Capítulo 1

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Capítulo 1: Los problemas que la ciencia no puede responder.

Lucas estaba tumbado en la cama pensando cómo podría acabar el código que había rehecho una y otra vez. Después de haber reescrito la línea de código varias veces no había encontrado la manera de hacer que el programa no se cierre después de los cálculos. Frustrado, cerró los ojos para descansar, pero, al no poder dormir, decidió jugar "rankeds" de su juego de disparos favorito. Al ser las 3 de la mañana ninguno de sus escasos amigos estaban conectados.

Jugó solo con aires de tristeza, mientras devoraba su quinto paquete de cheetos diarios, consumía su Monster Energy White y se "tilteaba" porque el niño ruso de turno no daba ni una. Después de seis horas de intenso "gameplay" su sesión de juego llegó a su fin. Durmió por tres horas y luego se despertó, replanteando las acciones que ha tomado a lo largo de su adolescencia. Teniendo como ejemplo los adolescentes actuales japoneses y dedicándose exclusivamente a la ciencia, la programación y los juegos, no había salido de su casa en 2184 horas, cronometradas. Sus padres estaban trabajando en el extranjero. Ellos le mandaban una cantidad de dinero para que bajara a comprar a un supermercado, pero él se alimentaba a base de kebabs, y el dinero que le sobraba lo gastaba en videojuegos. Al no salir, no le queda otra que hacer sesiones de ejercicio en casa, para no padecer sobrepeso. Pese a que lleva una mala alimentación, toma complementos alimenticios que compra en internet, para no llevar una falta de nutrientes y estar concentrado en su dosis de ocio. Estaba en varios grupos sociales sobre ciencia y juegos, aunque no hablaba en ninguno porque no le gusta la gente. Estaba ahí para aprender y recopilar ideas.

Aún sabiendo que tenía malos hábitos de vida, estaba conforme con ella, hasta aquel día, en el que se replanteó su existencia y supo que eso tenía que cambiar, si alguna vez quería trabajar y tener una vida más o menos decente. Después de planteárselo durante varias horas decidió ducharse, después de varios días, y salir a la calle a comprar pan. Hacía décadas que no comía pan recién hecho que no sea el que le traía Marcos, el repartidor de Uber Eats, la única persona con la que había tenido relación en estos 3 meses de autoconfinamiento. Estaba decidido, ya podía oler el aroma de pan recién hecho, ver los estantes de 2x1 de su "brioixeria" local, el susurro de las personas inventando chismes para poner mal a sus vecinos, el ladrido del perro de doña Carmen que siempre hacía el café allí. Aunque los odiaba a todos, al fin y al cabo, tenía un sentimiento de nostalgia en la parte más profunda de su ser, que añoraba el estar con personas para luego poder quejarse con razón. Esa parte, nostálgica y ansiosa, le llevó por el camino de su espacioso recibidor a abrir el portal cincelado de su puerta.

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⏰ Última actualización: Apr 08, 2021 ⏰

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