4° Capítulo

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-Bueno, te explicaré, yo iba pasando y te tropezaste con algo - dijo moviendo nervioso un papel- Al parecer eran unas bolsas. Tu amiga comenzó a gritar por ayuda muy desesperada y yo me acerqué a ayudarle, ya que todo el mundo miraba y nadie hacía nada.

Toqué mi cabeza - Me duele - me queje- Pero gracias, si no me hubieras ayudado quizás hubiese muerto ahí - Que soy exagerada - Bueno yo soy Camila, mucho gusto y gracias por todo.

Después de esto llegó el doctor y me dijo lo que tenia, nada grave pero debía cuidarme. Según Edward, Kat tuvo que irse porque había recibido un llamado importante y el amable se ofreció en cuidarme mientras estuviese en este lugar.

¿Qué clase de amiga es?,  que me deja con un desconocido y además estoy segura que por la culpa de ella me caí, era obvio que ella dejo las bolsas tiradas y caí. -Me las pagarás Kat, lo juro amiga mía, lo pagarás- pensé.

*

Edward se ofreció a llevarme a casa ya que estaba débil como para irme caminando o en colectivo, además como había venido con Kat no andaba con mi auto.

Me sorprendió que este chico fuese tan amable, lindo y sencillo. Inspiraba serenidad y a la vez me causaba intriga, aparentaba ser muy bueno, pero debe de tener algo ya que no todos son tan perfectos. Por ahora no tenia ánimos en pensar o deducir su vida, me sentía bastante agotada como para cuestionarme sobre el.

Accedi a que me llebase a casa, en el camino hablamos sobre como toda la gente se me quedaba mirando y no ayudaban.

-Yo había ido a comprar un traje - me explicó cuando le pregunte que hacia en ese lugar - pero gracias a ti no lo compré - sonrió.

-Discúlpame, no quise arruinar tus planes- de seguro tenia algún evento importante y por mi culpa no pudo comprar su traje, me sentí ¿culpable?... raro viniendo de mi.

-No te preocupes, salvar una vida es mas importante que un traje - dijo Edward, era bastante simpático y su sonrisa encantadora hacia que sintiera que ya lo conocía. 

En eso me preguntó en el lugar que vivía y le di la dirección. al cabo de 5 minutos ya habíamos llegado a mi hogar. 

Al acercarnos observe la casa desde la ventanilla del auto con las esperanzas que las luces estuviesen prendidas o que al menos se notara que alguien más que la soledad estaba dentro.

- Es por aquí, la casa blanca- dije señalándola, era una de las más lujosas del barrio.

-Entonces creo que llegamos - salio rápidamente del auto y antes que me diera cuenta me había abierto la puerta para bajar, que tierno - señorita Caídas- dijo haciendo reverencia - llegamos a su palacio anti resbaladas. 

-Pero que caballero Sir Salvador - me incline y reí con el, lo cual hizo que me diera un dolor horrible pero soportable en la cabeza.
Caminé  hacia la puerta y pude notar que Ed me seguia y pare en la puerta

-Muchas gracias, si no me habrías ayudado- hice una pausa para respirar- nadie más lo habría hecho y no exagero, la gente no es muy amable que digamos y me incluyo. 

- De nada, no te preocupes -rió - Estoy a sus servicios - se rasco la cabeza - Me preguntaba, si... ¿Te gustaría salir algún día conmigo a tomar un helado y distraerte un poco?

Lo miré sorprendida y me dio risa cuando lo vi que estaba rojo, de vergüenza. Generalmente diría que no ya que en el Liceo no dejo que nadie se me acerque y pobre del que invitara a salir porque terminaba siempre humillado.

-Si claro, me encantaría tomar un helado contigo - le sonreí calidamente.

-Entonces mañana paso por ti- Sonrió de lado y quede embobada con su sonrisa. 

Me Enamoré De Un Cristiano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora