En el bar

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Esta es una pequeña historia que me sucedió con una bailarina que también trabajaba como prostituta llamada Carmen, todo comenzó la primera vez que visité un table dance –aun que parecía más un bar de mala muerte-, era un lugar chico que olía a humo, cerveza y sudor. La luz poca luz que había era amarilla y cegadora, iba con mi amigo Martín mi amigo de parrandas, cuando entramos vimos que el lugar estaba lleno de hombres besando y tocando a las mujeres de ahí, al parecer podías invitarlas a tomar una copa contigo a cambio de $50.00.

Habían chicas sentadas en las piernas de algunos hombres, otras estaban bailando o besándose con ellos -bien dicen que el amor no se compra pero si se renta-, todas estaban en ropas diminutas, solo un par de ellas estaban completamente desnudas, maravillados nos sentamos cerca de un escenario improvisado con tablas y un tubo en medio, pedimos dos cubetas de cervezas, empezamos a beber y de pronto las luces que de por sí iluminaban poco por fin se apagaron y se escuchó una voz decir

Presentador - Recibamos con un fuerte aplauso a Carmen


En ese momento salió una mujer madura y un poco llenita, vestida solo con una falda roja corta, traía los pechos al aire -muy ricos para su edad-, eran redondos un poco caídos por la edad pero con las areolas aun rositas, caminaba sobre unas zapatillas de plataforma que le estilizaba las pantorrillas y el trasero -el trasero se lo hacía ver más paradito, duro y firme-, se acercó junto al tubo y comenzó a bailar, jugaba con él poniéndolo entre sus senos y sus nalgas, lo manipulaba entre sus manos como si de un pene se tratase, quedé tan fascinado con ella que cuando bajo de bailar le hice señas para invitarle algo de tomar.

Se acercó y como todo un caballero le acerque una silla pero para mí sorpresa –muy descaradamente- se sentó en mis piernas.

Carmen - Eres muy lindo pero estoy más cómoda aquí - me dijo mientras me saludaba con un beso en la boca-


No quiero perder tiempo en los detalles de nuestra plática, solo me dijo que tenía 57 años tres hijos y que por culpa de la pandemia había perdido su trabajo -no me dijo a que se dedicaba antes-, mientras me seguía platicando de ella yo estaba perdido besándole la espalda, no me animaba a tocarle los senos que aún traía al aire, así que al principio solo le acariciaba la cintura. 

Continúe diciéndole cosas bonitas y besándola, que creo que mis besos en su espalda le gustaron pues tomó mis manos con fuerza y me las puso en sus pechos, sus manos apretaban mis manos y mis manos apretaban sus senos. En ese momento sentí un leve shot de adrenalina en mi pene, que de por sí ya  estaba erecto se endureció más. Seguí acariciando sus senos y después baje hasta sus muslos -eran tan suaves-, y sin pedirle permiso comencé a acariciar su vagina.

Yo estaba tan concentrado besándole el cuello, acariciando sus nalgas y su vagina cuando me dijo.

Carmen - ¿Quieres ver cómo me tienes?


Con su mano tomó la mía y con la otra hizo su calzón a un lado, puso mis dedos en medio de sus labios y empecé a sentir como escurría, estaba tan excitado que le pregunte.

Raúl - ¿Podemos coger?

Carmen - No hay dónde, pero si quieres sácate el pene


Desabroche mi cierre y saqué mi verga, en cuanto lo saque ella lo puso en medio de sus piernas, eran tan grandes sus muslos que no podía ver mi glande. Aún que no podía ver nada si podía sentir como lo había acomodado justo en medio de su vagina y con movimientos discretos empezó a frotarlo, al principio me sentía incómodo pero conforme sus fluidos fueron lubricando mi miembro fue más fácil moverme.

En el sexo siempre he sido alguien aceptable pero ese día con Carmen no pude aguantar como frotaba mi pene con sus labios y sus muslos que eyacule en ellos, creí que se molestaría pero lo único que hizo fue verme con una rosa burlona y limpiarse con una servilleta, gracias a dios Martin no se dio cuenta de nada pues estaba besándose con otra chica. Cuando estaba a punto de meter mi pene a mi pantalón Carmen de detuvo la mano y me dijo

Carmen - Espera


Se agachó bajo la mesa discretamente para que nadie la viera y comenzó a chupar los restos de semen que me quedaban en el glande y en los testículos. Sentir como lo hacía era una dulce tortura, tenía que aguantar las ganas hacer gestos y ruido para que nadie en el lugar supiera lo que estaba pasando. Cuando termino tomo el dinero que había dejado en la mesa, me beso y se fue. Quería ir con ella pero ya era tarde así que Martin y yo nos fuimos de ahí.

Una putita llamada CarmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora