Shot 4.

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— ¿Cuál es la diferencia entre estos tres? —señalo los guantes negros, plateados y rojos.

—Es sencillo  —toma los guantes negros, observo los agujeros en la parte superior en señal de que ahí van los dedos, luego está la parte acolchada en los nudillos, parecen más livianos pero grandes para mi propia mano —Estos son guantes de entrenamiento —se los coloca y sus dedos largos lucen majestuosos, por primera vez en la vida tuve el deseo de ser golpeado por alguien que tuviera las manos de Jung Hoseok.

— ¿Son todos así de grandes? —sostengo el otro guante y sin atreverme a probarlo lo mido por la parte exterior.

—Oh, no, varían según el tamaño de la persona —sostiene mi mano con su mano libre, el leve destello de burla que reluce en su rostro —Claro que para esta mano tan mona también hay guantes —sin proponérmelo, me sonrojo, aparto mi mano de su tacto puesto que me está poniendo nervioso, después de muevo unos pasos y tomo los guantes plateados, la textura es mucho más suave que la del anterior aunque mucho más acolchonado —Son guantes para sparring, amortiguadores para el entrenamiento.

—Acabas de decir que... —sostengo el primer guante negro.

—Este es para manoplas o el saco, este es para entrenar en el rin y este —toma los plateados —Son de combate.

—Solo este me parece distinto —le digo sosteniendo uno de los guantes negros, se lo entrego, después rozo la yema de los dedos sobre el filo de la cuerda negra, me giro para buscar su mirada en señal de una explicación del porqué una cuerda.

—Saltar la cuerda forma parte del calentamiento vital, ayuda a coordinar los movimientos —formo una "o" con los labios, el pelinegro sonríe, lo veo todo de cerca, después permanezco quieto con las manos en las caderas, maravillado.

—Jamás en mis veinticinco años imaginé que mi vecino tuviese un gimnasio en la parte trasera de su casa.

—Llevo toda la vida viviendo en esta casa.

— ¿Acaso eres un fósil? —el hombre se ríe y yo disfruto de cada instante que lo hago reír, parece que soy interesante, que hay alguien junto a mí que disfruta de mis malos chistes y de mi tan anticuado sentido del humor, es casi imposible coincidir con alguien en el carácter, las risas, los comentarios despectivos que se realizan por mera ocurrencia y el otro humano acaba riéndose, luego te ríes, entonces descubres que no eres desagradable, tampoco eres comediante, sin embargo, al menos hay alguien en ese momento que disfruta de la persona que eres en presente. Comprendes, que no eres tan malo como creías, todas son mentiras de tu cabeza, eres brillante, centellante, amable y agradable, siempre hay personas con las cuales coincidimos, esos amigos que creemos que no llegaran, la sensación que añoramos por descubrir, está próximo, está viniendo, ten paciencia, solo hay que estirar la mano durante un segundo más y sentir la brisa de lo que muestra ser la vida.



Al regresar a casa y caer la noche la sensación de pesadez desaparece, mientras preparado la cena llamo a Chaeyoung como nunca creí hacerlo, tan confiado, ella acepta venir a comer. Escucho su moto estacionándose fuera de la casa, al entrar lleva puesto un short que le llega hasta las rodillas, camiseta playera holgada, el cabello le cae con descuido hasta los hombros, medias altas hasta los tobillos y tenis, el conjunto que llevaba puesto ocultaba su ya de por sí poco dotado busto. Completa la cena que preparo con una botella de vino, le resulta más fácil encontrar programación esa noche. Comemos, bebemos, la muchacha se quita los zapatos, los coloca delante del mueble que sostiene el televisor, se desabrocha el short, esforzándose por quitarlo, lo evito a toda costa. Dejo los platos en el fregadero, la tumbo en el sofá, cuando creo que se ha quedado dormida hará cosa de las once con todas las luces de la casa encendidas despierta sobresaltada, jadea — ¿Dónde estoy? —lo cual en realidad había sonado más como si su lengua se adormeció —Oh, es imin —los párpados vuelven a caer con cansancio, está borracha hasta los cimientos  — ¿Sabes imin? —arrastra las palabras con tanta asperece que puedo imaginar a un ser inyectándole una buena dosis de anestesia —Me ijiste que te laaastimaaba y —arrastra las palabras, mueve las manos con exageración  —Y túuuuu fuiste bueno cog migo —se señala después —Me hiiicissste feliz, maldita sea ¡maldita sea! —exclama —Te disculpaste cuuuuando la pegrra fui yo, yio debííí —se pone en pie, sin embargo, es en vano ya que vuelve a caer sobre su trasero.

Golpes [Hopemin] FiveShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora