CAPTURA

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El calor en sus pulmones es sofocante, quema y hierve su sangre a medida que sus pies se comen cada metro recorrido. Sabe que si se detiene seria el fin para lo que conoce como vida, su vida.

Ni una vez había visitado el lugar en donde Fushiguro se supone que vive, pero de alguna manera sabe que va por buen camino, la nieve quema sus piernas mal abrigadas, puesto que donde antes se hallaba su hogar no había mas que prados verdes llenos de vida y no paramos blancos como los que ahora camina.


—¡Fushiguro! ¡Fushiguro!—


Y si su atacante vino primero por él y si de verdad ya no le queda nadie. Si Yuuji no corrió a la barrera fue por las palabras grabadas a fuego en su mente. Sus cavilaciones son interrumpidas cuando choca contra una dura roca en medio de la nada, está a punto de pelear con el objeto inanimado cuando se da cuenta de que es un templo de descanso, en él; un par de enormes lobos lado a lado de lo que parece una figura agazapada.


Yuuji derrama lágrimas cuando se da cuenta de que se trata del templo del dios de la montaña y el crudo invierno, el nombre de Fushiguro Megumi esta tallado en la roca y; aunque parezca extraño siente un tibio calor fluir de esta.


No tiene tiempo para debatir sus miedos, preguntas sin respuesta, no cuando un dolor sordo e hirviente se instala en su nuca y envía su dolorido corazón y mente a lo profundo de la inconciencia.



No tiene tiempo para debatir sus miedos, preguntas sin respuesta, no cuando un dolor sordo e hirviente se instala en su nuca y envía su dolorido corazón y mente a lo profundo de la inconciencia

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Por muchos años cuando era solo un niño odio el encierro al que pensaba era injustamente sometido, odio el hecho de vivir en la soledad en medio de la nada.

—Yuuji… nunca estés solo, pero no salgas de la línea de barrera—


Esas palabras se escuchaban una y otra y otra vez en su mente cada que sus pies llegaban al pie de la colina, donde aún más abajo se veía el inicio del bullicioso pueblo, uno que ansiaba explorar. Sin embargo conforme crecía se adaptó al hecho de que por alguna razón esa era su forma de vida.

Sin embargo no lo hacía, su corazón no deseaba desobedecer a la única persona que velaba por su existencia, su abuelo.

Sin embargo también Yuuji se emocionaba en cada invierno, en esos breves días en los que podía ver a Fushiguro, quien bajaba de lo alto de la montaña para visitarle.
Lo primero que mostraba eran esos hermosos perros que corrían en su dirección en cuanto le olfateaban, tirándolo al suelo y llenándolo de babas, seguido de una cantidad enorme de conejos blancos que mansos jugaban entre sus manos hasta que la noche los alcanzaba.
Esperaba con ansias esas fechas de invierno para poder estar en contacto con otro que no fuera su abuelo o el dolor de cabeza al que llamara Kugisaki. Bien, que estaba un poco loca o quizá mucho, pero era buena conversando cuando no se estaba mirando al espejo.

Entonces ¿Por qué? ¿Por qué todo se había tornado de esa manera?

No está seguro del cómo, sabe que está en el fondo de su mente, pero en ese preciso momento no lo recuerda.
Sus manos sudan un poco detrás de su espalda, siente el peso de las restricciones lastimar su piel por la forma en la que cuelgan de sus muñecas. Siente el frio del ambiente a su alrededor, el silencio.
No tiene miedo, pero tampoco siente paz. Es una mezcla de desesperación y aturdimiento.


Esta también la presencia a sus espaldas o frente a él, no lo sabe de todas formas pues no puede ver, es tranquila pero no menos inquietante, no ha escuchado su voz, solo sentido su tacto frio y condescendiente cuando le ha preparado para la ocasión.


Tampoco entiende el porqué de toda la parafernalia a su alrededor, nunca quiso saberlo e ignoro lo que sabía serían las respuestas a sus preguntas de los labios de su abuelo.


Estaba encerrado ¿Para qué querría saberlo de todos modos?


Supone seria la diferencia entre su actual situación y un futuro más prometedor, futuro que por supuesto le fue arrebatado solo por orgullo, su orgullo, el de no saber.
Entonces sus sentidos se disparan, su corazón martillea por demás nervioso con el sonido que viene de algún lugar, un susurro contra la madera del suelo, lento pero preciso que se acerca, de telas que se mueven a la par de pasos pesados pero tranquilos, pero no menos intimidantes. La tela que venda sus ojos le impide ver pero escucha los movimientos de “cosas” ser movidas frente a él, la sombra que yacía en la estancia hace una reverencia; como puede saberlo, no sabe, pero lo intuye. Mas cuando sus pasos ligeros se mueven lejos de su rango auditivo.


Su corazón sigue martilleando duro en su pecho, el sudor por el nervio y un poco de temor baja por sus sienes, se pierde entre su cuello hacia su espalda, sus dedos se ciernen sobre las sogas de sus muñecas, no puede, no quiere ver.


Entonces el sonido se detiene justo en frente suyo, es cruel porque espera su tiempo para tocarlo, y; al hacerlo le inunda el temor por el abrazador calor que inunda su cuerpo helado por lo que ahora ya sabe es crudo miedo.


Sus ojos se topan con un hombre sumamente alto, bueno; si es que a esa bestia se le puede catalogar como humano, su rostro duro e inflexible le recuerdan a un cazador y por supuesto es su presa al encontrarse en esa posición.

A sus pies y sin escapatoria.


—Uraume si que ha hecho un excelente trabajo,querido—

Así que ese era el nombre de quien le había traído a ese lugar, quien le había encadenado contra su voluntad y quitado la prisión que tanto amaba.

—Durante siglos había buscado aquello que se me había entregado como deuda de sangre, mi pasado, mi presente y mi futuro yacen a tus pies, en la palmas de tus manos, en el órgano que late en tu pecho, en tu fertilidad—


Yuuji no entiende nada, no comprende la magnitud de sus palabras que más bien suenan como sentencia. Está imposibilitado de negar nada, de objetar, de exigir.


No sabe por el brillo en la mirada de este casi hombre, si su nueva prisión será un buen lugar para vivir.

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