las veces. Un porcentaje bastante alto, sip, pero tenía la esperanza de que cuando cumpliera 15 años se aflojara un poco.

-Hola, chicas- las saludé. Ellas se giraron y me dedicaron sonrisas y abrazos.

-¡Hola!-me dijo Gissel

-Esta es Emma-se giró hacia la nueva- y esta es Nicole-le dijo, presentándome.

-Hola, encantada de conocerte-le dije.

La chica era bastante pequeña. Pelo oscuro, ojos claros. Sonrisa fácil.

-Gracias, igualmente-dijo mientras se acercaba y sellábamos la presentación con un beso en la mejilla.

En ese momento mi madre se presentó a saludar a mis amigas, con una de sus sonrisas oh-mírame-abarco-todo-el-rostro. Y así como así, sostuvo una conversación de lo más agitada. Creía que iba acerca de nuevos profesores, sus familias. No me pasaron desapercibidos sus comentarios acerca de sus mamás... que no la saludaron. Ella intentó ser sutil, pero como siempre, empleaba las habilidades contrarias. En serio, tendría que enseñarle a ser tenue porque eso era una de las causas de mis vergüenzas.

-Bueno, me dio mucho gusto verlas. ¿Me la prestan unos minutos?-preguntó señalándome.

Debería estar aliviada de que por fin iba a dejar de hacerme pasar temor imaginando lo próximo que diría, pero ese comentario solo sirvió para aumentar mi desasosiego. No podía ser nada bueno...

Ella me tomó de la parte posterior del codo y me guio por medio del gentío tratando de llegar a donde fuera que me estuviera llevando. No sabía qué esperar, pero con ella no se podía adivinar nunca... jamás.

-Mamá... ¿dónde me llevas?-le pregunté, y creí que había detectado el tono de recelo de mi voz por su respuesta:

-No te voy a llevar al matadero, así que ya puedes tranquilizarte. No sé por qué siempre sospechas de mí. Eso me duele- casi le creí, pero era muy difícil hacerlo con esa cara de quiero-reírme-pero-me-aguanto.

Esto se ponía cada vez peor. Siempre que ponía rostro de inocente era porque lo que estaba a punto de suceder era malo... con 8 de 10.

Me entró en una habitación que al parecer era algo así como un salón de conferencias. Había pocas personas, pero en seguida noté entre la multitud a un muchacho alto y muy lindo. Debía tener algo así como 18 años. Para mi confusión, humillación, vergüenza, total desasosiego y completa irritación con mi madre, ella me llevó allí. Y por allí, me refiero a donde estaba el dios griego que no dejaba de hacerme babear con aquel cuerpazo. Cierto... sólo tenía trece años, pero ¿quién dijo que no podía admirar la belleza de la naturaleza humana? Cada vez estábamos más cerca de aquel chico, y mi inquietud aumentaba por nanosegundo. ¡Dios mío! ¿Qué coño hacía mi madre dirigiéndonos directamente a él? Una cosa era babear desde la distancia, pero otro totalmente distinta y humillante sería que habláramos con aquel "perfecto espécimen masculino", como muy elocuentemente Liliana lo nombró mientras nos deteníamos frente a él....

-¡Hola! Esta es mi bebé- MIERDA- De la que te hablé hace un rato- Oh. Mi. Dios. ¿Acaba de llamarme bebé frente a este divinamente guapo chico? Eso era todo. Tendría una conversación con mi madre muy muy seria, en cuanto llegara a casa. Eso se pasaba de la raya. Llamarme bebé. Frente a él. ¡A él!

Creí que mi humillación sería imposible de superar en un futuro cercano, pero cuando se trata de mi madre siempre estoy equivocada, porque superó el récord en el siguiente minuto.

-¿Me cuidas a mi niña? Tienes que prometérmelo...- dijo.

¿En qué coño estaba pensando cuando la dejé venir conmigo? Es que yo era cabeza hueca. Me pasaba lo mismo una y otra vez y no acababa de aprender. No aguantaba más vergüenza así que salí pitando de allí, y justo en ese momento me llamó:

-¡Pastelito, ven aquí! Este será tu nuevo profesor de Arte- M.I.E.R.D.A.A.A. Esa fue la gota que colmó el vaso. ¿Quién llamaba así a su hija cuando tenía 13 años? Por Dios... Y frente a mi futuro profesor, que además estaba buenísimo.

Me volteé hacia mi mamá y le brindé una mirada asesina del tipo quiero-enterrarte-a-cinco-metros-bajo-tierra cuando me di cuenta de que el chico luchaba muy, muy duro por contener la risa. Era Genial. Simplemente genial. Cada vez que me viera iba a estar pensando en algo así como "Oh, esta es la chica pastelito." Me fui de aquel lugar del demonio caminado... ¿pero, qué digo?: casi corriendo hacia al patio central donde estaban mis amigas.

En serio, ¿ese día podía ir peor? Lo dudaba seriamente.

Pero... de nuevo estaba equivocada.

Como lo estaba usualmente.

Fue a peor toda la semana, y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente después de esa.

Había pasado un mes desde el inicio de clases, y mis amigas estaban cada vez menos a mi alrededor. Siempre andaban charlando con esa tal Emma. Me estaba cabreando. Fuerte. Se suponía que eran mis amigas. Y las amigas estaban en torno a sus camaradas. No hablando con una persona que recién conocían. No con Emma. ¿Qué tenían todas con ella? Vale... Tal vez estaba exagerando. Ellas sí estaban junto a mí, pero a menudo me ignoraban para dirigirse a ella. No entendía qué tenía de grandioso.

Así que decidí ignorarla.

Forgotten TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora