Capítulo 1

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Los pasos que ella daba eran silenciosos, como si intentase que nadie la escuchase, la mayoría de los niños se encontraban durmiendo y ella aprovechaba eso para realizar la limpieza de las salas que más sucias habían quedado.

Layna mientras limpiaba una de las ventana podía ver unos ojos rojos que la miraban con gran intensidad en la oscuridad de la noche, no podía ver con claridad de quién se trataba... Lo único que podía ver eran aquellos ojos rojos tan hipnotizantes.

Arreglo ligeramente su ropa al terminar con aquella ventana y continuó con la limpieza de la habitación, pero aquella sensación de ser observaba jamás desaparecía, incluso llegaba a sentir que con el paso de los segundos aumentaba aún más.

-¿Acaso una monja no puede limpiar el orfanato tranquila?- Suspiró pesadamente tirando la escoba al suelo, sin importarle el ruido y corrió hacia la ventana para abrirla.

Deseaba gritarle a esa persona que perturbaba su único momento a solas, lleno de tranquilidad y sin ninguno de los gritos de los pequeños..... Pero aquella persona o cosa ya no se encontraba en el lugar que lo había visto antes.

Tragó con algo de dificultad la saliva que tenía en su boca, se sentía extraña y una sensación completamente nueva recorrió absolutamente todo su cuerpo.

Quizás se trataba de su imaginación, puesto a que desde que está cuidando aquel pequeño orfanato sola casi no duerme.... Puede que sea eso, pero le intrigaba averiguar si se trataba de eso o de otra cosa.

Cerró con delicadeza la ventana y volvió a tomar la escoba para terminar lo antes posible y así poder tomar una ducha para luego dormir.

Al terminar camino con cansancio hasta lo que era su habitación y se metió al baño, se quitó con cuidado toda su ropa y dejó que el agua cayese por su cuerpo.

Sentía como sus músculos se iban relajando poco a poco, de forma lenta tocó sus brazos y su abdomen, los cuales poseen una gran cantidad de cicatrices por culpa de su familia... Aquella que le había obligado a entrar a un convento solo por poseer un cabello bastante peculiar.

Al entrar al convento Layna pensaba que aquellos abusos se iban a detener, pero las demás hermanas y la madre superiora no le dejaban vivir en paz. En todo momento la criticaban y aquella anciana si tenía la oportunidad de golpearla con algún objeto lo hacía ... sólo por tener aquel cabello que muchas veces ha odiado.... ¿Cuántas veces no le han dicho que es producto del Diablo? Layna hace mucho tiempo perdió la cuenta de aquellas veces que le han dicho que no debería haber nacido.... Que su alma se encuentra contaminada y lo único que traerá será a los demonios.

¿Y eso era algo malo? Poder conocer nuevas criaturas y poder conocer más cosas de ellas.... Cosas que los demás no pueden saber o carecen de mucha información y viven en la ignorancia.

Una vez más sintió que era observada ... Y le provocaba cierto placer en ese momento, pero eso no debía suceder... Ella es una mujer devota a Dios, juró por obligación mantenerse pura en todo momento, de cuerpo y mente.... Pero los humanos tienden a ser bastante débiles ante las tentaciones carnales.

Su mano continuó deslizándose por su cuerpo de forma lenta, dejándose llevar por las sensaciones que estaba sintiendo.... Algo que no debería estar haciendo, pero aquella voz interior le decía que lo hiciera.... Como también el sentirse observada aumentaba todos esos pensamientos.


-¿Hermana Layna?- Logró escuchar una voz tímida no muy lejos de su habitación... Uno de los pequeños se había despertado.

Suspiró pesadamente la mujer, cerró la llave de la ducha, tomó con algo de prisa una bata para tapar su desnudez y mientras lo hacía aquella sensación de ser observado continuaba, pudo sentir a la perfección como se fijaban en sus pechos.

Antes de salir a buscar al pequeño se colocó una toalla en su largo cabello para así ocultar el color de este, después de todo los niños jamás se lo han visto y lo más probable es que se asusten al ver por primera vez algo nuevo.... Y Layna no deseaba que aquellos inocentes niños le tengan miedo... No podría soportar que ellos la odiarán por algo tan simple e idiota como el color de su cabello, pero si los adultos podían hacer eso... Quizás ellos también y no deseaba arriesgarse.

Se sabía el orfanato de memoria, no necesitaba ninguna clase de luz para caminar sin problema por aquel edificio tan grande. La luz de la luna que entraba por las ventanas era más que suficiente para ver lo que había a su alrededor. Caminó unos minutos y al girar en una esquina pudo ver al pequeño que con miedo se aferraba con fuerza a un viejo peluche de oso.

-Aquí estoy mi pequeño, ¿Por qué estás fuera de tu cama?- Le habló con ternura la mujer mientras se colocaba de rodillas y abría sus brazos para que el pequeño la abrazara.

Al escuchar su voz, el pequeño no tardó en correr a sus brazos, teniendo cuidado de no tirar al suelo a su esponjoso amigo de felpa. Algunas lágrimas cayeron por el rostro del menor, él era uno de los que más miedo le tiene a la oscuridad.

-E-Es que deseaba ir al baño.... P-pero me perdí.

-No llores mi pequeño, ahora estoy contigo... Te llevaré al baño y después te llevaré a la cama.

El pequeño con algo de timidez asintió en silencio, dejó que la mujer le tomará en brazos y se aferró a ella con fuerza. Layna caminó de forma lenta hacia el baño de los pequeños, de forma tranquila y suave le cantó para que él se fuera calmando y dejará de llorar.

En una de las ventanas al mirar hacia afuera pudo divisar una vez más aquellos ojos rojizos que la miraban fijamente, ahora podía divisar que aquella persona le sonreía ampliamente... Ahora podía ver su rostro con facilidad.... Se sentía atraída por aquellos ojos rojos y ese cabello negro.

Dulce pecado [Sebastian Michaelis X Oc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora