Capítulo 4 (final): Libertad.

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Era la madrugada cuando Sakura poco a poco abría sus ojos. La cabeza le dolía un poco, pero estaba bien. Reconoció su cuarto en cuanto despertó, y no tardó muchos segundos en recordar lo que había pasado en la noche. Se sentó sobre la cama, sobresaltada, y creyó que estaba soñando cuando vio a Sasuke de espaldas sentado al pie de la misma.

Sakura se observó rápidamente a sí misma y estaba en perfectas condiciones, vestida tal y como estuvo todo el día anterior. Sasuke la había llevado a su cuarto por una puerta trasera con cautela, entrando sigilosamente por el balcón. Tenía suerte de que su cuarto estuviese en la planta baja. Nunca había entrado a su casa, pero los primeros días averiguó todo sobre su estructura edilicia. Sakura no podía mentir en su interior. Realmente estaba sorprendida de estar en su cuarto y no en otro lugar, y que él estuviera ahí. 

La luna era lo único que iluminaba el cuarto. Todo estaba a oscuras y la ventana abierta la había enfriado. Ella estaba tapada con frazadas cuando despertó, y las movió a un lado al verlo.

—¿Sasuke...? —le preguntó, un poco atónita y confundida todavía. Él viró sutilmente su perfil, mirándola de reojo. Su mirada estaba ensombrecida, no tanto por la oscuridad del cuarto sino por la de su corazón.

—Solamente te drogué para que los que nos seguían por órdenes de mi padre no creyeran que había traicionado al clan. No podía dejar que dudaran. Jamás quise hacerte daño.

—Sasuke... tú... —susurró Sakura, pero ninguna palabra pudo salir.

Él la miró unos segundos y luego suspiró, cerrando sus ojos, intentando encontrar las  palabras correctas.

—Me diste valor, Sakura —logró articular finalmente—. No sabía qué se sentía vivir hasta que me mostraste una parte iluminada del mundo. Nunca pensé que podría sentirme de esta manera. Nunca fui consciente de lo miserable que era hasta que te conocí.

Sakura continuaba en silencio, lo único que se escucharon por varios segundos fueron las respiraciones de ambos en medio de la oscuridad.

—Voy a irme, Sakura.

Aquello, más que una pregunta o una idea, parecía una sentencia firme e irrevocable. Sakura comenzó a sentir que el corazón le latía de nuevo y muy rápido.

—¿A dónde, a qué ciudad? —le preguntó, un poco asustada.

—Me voy de Japón.

—¿De Japón? —ella trataba de procesar lo que él le decía— ¿A dónde, qué país de Asia?

—Me voy del continente.

Sakura se alteró. Se puso de pie, mirándolo desconcertada. Pero luego se tranquilizó sola. Respiró y recordó que siempre lo supo. Ella siempre supo que eso podía pasar, algo en su interior se lo decía.

—Tú decidiste, Sasuke. Decidiste dejarlo todo... ¿entonces vas a huir? ¿Todo esto es porque yo... porque me conociste? ¿Porque ellos te ordenaron hacerme daño y no quisiste?

—Nunca habría podido decidirlo si tú hubieses sido otra persona... si no te hubiese conocido seguiría siendo el mismo criminal sanguinario que no le importa nada. Vacío, insalvable. Pero no voy a huir. Yo voy a destruir a mi clan. Cuando era niño me gustaba infiltrarme en las oficinas de mi padre, creía que si lo filmaba en secreto cuando hacía reuniones podría entender mejor cómo funcionaba todo el sistema. Me basta una de esas filmaciones que conseguí esconder de los sirvientes de la casa y mi padre, para destruirlo. Los haré caer.

—Y si te quedas caerás con ellos —Sakura comenzaba a hilar todo en su cabeza.

—Siempre pude hacerlos caer, pero nunca tuve el valor. Nunca nada me movió lo suficiente para hacerlo, Sakura. Esta vez creo que hay algo mejor, que vale la pena destruir todo lo que mis ancestros construyeron a base de sangre y crimen, porque el mundo puede ser un lugar mejor si yo detengo todo esto. Y también es la única manera de protegerte —Sasuke se puso de pie en ese momento, la miró de frente.

El hombre que nacióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora