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❝ Él sabía bien de odios, pues el que odia con tenacidad sabe reconocer bien ese mismo sentimiento en otros y sabe apreciar cuándo una animadversión es ya definitiva e
irreversible ❞Santiago Posteguillo.
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Pará un Alfa de alto prestigio como Jeon Jungkook, quién había nacido entre el precioso dosel de seda fina y una cuna de oro, todo se le era otorgado en sus manos con sólo chasquear los dedos, sin siquiera detenerse a analizar quién podría salir herido gracias a sus exorbitantes caprichos.
Con el tiempo, esta peligrosa forma de educación lo volvieron alguien soberbio, tenaz y con poca empatía hacia los demás, capaz de pasar por encima de quien se le atravesará en su camino con tal de obtener lo que deseaba, justo como su padre añoraba que fuera el próximo heredero al trono del Reino de los Narcisos, legado de 5 generaciones Jeon.
Sin embargo, y muy a pesar de los reyes, su plan maestro para criar a un hombre responsable, duro y crudo para tomar decisiones, se había salido de las manos.
Y un día como cualquier otro, donde su madre se quejaba entre chillidos por sus irrespetuosos actos y exigiéndoles a las Omegas exóticas de las tabernas salir de la habitación de su hijo y largarse del castillo, junto a su padre acabando una nueva botella del vino más caro de su colección, fue como Jungkook entre gruñidos, fue bañado, vestido y arreglado para su primera visita al pueblo al cual no veía desde sus 8 años.
Montó su yegua blanca frente al enorme portón de acero del castillo, rodeado de docenas de arqueros de torre a torre.
—Recuérdame porqué tengo que hacer esta mierda, madre—suspiró cansino.
—Ya es hora de que te comportes como el próximo heredero Jungkook, observa a tu alrededor, cumple con los requisitos para ser un buen Rey y deja de centrarte en ti mismo—habló la vieja Beta con fastidio. —Mira y escucha a tu futuro pueblo.
Jungkook rio nasalmente, confundiendo a su madre.
—Claro, como ustedes prácticamente lo dejaron en la desgracia y miseria, ahora quieren que yo arregle sus porquerías.
—Ten más cuidado con el tono con el cual me diriges la palabra jovencito—su madre lo miró con los ojos inyectados de veneno.
Este solo atinó a chasquear la lengua y se dispuso a ignorar su presencia, hizo andar el animal y pronto se vio custodiado por 3 guardias, mientras salía del enorme castillo.
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El olor a excremento de animales de carga y ganado, tierra mojada, agua estancada en charcos y miles de aromas inferiores mezclados en el aire le revolvieron el estómago y se vio obligado a cubrir su nariz con un pañuelo disimuladamente.
Jodida mierda, no recordaba el pueblo tan...asqueroso.
Muy en sus adentros, cuando pasó entre la gentuza, sólo quería reírse de las caras de aquellos desgraciados que lo admiraban como si la mismísima Diosa Luna hubiera bajado del cielo. Sin embargo y mostrando la clara "educación" de sus padres, sonreía cordialmente y saludaba a los niños que agitaban su mano fervientementecon dirección a los imponentes guardias a sus espaldas.
Sentirse poderoso entre esa gente, sentirse superior sin duda alguna era un deleite para su insano ego.
Nadie llamaba su atención, a sus ojos todos eran unos simples pordioseros con vidas tan ocupadas que no se detenían a pensar cuán miserables se veían en estos momentos, creyendo que por fin llegaría el Rey que los liberaría.
Simples Alfas, Betas y Omegas corrientes.
Se paseó entre el sendero que lo llevaba a lo que alguna vez fue el parque frente a la iglesia, más que nada para pavonearse como el egocéntrico que era.
Hasta que su olfato lo ayudó a percatarse de algo, o más bien, alguien.
Detuvo su andar abruptamente y agudizó sus sentidos, su vista fue recorriendo rincón por rincón entre las personas y locales, se posó en una choza roída por termitas, con una lámina por techo y ventanas cubiertas con pedazos de tela mal cocidos. De esta emanaba un exquisito olor que hizo despertar a su perezoso lobo, no lo pensó dos veces y sin miramientos bajó de su yegua, abriéndose paso entre el pasillo que los mismos pueblerinos hicieron mientras bajaban la cabeza.
Los guardias lo miraron confundidos y se dispusieron a seguirlo, sin saber cómo actuar ante la actitud desesperada del futuro Rey.
Llegó a la puerta llena de astillas y clavos mal colocados, ordenó a uno de sus guardias tocar la puerta, pues no pensaba ensuciar sus ostentosos guantes.
—¡En nombre del Príncipe Jungkook se le exige abrir inmediatamente!— gritó uno.
Dentro de la casa, a pasos apresurados alguien se dirigía a la puerta, quitando el pestillo y abriendo fuertemente, dejando a la vista un precioso Omega de ojos grises.
Jungkook se quedó callado y analizó al ser parado frente a él, parecía tan pulcro y limpio a pesar de los harapos que llevaba por ropa, un rubio cabello cenizo ondulado y pecas por sus mejillas y entrecejo.
Sabía que algo estaba pasando pero no quería admitirlo, sabía que algo le estaba insistiendo muy en el fondo a tomarlo, pero no quería hacerlo, aún.
—M-majestad, es un honor tenerlo en mi humilde morada—su voz aterciopelada se escuchó vagamente mientras se inclinaba como muestra de respeto.
El Alfa alzó el mentón con superioridad y cuando se dispuso a hablar, alguien más dentro de la casa, lo interrumpió.
—¿Jimin? ¿Amor? ¿Quién es? —hablaron con voz grave.
Un Alfa de cabellos negros y mirada gatuna, junto a una cicatriz que traspasaba su ojo derecho se acercó a pasos firmes.
Ambos se miraron, uno con asombro y al igual que el Omega se inclinó, mientras que el otro Alfa de rango superior lo miraba con desafío y repulsión.
Sin siquiera esperarlo, sabían que algo estaba por cambiar, una nueva historia comenzaba y por lo que se observaba, su final no sería donde todos terminaban felices.
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| King Jeon |
[j.k + j.m]P R Ó X I M A M E N T E
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Opd nuevo fic a la una de la madrugada.
Espero se pueda encontrar esta historia escrita con mucho amor, si alguien la lee me ayudaría mucho compartiendo y dando ☆.
Si salgo del flop y no me deprimo la continuo.
_ggukda_

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| King Jeon | [k.m]
Fiksi Penggemar... Jungkook iba a tener a ese Omega para él a como diera lugar. Sabía que era un capricho, joder claro que lo sabía, y lo hacía aún más interesante lo obstinado que podía llegar a actuar aquel precioso ser. No importaba nada, ni siquiera que ese...