Me atrevo a decir que dentro de los laberintos inertes que pudiste ver en tus visitas despersonalizadas, se encuentran los escondites más inusuales en los que me anego cuando me oculto de mi mismo y ni siquiera soy consciente de estar ahí dentro. He de decir también, que has conocido los peores pasillos de ese cuarto sinuoso, los más lóbregos e inútiles. Tal vez recorriste tanto de mí, que hasta lograste entenderme mejor que yo -si es que se entiende un alma pobre-. Pero lo más interesante sin dudas es que, a pesar de saber que los muros siempre fueron bajos y podías haberlos saltado sin ninguna complicación, elegiste recorrerlos, iluminándolos y dejando los mismos temores, ahora teñidos con tus colores sin color.