Guía de cómo ser Adrien Agreste

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1.- Confía en Marinette, haz lo que pide, síguela a donde quiera. 

— Adrien, prepárate, tenemos que ir al doctor –habló una mujer joven de cabello negro y cuerpo delgado. 

— ¿Al doctor? ¿Hoy? ¿Por qué? –preguntó Adrien confundido, sentado en el sofá de la sala frente al televisor apagado. 

¿Cuándo llegó Marinette? 

¿Por qué pide que vayamos al doctor? 

¿Está enferma? 

— Bu-bueno… —tartamudeó la mujer acercándose al hombre rubio. 

Adrien al ver a la mujer en apuros, decidió seguirle el juego diciéndole que irían, incluso sin saber por qué. 

Cuando llegaron al doctor todo tomó sentido. Recordó por qué estaban ahí, debido a su reciente pérdida de memoria y problemas para concentrarse. Razón por la que lo despidieron. 

Tomó con calma las palabras del doctor. Marinette tenía lágrimas en los ojos, apoyó su mano en su espalda buscando consolarla, aunque sabía que el dolor era mucho y él era el causante. 

“Los resultados muestran Alzheimer temprano. Según tus antecedentes, es hereditario. Este tipo es poco común; pero avanza rápidamente, así que tendremos que actuar rápido. Se le recetará medicamentos y ya programé la próxima cita.” 

Cuando regresaron a casa, tomó una libreta vieja; enumeró cada una de las reglas fundamentales para su relación y escribió cómo no perderse en su propia casa. 

2.- Incluso si no puedes recordar, encárgate de ser su amigo. 

—Lo siento —habló Adrien en el silencio de la mesa, Marinette lo miró con sus ojos decaídos. 

—No tienes la culpa. Solo... ya sabes, pensaba qué podrías hacer con tus últimas neuronas funcionales —bromeó. Adrien sonrió. 

—Oh, por favor, no seas así. Mejoraré, los medicamentos ayudarán. 

—Sé que lo harás; pero mientras tanto divirtámonos. ¿Sabes? Siempre quise ir al parque de atracciones desde que era niña y nunca íbamos porque trabajamos, es un buen momento para eso. 

—Marinette, no somos niños —río Adrien. 

—El que se cree viejo es viejo, ¿acaso tenemos hijos? No somos unos señores. 

—Sabes que no le tengo confianza a los juegos mecánicos. 

—Oh, vamos, no eres un niño, no le puedes tener miedo a esas cosas. 

Ambos se miraron perplejos. 

—Espera, acabas de... 

— NO, NO LO HICE —gritó Marinette. 

— Acabas de contradecirte. 

Las risas explotaron en el comedor. 

3.- Esto es difícil, así que mantén la calma. No son ellos, eres tú. 

El sonido de los cajeros automáticos resonaba en los oídos de Adrien. Marinette hizo una mueca de dolor por el repentino agarrón de manos de su esposo. 

Quizás fue mala idea ir al centro comercial dada la situación o simplemente los demás no pueden entender lo que les pasa a ellos. 

Adrien hizo un grito repentino, golpeando la torre de cajas, todos alrededor se callaron y voltearon a ver la escena. Marinette le suplicaba que se calmara. 

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