25. Nylo

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No lo comprendía.

En lo más mínimo, no lograba comprender cómo es que Amy nunca se había dado cuenta de... aquellas debilidades o los sucesos que venían con Nylo. Mucho menos cuando al parecer, lo había conocido en La Academia, donde solo los más talentosos del país iban a dedicarse a lo que más amaban: el arte.

Soltó una corta inhalación aún sin saber qué decir.

Por primera vez esa noche permaneció inmerso en pensamientos que quizás nunca quiso que aparecieran. Más de una vez, enfrentándose al mundo, regaló una sonrisa y compuso con tal de despegar cada palabra que quedaba pegada a su piel, al no poder pronunciarlas. Pero con Amy...

Mierda, Amy era totalmente difícil, de pies a cabeza no se sabía cómo iba a reaccionar ante ciertas cosas al estar saliendo de ese extraño caparazón en el que había permanecido.

Pero ahora estaban cambiando los papeles.

Nylo se ocultaba, y Amy salía a la luz, dispuesta a brillar.

—Tu hermana...—dijo entonces ella, llamando su atención. Las luces cálidas reposaban sobre su cabello rubio, tan alborotado como siempre, como ramitas pequeñas y hojas desperezándose en el amanecer—, ella es una de las mejores amigas de mi hermana mayor. Oí de ti varias veces... sobre cuán talentoso eres.

Él apretó los labios, mirándola.

No, definitivamente no estaba seguro. Debía ser cuidadoso con cada cosa que fuese a decirle o hacer. No sabía cómo... cómo podía... ¿reaccionar?

"¿Hace cuánto que no escuchas de mí?"

Amy hizo lo mismo que antes, sorprendiéndolo de pies a cabeza, porque nunca nadie antes se había permitido ni esforzado tanto con tal de sostener una conversación. Más de una vez, se vio en el lío de tener que ver cómo se alejaban las personas que había creído interesantes, talentosas y admirables, o concluir con el inicio de una posible cita o amistad, solo por no tener un jodido papel entre sus manos.

Nadie, además de su familia y pequeño círculo de amigos, había querido con tanto anhelo tener una conversación con él, por más difícil que fuera.

Y, bueno, no se podía negar que Nylo era todo un galán, era un magnífico amigo, pero a veces las complicaciones, las cosas difíciles, son retos o montañas demasiado grandes que las personas no están dispuestas a escalar.

«No tienen tiempo. Es demasiado complicado. Podría estar haciendo algo más. Es raro».

Nunca faltaron las chicas que al inicio se animaban, que pedían recomendaciones o hablaban por medio de papelitos. Nylo no iba a negar que enviar cartas y dar sonrisas a mitad del pasillo a veces bastara para tener una relación encantadoramente candente por un buen tiempo. Después de todo, era magnifico con las palabras, las manos y las miradas. Sin embargo... llegaba un momento en el que las personas se cansaban.

Cuesta demasiado trabajar o estar con alguien quien ya no tiene fuerzas y aunque tenga las posibilidades y medios, no desea recargar la batería interna para seguir luchando.

Se rinden.

Hasta ahí llegan las noches de gemidos sofocados entre las sábanas, los puños cerrados, el cabello desorganizado, el buen uso de manos, la piel perlada con el reflejo de la Luna besándole la espalda en incansables movimientos o cartas largas, sonrisas sin fin y miradas que nunca fueron del todo interpretadas.

Pero Amy... ella quiso... quiso seguir.

Vio un obstáculo, buscó una solución, la encontró, y aunque fuese raro, quizás complicado, deseó quedarse, para intentarlo, perder tal vez, caerse unas cuantas veces más, y... bueno, ya verían qué sucedería.

Sin más que decir o pensar, eso significaba más que cualquier pensamiento caliente o recuerdo susurrado en palabras llenas de seducción.

Para cuando Amy logró traducir las señas, se detuvo a mirarlo, sumamente confusa. Luego sopló sus dedos y pasó las páginas a una velocidad extraordinaria.

"¿Deber ía... escuchar... siempre sobre ti?"

Ante su esfuerzo, Nylo esbozó una profunda y cálida sonrisa.

"Claro que deberías escuchar sobre mí todo el tiempo. He sido una de las estrellas en La Academia. No entiendo cómo es que antes no te diste cuenta"

Amy parpadeó, perdida ante tantos movimientos. Entonces, al comprender que quizás se había animado demasiado, entregándose a ella, y al tiempo no, se detuvo y volvió a iniciar, seña por seña, de a poco.

Porque sí iban a subir la montaña, más valía no perder el aliento antes de llegar a la meta. 

5 minutos en el cielo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora