1.- ¿Bodoque?

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— No es más que un conejo asustado. — Se escuchó distorsionada la voz de un hombre, pero fue suficiente para sentir que era familiar.

Bodoque abrió los ojos, sin saber exactamente el lugar en el que se encontraba; observo a su alrededor esperando una respuesta, la cual no llegó.
¿Dónde estaba? El lugar era obscuro, pero lograba distinguir luces moradas de algunos rincones, o al menos eso alcanzó a notar, ya que la luz era escasa y su vista no lo ayudaba, pues veía todo borroso.

Se levantó del lugar, ya que segundos antes se encontraba acostado mirando hacia el techo, pero al querer dar un paso se percató de que el suelo no era sólido, así perdiendo el equilibrio para caerse sentado en el mismo lugar. Volvió a mirar con más detalle y fue ahí, cuando descubrió que las cosas eran mucho más grandes, entrando en cuenta de que el lugar en el que se encontraba sentado parecía ser la mesa, pero... ¿Por qué?

¿Por qué?, si no reconocía el lugar, y tampoco se sentía cómodo ahí. Otra pregunta que se hacia era ¿el porque no parecía que las cosas fueran sólidas?

Dejó de lado rápidamente su cuestionamiento, al sentir la gran necesidad de bajar de ahí e ir hacia el pasillo con mayor iluminación. Así que se bajó con cuidado de la mesa, pero al tratar de agarrar una de las esquinas de esta, se resbaló, y gracias a eso puso confirmar que nada era solido. Aunque al caer contra el piso, el cual si era sólido, ante la caída no sintió el dolor.
¿Por qué? Se sentía estúpido, pero al ver una sombra que pasó rápido por el lugar sólo bufó con molestia.

¿Esto era un chiste?

No entendía nada de esto, por lo tanto, decidió levantarse del suelo y seguir su camino hacia el pasillo, a pesar de sentirse observado.

Pero no pudo seguir, ya que una voz lo había llamado. — ¿Por qué no te matas ya de una vez? Sabes que solo eres una mierda. — El conejo miro hacía los lados buscando de dónde podía provenir la voz de aquella mujer, seguido de eso solo escucho una carcajada, seguida de otras dos, pero estás parecían ser de hombres, tragó saliva para luego sentir alrededor de su cuello unas manos, estás eran esbeltas y tenían las uñas largas, rápido pudo divisar una sonrisa perturbadora.
El conejo comenzaba a sentir miedo, si su corazón normalmente iba rápido, ahora no podía ni imaginar la velocidad en la que latía.

No admitiría que el miedo lo dominaba ya que la presión en su cuello le arrebataba la posibilidad de respirar con libertad y las risas acompañadas de susurros que no lograba comprender comenzaban a aturdirlo, veía como todo se movía como si se tratará de un brincolín, y eso no lo ayudaba.

Simplemente ya no podía, sentía que moriría por la presión que tenía en el cuello, su cabeza daba vueltas y sentía cada vez las carcajadas más sonoras de aquella señora.

El sonido del teléfono.

Todo aquello se desvaneció sin dejar rastro. Confundido y aún con un mal sabor de boca camino hacia el teléfono, el cual no dejaba de sonar.

Desconfiado tomó aquel teléfono mientras volvía a observar el lugar, las luces moradas y oscuras habían desaparecido. Ahora se mostraba una casa normal, las cosas del tamaño común y sin nadie más que él.

Escucha, ya vienen por ti, el código es...

La puerta fue tocada, haciendo tensar su pelaje y mover sus orejas, queriendo encontrar algún peligro.

Vete ya, y has caso.

¿Caso?
Nuevamente la puerta fue tocada, y sin dudarlo fue a abrirla. No sabía lo que se esperaba, pero tampoco había algo, solo desierto...

Bodoque despertó alarmado para luego tocarse el cuello, seguido de eso, comenzó a acariciarse la zona, como si comenzará a apreciar su vida, miró a su alrededor y notó que estaba en su habitación.

Cayó a la cama con la respiración agitada, sentía su cuerpo pesado, por alguna extraña razón ese sentimiento de cansancio, vacío y pesadez estaban ahí de nuevo.

Después de regularizar su respiración tomo su celular, el cual se encontraba en la mesita de noche, se percató de la hora, se levantó de su cama y caminó hacia su baño, tomó la perrilla para luego abrir la puerta, prendió la luz y tomo la llave del lava manos, así atrapando el agua con sus patas para luego mojarse la cara

Después de cambiarse de ropa salió de su habitación, caminó hacia la cocina y tomo una manzana de las que habían en la mesa, la talló contra su chaleco negro y salió del lugar.

Soltó un suspiro cansado. — Estoy hasta la mierda. — Dijo con el seño fruncido, para luego proceder a caminar hacia su trabajo sin mucha ganas.

¿𝙈𝙤𝙩𝙞𝙫𝙤𝙨 𝙥𝙖𝙧𝙖 𝙫𝙞𝙫𝙞𝙧? - 𝘛𝘶𝘥𝘰𝘲𝘶𝘦. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora