¿Seguro que no fue el destino?

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-Hueles bien.

-Claro, me he duchado hace un rato.

-Nunca me había fijado en que tu pelo es suave y sedoso.

-Es porque me lo ha lavado hace poco. ¿Por qué no dejas de preguntar y te vas a dormir?- Susurró Jimin girándose hacia Jungkook, pasando una mano sobre su costado para abrazarlo sin dejar ni un solo segundo de sonreírle, pero aun así el chico seguía insistiendo en no querer dormir.

-Aún no es hora de dormir. Si me cantas algo seguro que me duermo.

-No es el momento, Jungkook. Cierra los ojos y cuenta ovejas. Buenas noches.

-Pero te quiero escuchar cantar. Solamente una canción, por favor.- Y bajo la incansable persistencia del menor, Jimin terminó tarareando delicadamente una melodía mientras acariciaba con sumo cuidado el rostro que se encontraba frente a él. Al final irremediablemente ambos se quedaron durmiendo abrazados entre sí, dejando que la distancia fuera casi inexistente.

Park Jimin, un chico de 20 años, nacido en una familia adinerada y católica practicante. Estudiaba arquitectura en la universidad, encontrándose en segundo año. Era un alumno ejemplar: buenas notas, conseguía las cosas por su propia cuenta, es decir, no dependía de sus padres, todo el mundo se llevaba bien con él, jamás se había escuchado decir nada malo sobre el chico, voluntario en refugios de animales e incluso donaba dinero que conseguía trabajando a ONG's. 

Jeon Jungkook, 18 años, sin una familia, o así lo considera él puesto que desde que desveló su orientación sexual, le dieron la espalda, aunque tiempo después trataron de contactarlo, pero lo rechazó porque sentía que debía de haber sido aceptado desde el primer momento. Acababa de dejar el instituto, y no tenía intención de estudiar nada ya que a lo que se dedicaba le iba bastante bien: recibía dinero por acostarse con la gente. No, no es una historia típica donde Jungkook es el chico malo, sino lo contrario, pues a él también se le conocía por sus trabajos como voluntario en ONG's, sus grandes donaciones y sus ayudas generales. 

¿Cómo se conocieron estos dos chicos ejemplares? No fue en una acción de voluntariado, tampoco en una fiesta para chicos de su edad, nada por el estilo, de hecho, fue algo completamente inesperado y espontáneo. Jimin estaba volviendo a su apartamento un poco molesto por haber sido forzado por sus padres a ir a misa, porque recordemos que ellos son católicos, sin embargo Jimin no lo era. En el trayecto a su apartamento solitario se cruzó con un chico que estaba corriendo detrás de un cachorro. El animal apareció directamente en sus piernas, probablemente porque olería a su propio perro, por lo que se agachó para tomarlo en brazos, viendo cómo el chico que antes corría agitado se le acercaba agradeciendo inmensamente lo que acababa de hacer. Cuando fue a tomar al perro, la cercanía jugó un papel curioso, haciendo que ambos fueran flechados por el otro.

“¿Por qué estoy nervioso?”
“¿Y este chico? ¿Me estoy alterando?”

Las miradas que se lanzaban entre sí eran similares, repletas de confusión pero atracción. Por fin uno de ellos pudo reaccionar, tomando al perro entre sus brazos y volviendo a agradecerle a aquel desconocido que le había puesto tan nervioso lo que había hecho.

-Mi nombre es Jeon Jungkook. Muchas gracias por cogerlo. Tenía miedo de que le pasara algo. ¿Cómo te llamas?

-No le ha pasado nada, hay que alegrarse por eso. Yo soy Park Jimin. Ten un buen día.

-¡Espera! Dame tu número de teléfono. Te lo agradeceré.

-No es necesario.

-Por favor. No lo hagas por ti, hazlo por mí. Me interesa conocerte también.

Al final Jimin terminó por aceptar, pues no se iba a hacer de rogar, menos cuando sentía tanta curiosidad y no él no tenía el valor de hacer lo que Jungkook le acababa de decir. Así que al llegar a casa, se quedó pendiente del teléfono por un largo rato, pero no había respuesta, y si la hubiera, no quería parecer un obsesionado y responder al instante.

Las horas pasaron como si nada, le dio tiempo a echarse una siesta, a cenar, incluso a jugar un poco con su perro. Viendo que seguía sin respuesta, decidió darse una ducha, siendo el momento más oportuno para recibir los mensajes.

De esta forma, los chicos fueron conociéndose poco a poco, siendo cada vez más cercanos. Se dieron cuenta entonces que lo que sentían mutuamente no era curiosidad, sino amor.

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