Severus

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-Veo que cada vez tienes gustos más raros... aunque no es de extrañar, teniendo en cuenta...
-Severus, el profesor Hagrid no necesita más presión de la que tiene, así que, por favor, limítate a ayudarnos, ¿de acuerdo?
-Lupin, lupin...por supuesto, no tienes que preocuparte. Simplemente me preguntaba por qué, si soy profesor de pociones, tengo que ayudaros con estos... seres.

Lupin consiguió encerrar a uno de los susodichos seres en la caja con un hechizo y suspiró mirando a Severus con reprobación. Hagrid fingía que no les veía mientras metía varios coátls en otra caja.

-Basta, Severus. Sabes perfectamente que necesitamos tu ayuda. Entiendes de criaturas peligrosas tanto como yo o Hagrid...
-Al igual que de defenderse contra ellas...- replicó Snape. – por eso no entiendo por qué me ponen con vosotros. ¿No es suficiente tener que ver a un licántropo dando una clase que debía de estar reservada a mí como para que encima tenga que ayudaros con asuntos que en teoría no me conciernen?

Un ruido irrumpió la respuesta de Lupin. Una de las criaturas se había escapado y estaba encima de un armario, mirándoles. Era una especie de mono horrible que enseñaba los dientes. Lupin fue a sacar su varita, pero Snape se interpuso en su visión. Miró al mono a los ojos e hizo una reverencia. El mono lo imitó con cortesía. De su cráneo en forma de cuenco cayó un líquido que se desparramó en el suelo. El mono se desmayó.

-Hagrid, el kappa que faltaba.- dijo Lupin llevando con un wingardium el ser hacia el guardabosques. Hagrid se frotó las manos.
-Um...eh...creo que ya están todos.- dijo consultando la lista.
-¿Cuántos son? – preguntó Lupin sonriente.
-¿Puedo irme ya?- Snape estaba malhumorado.
Hagrid ignoró a Severus y contó los animales que iban a soltar en la prueba.
-Pues...unos...setenta, u ochenta, creo.
Snape puso los ojos en blanco.
-¿Cómo cuántos tocarán por alumno?- siguió Lupin
-Pues...si consiguen hacerlo bien... y esconderse cuando toque...veinte o así. - dijo al fin sonriente.

Snape bufó y salió de la cueva a paso rápido. ¿De verdad creían que esos niñatos incompetentes iban a poder con todos esos...esos...ellos solos? Entendía que Dumbledore quisiera evitar más riesgos y que se prepararan para una guerra...pero veinte animales cada uno...incluso los veinte menos peligrosos... no lo conseguirían.

"Lo que significa que vamos a necesitar muchas luces rojas. Joder."

Si fallaban o estaban en peligro, al igual que en la prueba de los tres magos, los alumnos lanzarían luces rojas con la varita. Pero eso significaba que los tendrían que ir a buscar. Y a Snape no le hacía ninguna gracia entrar y salir por el bosque prohibido cada dos por tres a por un estúpido alumno al que le entraba miedo. Si fuera por él, directamente no dejaría entrar a unos cuantos...bueno..a ninguno. Aunque si los mataban, tampoco le importaría. Y esta vez habían revisado el traslador del centro, el premio. No conducía a ninguna mansión del señor oscuro ni cosas por el estilo. Quien lo tocara aparecería en Hogwarts, justo en la entrada del bosque, donde esperarían los profesores. Todo parecía estar en orden....

" A menos que haya planes de última hora..." Snape miró de reojo la marca tenebrosa de su brazo. Nada. Porque no sabría qué hacer si de repente le llamaban en mitad de la estúpida prueba. Esperaba que no.

Meneó la cabeza disgustado y caminó hacia las mazmorras a terminar de preparar las pociones de ataque y curativas para el evento.

-¡Buenos días a todos! – Dumbledore hablaba sonriente a las caras que lo miraban desde abajo. Algunos estaban de pie. Muchos estaban sentados. La mayoría se habían tumbado en la hierba, intentando dormir cinco minutos más. - ¡Dentro de breves instantes comenzará el evento, que espero que os haga mejores, más listos y más fuertes de lo que ya sois! Espero que tengáis vuestras varitas preparadas y hayáis memorizado los hechizos correspondientes a la clase de animal que os toque. Recordad que las luces rojas solo funcionan una vez, nada de juegos. El primero que llegue al centro será el ganador y esta vez os aseguro que no hay nada que temer una vez llegado el final. Un profesor estará allí esperándoos.

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