Un día asqueroso

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Yuri golpeó con su puño el muro que rodeaba la pista, mientras tomaba sus guardas en un arrebato. Estaba cansando, por alguna extraña razón en la práctica del día no había podido clavar ninguno de sus saltos, y empeoraba todo tener que haber escuchado los sermones de Yakov. Salió de la pista maldiciendo a cada paso que daba cada error que había cometido ese día, para posteriormente cambiarse lo más rápido posible y abandonar el centro de entrenamientos sin tener que encontrarse con alguno de sus odiosos compañeros.

Ahí estaba, un pequeño Yuri con 12 años, caminando por las frías y poco transitadas calles de Moscú, solo, con la cabeza gacha y la gorra de una sudadera un poco desgastada para ocultar su desordenado cabello. Caminaba repasando sus errores para no volver a cometerlos, cuando un pequeño crujido tras de el lo sorprendió sacándolo de sus pensamientos, el ruido provenía de uno de estrechos callejones que se hacían entre los edificios y casas, que normalmente la gente utilizaba para hacer depósitos de basura. Yuri en estado de alerta estuvo dispuesto a acelerar su andanza por si podía tratarse de algún vagabundo, o borracho escondido de entre las bolsas con desperdicios. Pero, al echar un pequeño vistazo al callejón, y no ver señal de vida humana alguna, su curiosidad creció por  averiguar de que se trataba. Así que siguió el ruido, dando pequeños pasos al irse acercando, por si tenía que salir corriendo de último momento, ya que si no se trataba de una persona, podría tratarse de algún animal nocivo.

Camino discretamente, averiguando con la mirada alguna fuente de origen para aquel crujir, de puntillas e inclinándose un poco para observar mejor, encontró entre varias pilas de cajas amontonadas en la parte de atrás de uno de los contenedores, que el sonidillo provenía de una que se encontraba cubierta por una pequeña manta roja a cuadros, con mucha curiosidad y miedo se dispuso a destaparla y mirar un poco. Por lo que tomo algo de distancia, alejando parcialmente de su cuerpo de lo que fuera a encontrar, y se preparo para abrirla.

--Ok 1... 2... 3...--

--Mew--

Yuri salto asustado ante el pequeño maullido y ojos verdes que saltaron de entre el cartón.

--Demonios--

Soltó una risilla nerviosa y burlona hacia si mismo, y se acerco nuevamente al objeto, encontrándose con algo que le cambiaría la vida. Se trataba de un gatito, de un pelaje blanco en el cuerpo y una carita gris, algo manchado por la tierra y mugre del lugar.

--Que susto me has dado-- Yuri se rio nuevamente de el mismo, mientras que con un dedo acariciaba la pequeña cabeza del animal, que le correspondió el cariño a Yuri con un tierno ronroneo.

El pequeño, parecía tener apenas unas semanas de nacido, pues apenas caminaba y movía sus patitas para jugar con los dedos de Yuri.  Y Yuri recordando que su abuelo no le dejaría tener mascotas en casa, trató de auto engañarse, pues no tenía tiempo para cuidar de una mascota, más cuando le prometió a Viktor ganar sin cuádruples para que le coreografiara un programa. Así que con un nudo en la garganta, tapo de nuevo la caja y se alejo despidiéndose.

--Lo siento, no puedes estar conmigo, los chicos solitarios como nosotros debemos aprender a ser fuertes y a no depender de nadie, suerte amiguito--

Dijo Yuri, mientras empezaba a correr de vuelta a casa, tratándose de olvidar de lo que había pasado, después de todo el era el tigre de Rusia, la promesa del patinaje tan solo estando en Junior, y un niño malo. Y los chicos fuertes como el no podían permitirse ponerse tristes. Aunque, eso no le evitaba dejar de sentir ese sentimiento familiar, de cuando más pequeño perdió a su madre. --¿También se sentirá solo?... No, no, no, no piense en eso Yuri Plisetski, los malos sentimientos solo te distraerán--. Se repetía a si mismo, mientras se detenía en la puerta de su hogar


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