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Las lágrimas hacían mi visión borrosa, mi cuerpo temblaba, estaba asustado, estaba al borde del pánico.

"No puedo perdonarte". Me aferraba a ti todo lo que podía. "¿Por qué? ¿Por qué?". Las preguntas se repetían una y otra vez.

Gritaba por ayuda una y otra vez, llamaba a tu nombre casi sin aliento, quería que todo esto fuera un sueño, quería poder despertar y que esto sólo fuera una pesadilla. Pero el charco bajo tu cuerpo me hizo darme cuenta de que esto era la realidad.

Te perdía a cada minuto que pasabas entre mis brazos, y no podía hacer nada para detenerlo, tu rostro pálido, tú respiración entrecortada. Tus ojos se cerraban con pesar.

"Taru, Taru ¿Por qué?". No entendía ¿Por qué?.

"Estaré bien". Tus manos ahora frías se deslizaron por mi rostro.

"No digas que estarás bien, no me dejes, Taru". Los sollozos y el nudo en mi garganta, sentía que me ahogaba. "Lo prometiste... Dijiste que estabas bien, que habías mejorado, que paso con las flores de cerezos, te prometí que haríamos a verlas como querías".

"Nacky, podré verlas desde lo alto". Tus manos se alzaron apuntando hacia arriba, y cayó con pesar sobre el suelo.

"No entiendes, nunca entendiste como me sentía". Mis manos se aferraban con fuerza a las tuyas. "No fue tu culpa, yo..".

"Lo sé, Nacky, lo supe desde la primera vez que vimos florecer los cerezos juntos".

"Taru, no puedes irte, no me dejes. Por favor, te lo suplico".

L O S I N G   Y O U  ©Where stories live. Discover now