Sin sentido

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Las voces exhalan gestos tenues de rostros que inertes intentan llegar al lugar que alguna vez pudo ser un hogar. Ven los sonidos, de diversos colores y formas, que juegan extenuados sobre esos tristes murmullos que no los dejan respirar.
La vida parte de un sonido, de una queja, de un gemido, del llanto de los cuerpos cansados. En ella creemos ser los magnates de una realidad ficticia que nos envuelve y sume en ese crudo abismo de mentiras del que es muy difícil salir.
Los rostros tenues, la vida misma, los sonidos de colores, no son más que el propio reflejo de lo que somos. Son las sombras que nos persiguen en el día a día, que expelen dulces calamidades que nos extraen poco a poco las ganas de ser felices…

Solo soy capaz de decir:

Dulce fulgor que iluminas mis noches insípidas, llenas de un rojo marino cual coral de fuego a la puesta del sol.
Triste tormento, gris lamento que oscureces mis noches sin fin.
Cursi canario, cruel relicario que desvaneces en llanto los dulces recuerdos de una vida que fue, pudo ser, será…
Ávida, sin paz, sin luz, vago por los recónditos senderos de aquel abril, en que juntos soñamos con formar el cielo y la tierra en un instante.

Y sólo puedo pedirte:

Ámame, cuando ya no queden más edificios que erigir ni más tumbas que sellar.
Ámame, cuando la tempestad sea igual a la calma y en un cilindro de penas encuentres mis palabras.
Ámame, no me dejes sola...

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