Capítulo 13: Un cielo diferente

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Allan se dirige hacia el patio, directamente por el corredor. Se dijo a sí mismo que debía ver la luz del día una vez más.

Frenó sus pasos de repente, no esperaba ver a Teresa plantando algo sobre la tierra, junto al árbol de hojas rojas.

-Oye. -musitó él de forma testaruda.

-Buenos días. -saludó la chica sin volver la cara para verlo.

Allan parecía molesto, que ni siquiera notó la luz posándose en su cara. - ¿Quién te dijo que te acercaras a ese lugar?

-No lo mencionaste dentro de la reglas.

Haber olvidado aquel detalle lo hizo sentir estúpido.

-Mira lo hermoso que está el árbol, así que imaginé que la maravillosa tierra también haría crecer muchas flores.

Allan ve al árbol, su explicación apaciguó la molestia casi de forma inmediata.

-A diario escucho ruidos dentro de tu habitación. No habían robado mis horas de descanso, pero lo hizo en la noche. Es molesto. -expresó el chico al querer dejar de lado su disgusto por otro.

Teresa prefirió verlo de una vez por todas. -Oh, yo lo lamento tanto. Se trata de algo que no puedo evitar. Cuando duermo mis manos deben alentar a mi corazón para que se mentenga trabajando, por eso imitan el ruido de los palpitos.

Allan cubre sus ojos al sentir como estos ardían por el contacto con la luz. -Puedes hacer que muera un poco, así dormiré.

La chica limpió sus manos cubiertas de tierra para encararlo. -¿Siempre has actuado como un completo egoísta? -refutó. Su paciencia había sido pisoteada hace mucho, pero aguardó por más.

-¿Egoísta? No sabes nada de mí...

-Tal vez no, pero puedo reconocer la parte de la que todos hablan, no creo que sea algo que no valga en absoluto. -Teresa no podía detenerse, iba a decirle todo lo que sentía. -¿Crees que eres el único que puede comportarse así por lo que ha vivido? Tratar a los demás como basura por lo que otros te han hecho...

Una carcajada por parte de Allan inquietó a la chica. Pero esto no tardó en desaparecer.

-¿Acaso quieres una sonrisita amable? -las palabras de Allan la mantuvieron atenta. -No podría ser malo algo indispensable para sobrevivir. Nada es fácil en este mundo, pero no puedes imaginar lo que se encuentra fuera de las ciudades. La amabilidad por otro lado, es una arma que apunta hacia propia cabeza. No importa cuánto, todo se revelará.

Teresa decide continuar. Pero está vez con algo más que serenidad. -No tratas de sobrevivir, Allan. Lo puedo ver en tus ojos.

El nombrado opta por el sabio silencio. Quería darle la oportunidad a ella.

-Lo reconozco porque siempre he tratado de vivir y no de sobrevivir. -prosiguió la muñeca de cabellera celeste. -y ni siquiera el aliento por vivir reconozco en ti.

-Es tan acertado de tu parte. -dijo Allan en voz baja, al punto que dejó un poco confundida a Teresa.

-Sin embargo, ese sería el resultado que deduciría cualquier persona desconocida, una a la cual nunca le dejaría conocer de mí nada más de lo que le permito. -concluyó él. Enseguida distanció a la de rizado cabello, ya que esta se había aproximado de más.

Teresa olvidó el tema por lo desconcertada que quedó. Sus mejillas no podían brindar ese color rojo. Pero su comportamiento temerario era notorio. -Lo siento. -dijo realmente avergonzada.

Allan rodó los ojos. -Como sea, ¿por qué el barril permanece vacío?

-Huh. Es cierto, olvidé decirlo. -mencionó Teresa. - El cantinero dijo que no seguirá malgastando su licor en una persona como tú. ¿Qué más dijo? Oh, que antes te lo ofrecía por dos razones; tu protección hacia las diez ciudades y por tu influencia al ser amigo del presidente. Ya no tienes ninguna, no tienes alcohol...

INTERMITENTE [cacería galáctica] P3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora