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— Yuuji...¡Yuuji!

— Ya vuelvo, Megumi...¡oye, no me sigas!

Yuuji finalmente bufó y detuvo abruptamente su caminata rápida que ya comenzaba a ser un trote ligero cuando se percató de que Megumi lo estaba siguiendo; hacía apenas unas horas que había logrado dar con el rumbo correcto y, aliviado como jamás se había sentido en su vida reconoció el sendero que lo conduciría al sector del bosque donde se sabía seguro; por supuesto, desvió un poco el camino intentando no perderse de nuevo para que su trayecto no fuese tan obvio, pero lo hizo con más tiempo y paciencia apenas se dio cuenta de que el zorro no lo seguía.

¿Qué había sido aquella otra presencia detrás suyo? Le generaba curiosidad pero agradecía no haber estado allí para averiguarlo.

Había intentado disimular lo más que había podido su nerviosismo al llegar con los demás inventando una excusa por su ausencia; sólo Megumi había sabido sobre su viaje hacia el otro lado del río en busca de las fresas por lo que tampoco tuvo que extenderse demasiado en explicaciones que probablemente lo iban a terminar delatando.

Sin embargo, Megumi no sólo había sabido cuál iba a ser su destino aquella tarde sino que también se había dado cuenta de que algo malo le había sucedido; también había disimulado enormemente sus intentos por sonsacarle algo de información mientras Yuuji intentaba alejarse de él, un tanto fastidiado ya.

Cuando Yuuji se había escabullido y Megumi lo había seguido nuevamente, se había detenido con el objetivo de pedirle que lo dejara en paz, la sensación de intranquilidad aún presente; sin embargo, Megumi no había podido detenerse a tiempo en su persecución y había terminado colisionando contra Yuuji, ambos tambaléandose en el claro del bosque.

— ¿Qué te ocurrió? Volviste pálido...y...apestas. Yuuji...ese olor...

— Shhh, guarda silencio. No quiero que alguien más te oiga y se alarme.

Megumi lo observó con el ceño fruncido pero los ojos enormes, la preocupación, la confusión y el miedo filtrándose por cada poro de su rostro, sus orejas oscuras hacia atrás. Por breves segundos, Yuuji lo vio olisqueando el aire a su alrededor y frunciendo la nariz, apartándose.

¿Eso es olor a...? Yuuji, dime por favor que estás bien.

— Sí, sí. ¿No me ves que estoy entero? No me preguntes cómo, pero logré correr.

— Pero estuviste tan cerca, por Dios...así que era verdad que hay zorros del otro lado del río, te dije que no tenías que ir, Yuuji, tú...

— Ya, ya...basta, ya aprendí. Con la experiencia es más que suficiente, no volveré a ir.

— ¿Cómo era?

— ¿Cómo era, qué?

— ¡El zorro!

¡No grites!

Ambos bufaron, molestos. Aún así, agacharon sus cabezas como si aquello sirviera para que sus gritos se opacaran, sus orejas atentas a cualquier sonido de alguien rondando las cercanías.

— Era...eh...¿lindo?

— De todas las formas en que podías describirlo, no me esperaba justo esa. ¿Cómo que lindo?

— Sí, sí...era muy bonito. Y suave.

— ¿Y...? Yuuji, ¿lo tocaste?

— Ajá, me dejó tocar su cola.

Yuuji sonrió y luego rió de la expresión consternada e incrédula de Megumi, su boca entreabierta sin poder agregar nada más.

— Luego salí corriendo, así que no puedo decirte mucho más.

Un zorro un tanto peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora