Una fuerte tormenta de nieve había cubierto el cielo de Amagier en tan solo unos instantes, lo que significaba que se avecinaban días duros. Los habitantes apenas habían logrado subsistir tras la última tormenta hace una semana. No tenían madera seca ni alimentos que llevarse a la boca; hasta las familias más ricas estaban en una situación delicada.
En medio de la tormenta, se encontraba una mujer que había salido en busca de comida para su familia, intentando luchar contra el viento y la nieve sin mucho éxito. Ella sabía que tenía que ocurrir un milagro para sobrevivir ante esa situación; tenía toda la ropa empapada y empezaba a tener síntomas de hipotermia. Hasta ahí había llegado, se acabó, pensó. Entonces, cayó rendida al suelo cubierto de nieve, incapaz de proseguir.
De pronto, con los ojos entrecerrados intentando que el frío no le hiciera perder la consciencia, ve una silueta aproximarse a ella a paso ligero, como si la nieve no dificultara su paso. Le dice algo que ella no consigue comprender por el silbido del viento, y entonces se desmaya. La misteriosa silueta la coge en brazos y desaparece dentro de la tormenta.
Unas horas más tarde, la mujer se despierta, en un ambiente agradable y cálido. Al abrir los ojos, ve que se encuentra en una especie de iglú, más que un iglú, es una casa de hielo, piensa. Las paredes de hielo están muy bien acabadas, se distinguen a la perfección las esquinas en las que se unen las paredes, se encuentra en un somier de hielo acolchado con varias mantas y cojines, y al costado, había una hoguera, en la que aquel misterioso hombre se encontraba poniendo leña para avivar el fuego aún más. Se levanta y, al darse la vuelta, se encuentra con los ojos grises de la mujer, quien le observaba con una mirada entre asustada y curiosa a la vez.-Hola, ¿cómo te encuentras? - le preguntó. Ante el silencio de la joven, este prosiguió. - No tienes por qué tener miedo, probablemente hayas oído historias horribles sobre los Kyrin, yo también he oído cientos sobre los humanos, pero son falacias, no somos las bestias que quieren hacer creer que somos. Por cierto, me llamo Yuri.
La joven continúa en silencio.
- Por cierto, de nada por salvarte la vida, puedes irte cuando quieras - dice tajante el hombre, cansado de intentar entablar conversación.
-Me llamo Gadea - responde ella justo cuando Yuri estaba saliendo por la puerta -. Y gracias por ayudarme.
Se vuelve a formar un silencio incómodo.
-¿Has hecho tú este iglú? Es precioso - comenta ella tratando de romper el hielo. (jeje me creo graciosa)
-Sí, me ha llevado bastante terminarlo, como comprenderás no soy de este lado de las montañas y he tenido cuidado de que los humanos no lo pudierais encontrar - responde él.
Gadea se para a observarlo, la verdad es que tiene razón, piensa, no es como sus padres le habían contado, no tenían dientes afilados ni unas garras con las que despellejarte, simplemente parecía... humano, a excepción de las orejas levemente puntiagudas y el pelo blanco como la nieve. Se dio cuenta de que había estado observándolo exasperadamente demasiado tiempo cuando se encontró con sus ojos azul eléctrico mirándola con el ceño fruncido.
-Entonces... ¿eres un Kyrin del hielo, no? - pregunta ella.
-No es el término más correcto, pero sí, podría decirse. Soy un Helkyrin, mi elemento es el agua, no específicamente el hielo, aunque debo admitir que sin duda adoro trabajar con él, como puedes observar.
Yuri no sabía si había hecho lo correcto llevando a su joven a su refugio, no la podría haber dejado morir, pero probablemente tendría que abandonar ese lugar porque vendrían a cazarlo.
Sin embargo, Gadea tuvo que quedarse una semana mientras pasaba la tormenta y, en ese tiempo, empezaron a conocerse y congeniaron bastante bien, tanto que, pasada la tormenta, ellos siguieron quedando más veces. Al principio, era la curiosidad de Gadea la que propiciaba los encuentros, no lograba concebir cómo les habían podido mentir sobre los Kyrin. Ella escuchó embelesada la historia de guerra que le contó Yuri. Aunque un poco desconfiada aún, ella pensó que sonaba más verosímil y objetiva que las fábulas que le habían contado sobre atroces monstruos mágicos masacrando pueblos. Al fin y al cabo, en una guerra ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos.
Yuri se abstuvo de contar su propia historia familiar, puesto que, aunque Gadea le parecía un ser increíble, seguía mostrándose reticente con los humanos, siempre le habían enseñado a desconfiar, aunque él siempre tuvo bastante fe en las personas y muchas veces le había causado problemas.
Ambos fueron conociéndose más y más, y fueron enamorándose. Pasaban largas tardes en el iglú de Yuri charlando, cocinando y disfrutando. Meses después, Gadea descubre que está embarazada y entra en pánico.
Solo a mí se me ocurre relacionarme con un Kyrin, si mi familia se entera me echan de casa, pensaba ella. Yuri trató de consolarla, de decirle que podía irse con él a Elkyrien, que no le faltaría de nada y que criarían a un ser maravilloso.
Finalmente, Gadea decidió contárselo a su madre, quien reaccionó bastante mal al principio pero tras conocer a Yuri, se mostró compasiva. Gadea estuvo meses encerrada en casa, evitando que la vieran para que no se formaran rumores en el pueblo. Su madre la encubrió diciendo que estaba enferma, algo bastante común allí dadas las temperaturas extremadamente bajas. Yuri iba casi todas las noches a visitarla y llevarle alimentos, dada la escasez en el pueblo.
Una noche, Yuri llegó y se encontró con la madre de Gadea preocupada, su hija tenía fuertes dolores y aún faltaba un mes hasta que llegara la hora del nacimiento del bebé, tenía miedo de que, como Yuri le habá comunicado, el parto se complicara por ser un bebé medio humano medio Kyrin. Él ya estaba preparado para la situación; su madre le había dado plantas medicinales que facilitarían el parto. Esa misma noche, a las 4 de la mañana, Gaeda y Yuri habían sido padres de un precioso niño. Afortunadamente, todo había salido bien, aunque Gaeda necesitaba descansar tras las 6 horas de constante sufrimiento.
-Bienvenido al mundo, Karan - le susurró la madre de Gaeda mientras lo acunaba, y él le sonrió con unos ojos azules eléctricos como los de su padre, como si entendiera lo que le estaba diciendo.
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El último elemento
FantasyEl mundo de los Kyrin se ve alterado cuando los humanos llegan a su hogar y arrasan con su medio de vida.