Hacía frío en la calle, era uno de esos días en los que más bien parecía ser invierno, Nereida se arropó aun más, le habría gustado llevar algo más de abrigo que una sudadera y una chaqueta vaquera. Caminaba por las calles con cierta nostalgia, en pocas horas se despediria de las apelotonadas calles, del sonido de lo coches en hora punta y de todo el ajetreo que era en si la ciudad. Se acabaron las mañanas en las que tenía que aguantar el constante taconeo de la señora Gordon por los pasillos, y el odioso ronroneo jocoso de su enorme gato Gernold,que andaban (sin duda) en busca de algún chisme jugoso que compartir con las entrometidas señoras regordetas del parque;en más de una ocasión se la encontró con la oreja pegada a la puerta de su casa acariciando a Gernold mientras negaba con la cabeza, era odiosa. Tampoco volvería a despertarse de madrugada por culpa de la bipolar pareja del piso de abajo, ni que decir del desmelenado conserje con olor a perro mojado que siempre le guiñaba el ojo cuando llegaba al edificio.
Había gente llendo y viniendo de un lado para otro por la calle ¿que esperaba de un lunes por la mañana? Todos caminaban apurados, todos parecían tener prisa,su madre solía decir que eran títeres, demasiado lentos para cortar sus cuerdas, y demasiado rápidos para darse cuenta de que las tenían, y que razón tenía. Tan ensimismada estaba en sus recuerdos que no vio venir a una mujer de extravagantes ropas, Nereida quiso disculparse, pero la señora arrugó la cara como si fuese un Bull-dog francés y no reparo en llamarla maleducada por no mirar por donde andaba.
-¿ESQUE NO TIENES OJOS EN LA CARA O QUE?-le espetó, como si la culpa fuese solo suya,pensó en gritarle pero no valía la pena, era su último día, así que lo dejó correr. Siguió adelante observando la alameda, como añoraria las tardes allí, era lo más parecido a un bosque que había en la zona, pero no le gustaba por eso, la principal causa por la que le encantaba aquel lugar, era que justo enfrente se alzaba una pequeña tiendo color rojo con grandes letras negras; "librería pluma negra" su refugio y santuario...su recuerdo más bello.
Pensó en las largas tardes de invierno que paso allí, sola o encompañia de Arthur,
en las mañanas en las que se escaqueaba de clase para ir a escribir en su cuaderno, o simplemente hablar con Thom, el abuelo de Arthur. Solían tomar café y chocolate de menta,con la promesa de que no le contarle a su nieto de que había estado allí; no era por que Arthur se enfadase con ella, si no más bien por su hermana Breena, a ella no le gustaba que estubiesen tanto tiempo juntos, puede que debido a su antigua relación, no queria meterlo en líos. Pero Thom siempre guardaba el secreto, habría jurado cualquier cosa con tal de que siguiese llendo a verle, era como un niño pequeño al que no le gustaba estar solo. Al igual que a ella
Un estruendo deshizo sus recuerdos de repente,de la tienda de antigüedades chinas de al lado salían voces, gritos más bien