Capítulo Uno

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Hopper dejó una bolsa de hamburguesas en la mesa amarilla.

Sus llaves solo sonaron segundos efímeros antes de que se fuera en su gran camioneta Chevrolet y prendiera un cigarrillo en el camino.

Jane sonrió al sentir un fuerte olor a carne grasosa y colonia varonil rodeando cada esquina.

Jim no se la rociaba muy a menudo.

—¿Él ya está con la mamá de Will oficialmente? —un rojo cabello se asomó en la sala.

Y no era un secreto descubrir la respuesta a tal pregunta.

Los adultos compartían una extraña mirada entre sí cuando estaban juntos, esa que Maxine le había comentado semanas atrás y de la que se habían tardado un largo día en discutir.

—Ellos tienen citas —Max asintió abriendo la bolsa plástica de par en par, hizo una mueca —un restaurante.

Las maderas en la cabaña chirriaron un poco, ardillas saltando sobre el tejado.

—Espero que no la lleve a este —las pecas se arrugaron al apuntar la marca de comida rápida —Creo que es uno del centro comercial, mañana deberíamos ir a probar algo muy asqueroso.

Risas suaves.

Eleven asintió con gran emoción.

La tarde era prometedora cuando no había un adulto rondando en las paredes de caoba oscura.

Podían hablar de cosas privadas sin bajar la voz, hablar de temas femeninos que estaban fastidiando las ilustres vacaciones de ambas adolescentes.

Una de ellas, y la más desastrosa de la lista, era Mike Wheeler, un enorme y larguirucho problema que no cerraba la boca ni un solo segundo, como Maxine Mayfield lo llamaba cada que se mencionaba el nombre.

Espiar a los degenerados niños sentados en el sótano, comiendo e ignorando al silencioso Will Byers con un largo traje morado, se había vuelto una rutina nada divertida para pasar el rato juntas.

Fue así que Maxine, y su gran ingenio proactivo, iluminó este día al crear un lindo tablero con deformes trozos de papel que tenían escritos distintos nombres al azar, distintos personajes que podrían espiar.

La risa de Maxine fue nerviosa y ansiosa cuando estaban sobre el colchón.

—Mierda, no puedo creer que estemos haciendo esto —dijo tapando el plumón negro y jugando con él entre sus dedos —¿Lista?

Sus ojos azules la observaron.

Invadir la privacidad parecía ser un juego realmente agradable.

Jane sonrió y asintió.

—Lista.

La vacía botella de vidrio sonó cuando Jane la giró suavemente.

La radio aún tocaba la misma pista pop de fondo cuando el pico de la botella se inmovilizó repentinamente, apuntó un nombre en específico.

Ambos pares de ojos se observaron con sorna.

El papel amarillo tenía escrito un “Señor Wheleer” muy cerca del centro.

—Aburrido —Max rodó sus profundos ojos con fastidio.

La misión sería mucho más divertida si espiaban a una maldita piedra estancada en el bosque.

Eleven regresó su mirada al papel con tinta.

—Sí, aburrido —no esperó más indicaciones, la quijada de Maxine apuntaba a la botella con insistencia.

Si escuchas gritos felices... (Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora