Capítulo 2

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Continué con mi vida diaria, no volví a hablar con la señora Cassy sobre el tema, unos días después ya estaba quejándose de que no podía dormir por las noches debido a que mis caminatas en el ático le retumbaban en los oídos

-Llevas demasiado estrés contigo, lo que sea que hagas a esas horas te tiene muy frustrado- No platicaba con ella sobre mis actividades nocturnas como novelista, así que sólo permanecía callado y al poco rato el tema se dejaba a un lado.

Pasó un mes y el asunto quedó en el olvido, los niños del colegio seguramente ya no notaban que Marco no había regresado. Durante los desayunos adopté una nueva costumbre, revisar mis hojas escritas para que por la tarde pudiera dedicar más tiempo a crear y menos a tachar mis palabras con tinta.

Los pequeños tardaban un buen rato en devorar sus alimentos, algunas veces ocurrían problemas porque alguien había derramado jugo sobre su compañero, pero al final terminaban dándose la mano y siendo tan amigos como siempre.

El comedor era un cuarto grande, en el cual descansaban cuatro mesas con una capacidad para 6 niños cada una, en el tiempo que llevaba trabajando allí no había visto que estuvieran llenas. Una de esas mañanas de desayunos el detective Patrick entró al comedor.

-Señor David, lamento que nos tengamos que volver a ver, pero dadas las circunstancias mi presencia es necesaria aquí- Debía tener decenas de gabardinas y pantalones iguales pues venía vestido exactamente como la primera vez que cruce palabras con él. Permanecí sentando en una silla que se encontraba alejada del resto de las mesas, incluida la de los demás profesores. Sobre mis piernas descansaba parte del manuscrito que llevaba escribiendo durante varios meses. No dije ninguna palabra.

-Como ya lo habrá notado Marco no regresara a la escuela, él y su madre han decidido mudarse a la ciudad a comenzar desde cero con los padres del difunto, me sentí en la obligación de venir a decírselo.

-Espero en verdad que esa familia pueda seguir adelante después de lo que ocurrió, mucha gente armó una serie de chismes increíbles - Patrick me miró y después a las hojas que sostenía.

-La gente siempre habla mucho David, sin embargo, nadie sabe la verdad ¿Quieres saber qué fue lo que realmente ocurrió? - Dudé por un momento, pero al final terminé asintiendo.

-El señor Allan sufría de problemas mentales, durante varios meses estuvo internado en el hospital de San Marcos en el área de cuidados psiquiátricos, pasado el tiempo los doctores comenzaron a notar mejoría en su comportamiento. Poco a poco Allan fue retomando el control de su mente y con ayuda de algunos medicamentos todos, incluido yo, pensamos que pasaría página y sólo recordaría esa época como un mal rato. Allan salió del hospital, las pastillas surgieron el efecto esperando, su esposa y él eran felices y a pesar de todo lograron darle a su pequeño hijo una buena vida. Sin embargo, Allan comenzó a dejar de tomar el medicamento. Emma, su esposa, no lo notó, parecía que todo estaba bien, él sonreía, iba al trabajo como una persona normal. La mañana en que murió lo encontramos colgado del soporte principal de su casa, bajo sus pies descansaba una silla que ocupó para llegar a esa altura. Revisamos la casa, en el cajón de su buro hallamos en una bolsa las píldoras correspondientes a un mes de tratamiento, guardó una por cada día, al final la enfermedad terminó llevándoselo.

No conocía a Allan, pero eso no fue impedimento para sentir un sabor amargo en la boca y la sensación de querer vomitar lo que seguro sería la cena de la noche anterior.

-Como le dije señor David, la gente siempre habla, pero nadie sabe o, mejor dicho, nadie quiere saber la verdad.

-Lamento mucho su pérdida detective- Le dije mirándolo a los ojos- Sé que no mencionó que era amigo de la familia, sin embargo, por la forma de sus palabras, es notorio que era cercano a ellos - El detective me miró por unos segundos desconcertado, como si hubiera dicho algo que lo dejó vulnerable.

El ángel de la pazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora