La pintura torcida

485 63 15
                                    

—No... no es eso. Eres perfecto TaeYong, por donde quiera que te mire. Bésame —rogó aquellas últimas palabras volviendo a preguntarse lo mismo ¿Qué era lo que lo estaba haciendo perder la cordura? El rubio se acercó a sus labios cumpliendo a su petición y sin dejar de mover sus caderas tomó al escritor del cabello para tomar firmeza y seguir con el ritmo. A TaeYong le gustaba follar como una bestia.

—A mi culo le gusta tu polla Jung —dijo vulgarmente para levantarse haciendo que el miembro salga completamente de él. Se separó un poco, pero los ojos de JaeHyun, que proporcionaban un cierto brillo especial, vieron la intención del chico. TaeYong estaba apoyado sobre sus manos y sus rodillas flexionadas en la cama dejando expuesto su trasero y toda aquella parte íntima. El pelinegro no dudó en lo que iba a hacer, rápidamente se posicionó detrás del joven y entró en él de forma sexual, de forma erótica o como se denominara.

—¿Conoce las historias? —preguntó el gerente Kim antes de entregarle la llave—. Ya sabe, lo que le nombré empezó desde aquel suicidio en 1913 un empresario de renombre se quitó la vida, sumando los cinco hombres y dos mujeres saltando por la única ventana de la habitación. Las tres mujeres muertas por sobredosis, uno ahorcado en el armario y lo más extraño... muertos por asfixia erótica, desangramiento de genitales, mutilación y demás.

—Usted me cuenta esto para que sienta miedo, ¿verdad? Créame que si yo estaría decidido a quitarme la vida no lo haría en un burdel. Por favor Kim, ¿podemos proceder? —indicó JaeHyun apurado.

—Vuelvo a pedirle que se retracte ante la decisión que ha tomado Sr. Jung.

—¡Pero señor! —expresó con una carcajada— Usted parece conocer bastante bien aquella habitación. ¿Cuántas veces a entrado? ¿Unas cien? ¿Doscientas veces? Pues lo veo vivito y coleando no creo que le haya afectado demasiado.

—Nunca he permanecido por mucho tiempo, pero está bien. Veo que no puedo ir en contra de su persistencia. Recuerde esto: no se va a encontrar a ningún fantasma, o espíritu, como hablan las curiosas lenguas de por ahí. No, no espere eso Jung, al contrario; espere vivir el mismísimo mal allí dentro, algo que no puedo explicarle bien...

—Y qué delicioso mal —susurró JaeHyun para apresurar sus movimientos mientras con su mano se atrevía a pegarle de lleno en una de las nalgas del rubio incluso dejando una leve marca en aquella piel lechosa.

—JaeHyun... ¡Ah...! —gemía fuertemente TaeYong; haciéndole saber al otro el placer que le brindaba con cada estocada, con cada penetración—. Tócame... por favor.

El chico le indicó que su falo necesitaba atención también; comprendiendo JaeHyun bajó su mano más hábil por la zona de su cadera rozando aquella piel y lo masturbó como le había pedido. El escritor levantó su vista, no había presencia de los lobos, ni de nada extraño o eso pensó en ese momento. Como había descrito al principio, la habitación contaba con dos pequeños cuartos, además del baño, la parte donde estaban ellos teniendo sexo arriba de la cama, por supuesto, y frente a la misma: la recepción donde yacía un sillón, una mesilla, un pequeño bar, un teléfono, el mapa de evacuación y varias pinturas. Cuando el escritor había ingresado solo notó la anomalía en la inclinación de la puerta; pero ahora los cuadros frente a sus ojos también tenían una inclinación hacia la izquierda. ¿Quién los había movido, si cuando entró estaban bien colocados? Ese retrato que se estaba en línea recta a donde él se encontraba, parecía una pintura antigua que expresaba mediante el óleo sobre el lienzo una mujer de cabellos dorados y labios finos pintados de rojo, ojos pequeños y cejas bien marcadas. Al parecer estaba inspirado en los años veinte ya que traía puesto un gran vestido de color verde esmeralda, un cáliz y un teléfono estilo francés . Y para no ser menos; la mujer parecía verlos, observarlos con detenimiento. JaeHyun sintió aquella vigilancia y no solo por ese cuadro barato y antiguo, sino de los demás cuadros que rodeaban la recepción. Recordó el que tenía a sus espaldas: la pintura del barco que también, para su sorpresa, estaba torcida hacia la izquierda.

—¡Mierda! —gritó con enfado, pero TaeYong no le dio mucha importancia. El rubio se movió buscando un contacto más profundo. Después de haber pegado una ojeada al cuadro del barco y el naufragio; volvió a mirar el de la mujer y éste había cambiado. La mujer ahora lucía un aspecto distinto: era su ex novia. Su cabello había cambiado a un color rojizo, las pestañas se habían alargado porque sus ojos habían disminuido en tamaño junto a su nariz que se había vuelto puntiaguda justo como lo tenía ella. Como la recordaba.

El escritor se separó del rubio porque no podía seguir follándolo frente a la entretenida mirada de aquella persona tan importante en su vida, o por lo menos en algún momento lo fue.

—¿Por qué te detuviste amor?

—No puedo seguir, me marcho de aquí

—Mírame a los ojos JaeHyun —pidió— te he dicho al comienzo que puedo ser quien tú más lo desees ¿no es verdad?

TaeYong tomó con ambas manos la cara del escritor, impidiéndole de alguna forma su escape. Acercó sus labios para besarlo con suavidad, sin ninguna pizca de salvajismo. JaeHyun entrecerró sus ojos dejándose llevar por aquella gustación. De repente el beso tomó un ritmo distinto; el pelinegro abrió un poco su boca para permitirle al otro que juguetee con su lengua. Sin embargo, JaeHyun quería parar. Quería que todo se detuviera.

—¡Basta TaeYong!— Se separó y gritó.

—¿Quién es TaeYong? —pronunció una figura femenina. JaeHyun abrió sus ojos con sorpresa, se rascó la cabeza confundido, su respiración estaba alterada porque todo a su alrededor simulaba ser una locura. Su ex novia debería estar muerta, porque eso había ocurrido.
Era muy joven cuando la conoció en su país natal, habían sido vecinos por mucho tiempo hasta que ella se marchó a América. No obstante, por algo denominado hormonas adolescentes, él la persiguió viajando al otro continente donde se reencontraron y se enamoraron estableciendo una relación. Todo había sido muy linda hasta el día en el que ella murió en un accidente automovilístico. JaeHyun tuvo que aprender, a partir de ese día, en dejar de creer, dejar de mirar al cielo y darle gracias a lo que estaba allí arriba por el día nuevo que le era regalado o por el valor de las cosas. El escritor por causa de esa perdida, juró no importarle mucho el valor a la vida ya que, de alguna forma, la suya se había ido con la de ella.

—No, tú estas... ¡tú no estás! —habló el pelinegro para levantarse y así irse de aquella maldita habitación. JaeHyun sintió un toque y unos brazos que lo sostenían. Ella lo estaba abrazando.

No pudo describir en qué momento se rindió tan fácilmente. Él, completamente perdido, ahora estaba enterrándose en ella, haciéndole el amor como se lo hacía cuando estaban juntos: cuando ella vivía y él también. Pero esto no era así y la habitación se lo hizo saber. Mientras el escritor pasaba sus manos recorriendo el cuerpo de aquella bella mujer, algo se tornó pegajoso. Miró y sobre la piel había algo que resaltaba sobre el pálido color, algo horrible de ver: nada más ni nada menos que sangre.

—JaeHyun ¿acaso me prefieres así? —preguntó la entidad o lo que fuera que era esa cosa completamente desconocida y aún así el escritor no supo qué responder. Observó sus manos llenas de sangre, al igual que la cama y el cuerpo frente suyo, ¿por qué era víctima de todo eso? Formuló en su mente dañada.

JaeHyun se levantó con furia sin importarle mucho su desnudez y se dirigió rápidamente a la puerta que daba al pasillo con intención de salir. Tomó la manija para abrirla, pero estaba bloqueada cómo si estuviera cerrada con llave, por su parte él no había puesto ningún seguro.

—¡Vamos maldito Kim, déjame salir de una puta vez! —maldijo en voz alta pensando que del otro lado de la puerta alguien lo escucharía y haría caso a su petición. Ya se había cansado del juego sucio y despistado del dueño del burdel y toda las escenas montadas dentro de aquella habitación del infierno. JaeHyun golpeó la puerta con sus manos, para llamar la atención de alguien, alguien inexistente; porque nadie lo ayudaría. Ya había quedado en el olvido.

Miró al costado de la puerta y sobre la pared el plano de evacuación. El resto de las habitaciones se habían esfumado, sobre aquel papel figuraba un cuadrado que decía "usted está aquí" y alrededor de éste el mismísimo vacío. JaeHyun parecía aislado, encarcelado sin derecho a irse a ninguna parte porque la habitación lo había tomado como rehén.

—JaeHyun, ¿por qué no seguimos jugando? —preguntó TaeYong por detrás de él. 

HABITACIÓN 1408 - JaeYongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora