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—Esperaba que mi hijo estuviera aquí para que saliera contigo —dice la amable madre de Myung Soo, tomando con suavidad la mano de Sung Kyu por encima de la mesa—. Discúlpalo, por favor. Surgió un problema en la empresa y tuvo que viajar a China. Quería decírtelo él mismo, pero estabas durmiendo y no quiso despertarte.

—No se preocupe, señora Kim. Estoy totalmente consciente de que Myung Soo es un hombre muy ocupado —responde con una simpática sonrisa.

La mujer también sonríe y sus facciones se suavizan antes de volver a tomar sus cubiertos para seguir comiendo.

—Eres tan gentil y educado. Me alegra tanto que tus padres hayan aceptado este matrimonio.

Sung Kyu la escucha, pero no puede evitar sentir una extraña presión sobre sus hombros. Está de acuerdo en que esa unión es demasiado importante para sus familias y en que esos arreglos se han llevado a cabo de generación en generación, sin embargo, muy en el fondo, no está por completo seguro si es algo que desea. Ingenuamente, llegó a albergar la ilusión de que se enamoraría y se casaría con el hombre de sus sueños. Myung Soo es atractivo, inteligente y cortés, pero ni con todas las cualidades que posee se acerca un poco a su tipo de hombre ideal.

—Sé que te prometió que saldrían a pasear por la ciudad, pero no quiso decepcionarte y, le ha pedido a su mejor amigo que sea tu guía. ¿Qué dices? —prosigue la mujer, mirándolo a los ojos.

—¿Su mejor amigo?

—Sí. Él es un joven dulce y guapo. Conocemos a su familia desde hace tiempo. Estoy segura de que la pasarás bien. Él vendrá a recogerte por la tarde; he preparado un pequeño itinerario para ustedes.

—Es muy amable de su parte, pero, no es necesario que se tomen tantas molestias por mí...

—No digas tonterías, Kyu. Eres el futuro esposo de mi único hijo. Quiero que te sientas bien y que no te aburras en esta enorme casa. Es más, ¿qué te parece si el chofer te lleva a mi tienda favorita para que te compres algo de ropa? Tal vez quieras quedarte durante más tiempo y te hará falta —sugiere con emoción, aunque Sung Kyu no está muy seguro de ello, pero tampoco quiere rechazar sus buenas intenciones, puesto que la mujer se parece tanto a su propia madre.

—Está bien —acepta al fin, porque, después de todo, se ha quedado en la ciudad para conocerla.

—Muchas gracias por su compra —dice la joven y amable mujer una vez que le entrega la bolsa a Sung Kyu.

Después de que le pidió al chofer que lo dejara en la plaza comercial, decidió entrar a un local donde exhiben ropa casual, justo como la que viste normalmente. Ha comprado un par de camisas; una para su prometido y otra para él, esperando haber escogido la talla correcta. Realmente no la sabe y fue un poco descuidado de su parte el no haberle preguntado a la señora Kim esa mañana cuando desayunaron juntos, aunque tampoco quiso molestarla con mensajes de texto ni nasa por el estilo.

Suspirando, se dirige a las escaleras eléctricas para descender e ir a la cafetería en el primer piso. Cuando llega, pide un capuchino para llevar y paga con la tarjeta que le ha dado su futura suegra. Ella insistió en que la utilizara y Sung Kyu no pudo negarse.

Al salir, una tienda de instrumentos musicales llama mucho su atención y, cuando da un par de pasos hacia allá, un joven tropieza con él y le tira el café encima, manchando sus zapatos y sus vaqueros deslavados.

—Lo siento tanto —dice el muchacho que ha provocado aquello, atrayendo la mirada molesta de Sung Kyu, sin embargo, al momento de que sus ojos se cruzan, el enfado que de pronto ha brotado de su pecho se desvanece—. Soy un verdadero idiota. Por favor, déjame ayudarte —le pide, pero parece que el habla de Kim también se ha ido.

El hombre es tan apuesto y caballeroso que, si no fuera porque Sung Kyu está comprometido, estuviera averiguando ya si es que le agradan los chicos por sobre las chicas.

—No te preocupes, no es nada. Yo me distraje. No es tu culpa —logra decir, intentando excusarlo, pero el muchacho saca un pañuelo de su bolsillo y se lo ofrece.

—Por supuesto que es mi culpa. Estaba distraído con el móvil y no te vi —le hace saber, tomando la bolsa que Sung Kyu ha dejado caer al suelo. Y entonces mira el enrojecimiento en su mano—. ¡Por dios! Te has quemado. Te llevaré de inmediato al hospital.

—No. Estoy bien, en serio.

—No, no estás bien. Debes ser atendido de inmediato.

Y ese joven lo sujeta de un brazo y tira de él hasta la salida, llevándolo en dirección a donde están estacionadas las motocicletas. Sung Kyu lo mira sacar unas llaves de su bolsillo y entonces se pone nervioso.

—¿Qué haces? —pregunta Sung Kyu un tanto alarmado.

—Llevarte al hospital. Iremos en mi motocicleta.

—Oh, no. Yo jamás he subido a una y esta no será la primera vez.

—No te asustes; soy muy cuidadoso.

Sung Kyu traga saliva y aunque en su mente la palabra 'no' se repite con insistencia, al final acepta mientras asiente despacio, pues la mirada de ese hombre está tan llena de seguridad, que no le da ni tiempo de pensar en cualquier otro escenario.

—De acuerdo —dice, casi titubeante y permitiendo que el muchacho le coloque el casco antes de subir. Sung Kyu traga saliva y deja su bolsa en la canasta.

—Vamos —dice el joven desconocido con una simpática sonrisa. Kim asiente y se acomoda tras él, rodeando su cintura con ambos brazos y aferrándose con todas sus fuerzas.

En segundos, el motor empieza a rugir y, antes de que Sung Kyu pueda darse cuenta, se han puesto en marcha por la autopista a una velocidad que nunca ha experimentado, llevando su corazón a límites que no había sentido jamás.

—Estará bien en un día o dos. No es nada grave —asegura la amable doctora que ha atendido a Sung Kyu.

Le ha aplicado un ungüento y le ha vendado la mano.

—Qué bueno. En serio me preocupé —dice el joven dueño de la motocicleta antes de suspirar de alivio.

—Ya puedes llevar a tu novio a casa, Hyunnie —le hace saber la simpática mujer, anotando unas cosas más en su receta médica. Y las mejillas de Sung Kyu enrojecen de golpe al escucharla.

—Él no es mi novio, aunque... —empieza a decir, con una pícara sonrisa flotando en sus labios—, realmente me gustaría uno como él —apunta, guiñándole un ojo a Sung Kyu y haciendo que su corazón se salte varios latidos.

—Bueno, tal vez tengas una oportunidad —le susurra la doctora al oído poco antes de retirarse.

Ella le ha dado a Sung Kyu su receta y un par de medicamentos, los cuales guarda en la misma bolsa donde están las camisas que ha comprado, y luego se pone de pie para dirigirse a la salida del consultorio.

—Disculpa por las molestias y gracias. De verdad —dice, evitando mirar al joven a los ojos. Se siente tan avergonzado en su presencia, que lo único que desea es huir de ahí y no volver a verlo. Sin embargo, no da ni dos pasos fuera de la habitación, cuando el otro muchacho le sujeta de un hombro.

—Espera. Déjame llevarte a tu casa —dice y Sung Kyu niega con la cabeza.

—No es necesario. Puedo tomar un taxi hasta allá.

—Por favor. Al menos deja que me asegure de que has llegado bien.

Y Sung Kyu se muerde los labios con nerviosismo por unos segundos, porque quiere decir que sí; quiere decirle al apuesto hombre que lo acompañe a donde quiera, pero el rostro de Myung Soo en su mente le dice que no debe hacerlo y su fuerza de voluntad termina por hacerlo entrar en razón.

—No. Muchas gracias. Prefiero ir a casa yo solo —le aclara, y la decepción en el rostro del otro le provoca un nudo en el estómago.

Sung Kyu sale del cuarto y el atractivo joven dueño de la motocicleta lo ve caminar por el largo pasillo hasta la salida del hospital, donde lo ve perderse en la acera de enfrente cuando Kim detiene un taxi y lo aborda. Y no puede evitar suspirar, porque ni siquiera pudo preguntarle su nombre y tampoco sabe si será capaz de verlo otra vez.

Hush | WooGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora