Ocho

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Harry estaba distraído.

Todos lo notaban.

Niall lo notaba, Liam lo notaba, el mar lo notaba.

Gaby lo notó especialmente esta mañana cuando lo curó de una herida superficial por una astilla suelta, cuando casi, en vez de echarle agua salinizada, le echó los restos de lo que fue su desayuno de sopa de mariscos esta mañana, y claro, por supuesto que Louis no comió, porque no le gustaban, y por supuesto que Harry tuvo que hacerle un desayuno especial.

—Yo creo que lo que te pasa, es frustración sexual. —Gaby lo miró con sus ojos marrones, frunciendo el ceño en la silla de madera frente a Harry quien se había disculpado como diez veces, ahora jugando con sus dedos y escuchándolo atentamente. —¿Hace cuánto que no tiras?

Harry ya estaba acostumbrado a preguntas así. En serio, era impresionante cuántas lenguas sin pelo alguno hay en el barco, pero eso no significaba que no se abochornara cada vez que pasara algo así.

—¡No es eso! —Chilló, parándose indignado de la silla y sin mirar hacia atrás cuando salía por la trampilla hacia la cocina en busca de Niall.

— Definitivamente es eso. —Escuchó a Gaby gritarle desde atrás,

Harry solo sacudió los rizos.

No, no era eso.

Habían pasado cuatro días desde que sostuvo a Louis bajo la luna. Cuatro días en los que no era más que coqueteo puro entre los dos, pero no daban ningún jodido paso.

Louis lo molestaba cada mañana, con insinuaciones y toqueteos, y Harry solo quería besarlo.

Se distraía con ese pensamiento.

Se distraía con el pensamiento de cómo sería besar a Louis. Cómo sus labios se sentirían presionados contra los suyos, si sería bruto, suave o controlado, si su aliento olía a mar, o su fruta favorita, o al té que le gustaba tomar antes de acostarse, si sus manos se deslizarían hasta sus hombros, o hasta sus caderas, si sería posesivo o burlón cuando lo mirara con sus pestañas largas y ojos centelleantes, si sus labios serían suaves o ásperos por el viento del océano.

Y cómo lo haría sentir.

Si lo haría sentir como si volara, como si tocara el anhelo entre sus dedos. O no le haría sentir nada. Nada como los humanos anteriores.

Porque había aceptado que necesitaba a Louis, por el tiempo que le ofrecieran.

— Lo estás haciendo de nuevo. —Se quejó Niall, los dos sentados contra las barandillas del barco y Harry ayudándole a pelar unas arvejas que habían comprado ayer en una rápida pasada a una costa habitada.

—¿Qué cosa?— Murmuró, desconectando la mirada de Louis más allá, ordenándole a algunos miembros de la tripulación con su voz monótona y una vena marcada en su cuello, viéndose tan apetecible como siempre.

— No me escuchas— Niall gruñó, arrugando las cejas y dándole esa misma mirada que la mayoría de la tripulación ya le había dado. — Louis te absorbe.

—¿Qué? No. —Harry arrugó la nariz, poniéndose nervioso y parando la acción ya acostumbrada de sus manos con las arvejas.

The Weight of The Water (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora