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A altas horas de la noche y con los sentidos embotados por el frío, Lumiere se dirigía al estudio

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A altas horas de la noche y con los sentidos embotados por el frío, Lumiere se dirigía al estudio.

Aquel día en particular le parecía misterioso, había despertado con un mal presentimiento, soñó con oscuridad otra vez, un fondo negro en el cual él creía ahogarse, lo acompañaba la sensación de sentirse observado. Bufó, después de todo llevaba su relicario bendito en uno de sus bolsillos.

Edere, al igual que muchos de los reinos mágicos, estaba lleno de supersticiones, santos imaginarios, supuestos mártires que desafiaron a los demonios para defender lo que creían justo, habían sido ilusos, demasiado confiados. Los santos no existían, por otra parte Los demonios eran demasiado reales.

Lumiere dirigió su mirada al cielo, tan oscuro, la niebla lo hacía ver más intimidante. Apenas podía notar las estrellas. Él suspiró.

Había decidido entonces que aquella noche pintaría el temperamento, un cielo tan negro que la niebla tuviese que adaptarse a él, debido a sus pesadillas, Lumiere comenzaba a odiar todo lo referente a la oscuridad pero lo sentía artístico, hoy no quería estar temeroso.

El estudio del señor Highfield se encontraba a unas cuadras del templo de la luz. Lumiere rió, era una ironía que el reino de Edere adorara a santos luminosos cuando era liderado por un rey capaz de sumirlos en la oscuridad.

No era un secreto que el monarca tenía sangre de demonio en sus venas, quienes son más atrevidos afirman que él mismo había asesinado a su padre, Lumiere lo creía también, tenía bastante lógica, un hombre impulsado por el deseo de poder era capaz de cualquier cosa.

Lumiere se detuvo, observó un tenue resplandor rojo en un callejón. Sentía curiosidad, también algo de miedo pero esa imagen parecía atraerlo. Se acercó lentamente, casi precavido, se sentía engatusado, no comprendía.

Exaltado se dio cuenta de que no podía dar un paso más, se sentía paralizado, como si estuviese viviendo una de sus pesadillas con los ojos abiertos. De repente la visión de Lumiere se volvió totalmente oscura, sentía algo aferrándole el cuello, no podía respirar, oía gritos desgarradores, sentía que sus tímpanos iban a explotar, para Lumiere parecieron horas pero la realidad es que ni siquiera habían transcurrido cinco minutos, en su mente él rogaba por un final, en cuestión de segundos se quedó sin esperanzas, supo que moriría aquella noche.

Era mentira, no había visto toda su vida correr frente a sus ojos, todo lo que veía eran rostros desfigurados que lo horrorizaban a tal punto de haber deseado que alguien le clavase una daga allí mismo y acabase con su tormento. Ni siquiera podía gritar, estaba completamente paralizado. Su vida era una más, moría como uno más, el pensamiento lo sumió en la pena, había ocurrido tan rápido, su vida acabada, ahora se preguntaba a dónde iría.

No pensó en su madre o en su padre muerto, no pensó en nadie que amaba, solo sintió un dolor que lo desgarraba de dentro hacia afuera, como si alguien intentara traspasarle el cuerpo.

En sus últimos momentos, una figura se materializó junto a él, Lumiere dio un respingo morturiento, porque se veía a sí mismo, pensó que era una burla, hubiese reído si no estuviese sufriendo.

–Hazle llegar mi mensaje –fue lo último que oyó antes de cerrar los ojos.

Los Demonios Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora