Capítulo 5. El caso de una dama de compañía.
''Su Majestad, el gran Duque Lilteang le envió una seda que compró en un lejano país extranjero.''
Las damas de compañía habían terminado de prepararme para el día antes de lo habitual, asique me senté con ellas mientras tomaba el café del desayuno. Mientras tanto, el Duque Lilteang había enviado un sirviente con un regalo.
Levanté la vista de mi taza de café y examiné el articulo en las manos extendidas del sirviente. Era una hermosa tela de seda azul que brillaba como las escamas de un pez sable.
Suspiré y dejé mi café. La seda se veía hermosa y costosa, pero era difícil aceptarla considerando las intenciones del remitente.
El Duque Lilteang era el tío de Sovieshu, y dos años mayor que su sobrino. Aunque no tenía ningún deseo de ser Emperador, me sobornaba regularmente y pedía favores desde que me convertí en Emperatriz. Si yo aceptaba el regalo, seguro que habrían demandas difíciles asociadas.
''Gracias, pero dígale que ni puedo aceptarlo porque causaría un malentendido a los ojos de la gente.''
Esto había ocurrido muchas veces antes, y el sirviente sonrió torpemente como si también lo esperara. Murmuró un respetuoso ''Si'' y dio un paso atrás.
''El caballero no se ha cansado todavía.''
Cuando la puerta se cerró, la Condesa Eliza dijo lo que pensaba y las demás se echaron a reír. La atmósfera estaba nuevamente muy tranquila.
Un segundo visitante apareció inesperadamente. Me dirigía al palacio central después del desayuno cada mañana, asique pocos visitantes venían temprano. ¿Pero dos personas en una mañana? Permití la entrada del visitante, aunque seguía siendo curioso.
Afortunadamente, el segundo visitante no era un sirviente de un noble que ofrecía sobornos, sino un funcionario que vino a coordinar la agenda del día. No fue una tarea difícil, y después de intercambiar algunas palabras se fue.
Sorprendentemente, apareció un tercer visitante.
Esta vez, fue Rastha, a quién pensé que rara vez me encontraría cara a cara.
''¿Rastha? ¿En serio?''
Mire al guardia con sorpresa. Inclinó la cabeza y respondió ''Sí'' con una mirada de desprecio. La Condesa Eliza chasqueó su lengua de nuevo.
''¿Porqué se atreve a venir aquí?''
El guardia no lo sabia; solo permanecía junto a la puerta y anunciaba la llegada de los visitantes. Sin embargo, parecía que se sentía responsable al darme la noticia, y tenía una expresión de vergüenza en su rostro. La Condesa Eliza se volvió hacia mi con ansiedad.
''¿La recibirá, Su Alteza?''
''Bueno...''
A decir verdad, no quería verla en lo absoluto. ¿Porqué debería estar obligada a recibir a alguien que solo heriría mis sentimientos? Algún día, podré reírme y hablar con Sovieshu aunque tenga muchas concubinas hermosas a su lado. Sin embargo, ese momento no era ahora, y aún me resultaba difícil tratar a la amante de sovieshu de una manera fácil.
Sin embargo...
''Déjala entrar.''
La Condesa Eliza gritó asombrada.
''¡Su Majestad!''
Levanté la taza de café medio llena. No quería verla, pero Rastha era la mujer que acababa de convertirse en concubina, y el primer amor de Sovieshu... ¿era amor? La primera mujer que amaba. Sovieshu había sido frío conmigo desde que apareció por primera vez, y no quería volver a pelear con él. Aunque no pudiera amarlo apasionadamente, no quería que el Emperador me odiara. Podría tolerar solo esta visita.