Capítulo 2: Sus palabras en su contra.

437 59 4
                                    


Habían pasado unas cuantas semanas desde que ambos hablaron por primera vez, y siguieron viéndose en clases. Salían e iban al parque, como la primera vez, a tomar té. Luego comenzaron a caminar por el centro, aunque para Sakura era realmente difícil saber qué le pasaba a él por la cabeza. No hablaba mucho ni de sí mismo ni de su familia, pero ella tenía la increíble capacidad para saber cómo se sentía él sin que lo dijera. Podía ver un reflejo de su alma y lo encontraba fascinante. Lo que más le gustaba de él era que podía hablarle mucho y no la interrumpiría. Podía contarle cualquier cosa que quisiera y él no la juzgaría, ni le haría preguntas extrañas, ni tampoco se interesaba por su lado familiar ni la ocupación de su padre, ni ninguna cosa de esas. Sakura podía ser realmente ella, porque sabía viendo sus ojos oscuros y llenos de soledad que él había vivido cosas que le hacían aceptarla como fuera.

Estar con él para ella era una de las cosas más auténticas que tenía, aunque no supiera quién era realmente él ni por qué la había conocido.

Poco a poco Sasuke fue enterándose de quién era Sakura con cada vez más profundidad, y realmente la encontraba muy interesante. Ella era mucho más cautivante de lo que él habría pensado que la hija de un político sería. Cuando ella le dijo que próximamente iría a cierto centro comunitario de rehabilitación y le preguntó si le gustaría acompañarla, él aceptó. En un principio creyó que todo era parte de las órdenes de su padre: Pasar tiempo con ella y ganar su confianza... pero en algún punto de todo ello Sasuke realmente, aunque no lo admitiera, perdió de vista el objetivo principal de todo y quiso acompañarla. Es que rayos... ella se sentía tan bien. Era una luz en medio de la mierda que siempre había respirado, era como haber pasado minutos bajo el agua y nadar a la superficie desesperadamente, inhalando aire y llenando sus pulmones. Solamente que en este caso no eran pulmones lo que él llenaba, sino un hueco oscuro y desahuciado llamado corazón.

—Vamos, Sasuke-kun. Queda cerca, apresúrate —le pedía ella mientras caminaban por aquellas calles desérticas de la ciudad.

No era la mejor zona de Tokio. La verdad ya se habían apartado bastante de la zona más poblada y circulada. Él había ido algunas veces a esos lugares, pero nunca con el fin que ella le había propuesto. Algunos hombres de aspecto criminal de los alrededores miraban a Sakura con expresiones inapropiadas que ella ignoraba bastante, pero luego clavaban los ojos en Sasuke y se apartaban. Muchos lo reconocían, otros simplemente le tenían miedo. Olían lo que Sasuke era capaz de hacer porque estaban hechos de la misma madera. Eran distintos muebles, pero la misma madera al fin y al cabo.

—¿Cómo es que vienes seguido aquí sin protección ? —le preguntó él, que no hacía el esfuerzo en apurarse y la obligaba a alentar el paso.

—Me costó bastante convencer a mi padre de que no necesito guardaespaldas. No puedo trabajar tranquila con drogadictos en rehabilitación, con esos tipos detrás de mí. Nunca me pasó nada, tampoco traigo muchas cosas que puedan robarme a este lugar... —respondió ella, mirándolo.

Sasuke sacudió la cabeza en silencio y se echó un pequeño suspiro, indignado ante su despreocupación. Lo que ellos menos querían hacer con ella era robarle...

La verdad es que era muy difícil darse cuenta que ella era la hija de un político como Kizashi y que tenía una familia en tan buena posición económica y social. Usaba ropa común, no pretendía resaltar con nada. Ni siquiera tenía automóvil propio. Se había encargado de usar los "poderes" de su padre para el bien, apoyándolo en su campaña de seguridad, de salud, en contra de las drogas, criminales, mafia y corrupción. Ella usaba la influencia de su padre para acceder a cualquier centro de salud privilegiado de la gran ciudad y negociar qué estaban en condiciones de donar a otros lugares más carentes de recursos, y hacía lo mismo con corporaciones de comida. También sabía los lugares donde más se vendía droga y por ende donde necesitaban más ayuda. Ella no tenía la capacidad de erradicarlos, pero sí se ofrecía de voluntaria donde fuera que la necesitaran. Su padre había fundado lugares que trataban de proteger a los chicos de menores recursos de las perversiones callejeras: Los acogían y les daban educación, procuraban alejarlos de malas compañías y les enseñaban posibilidades y un futuro. Lamentablemente había otros lugares, como al que Sakura se dirigía, que solamente tomaba aquellos chiquillos perdidos que necesitaban atención urgente pero no podían pagarla en un hospital, ni internarse por sus propios medios en un centro de rehabilitación. Muy poca gente estaba dispuesta a dar tiempo de sí para este tipo de cosas. Sakura era una de ellas.

El hombre que nacióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora