Hoy estoy lista para morir.

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Estoy preparándome para morir en mis propias manos, o quizás éstas ya son ajenas a las mías.
Toda mí vida he vivido bajo el lema "Todas las personas están traumatizadas" y, desde que soy consciente de que inevitablemente me concierne, trato desperadamente de encontrar la manera de tratarlo, de sacarlo a pasear, de esconderlo cuando haga falta, de llévalo al patio a jugar de vez en cuando y de pasarle un pañuelito cuando más lo necesite.
Sin pausa alguna me enfrasco en la misión de encontrar un lente de cámara que se ajuste a la situación y la encuadre lo suficiente para poder ser descubierta a profundidad y encontrar su raíz para poder cortarla, hasta hace unos instantes, porque hoy, estoy preparándome para morir.
Probando que mí fuerte nunca fueron las matemáticas, fallaron mis cálculos. Mí ego me contó un vago rumor que creí con todas mis fuerzas, murmurando permanentemente el orden divino de las cosas y hoy, a un paso de morir, descubro una verdad incandescente; no todos estamos preparados para morir, tampoco yo lo estoy.
Desde que nacemos y durante toda nuestra vida, nuestras bases son conformadas por tres cosas: nuestro suelo, nuestra columna vertebral y nuestros traumas. Estos últimos componen todo nuestro ser, desde una simple reacción o respuesta motora hasta la razón por la que una mujer se mutila su propia pierna o un hombre se da atracones sin parar con comida chatarra; están en cada latido, en cada vena y en cada respiro. Cuando te levantas sabes qué te da miedo, a veces es el simple hecho de vivir, otras veces es llegar tarde a tu nuevo trabajo. Al dormir sabes cuáles son tus mayores preocupaciones, varían desde no haber pagado las cuentas hasta pensar en si mañana tu pareja te seguirá amando o te abandonará igual que lo hizo anteriormente tu madre contigo.
En fin, he aquí el peor descubrimiento que hecho por cuenta propia. Sanar es morir. Probablemente también sea la frase más desafortunada del mundo, a estás alturas, eso da igual. Sanar es morir, y tenemos que morir para sanar porque si no, no vivimos, solo vagamos por el mundo cargando la mochila más pesada que existe. Entendí, muy a mí pesar, que sanar es sacarse la ropa lenta y dolorosamente, sacarse la piel y derramar sangre y lágrimas sin parar; Es borrar todo lo que fuimos y lo que somos con la esperanza de poder ser plenamente en un futuro. Si sanas, no solo mueres, si no que dejas de ser tú, las personas ya no te reconocerán por la calle, probablemente ya no asistas a la cena de todos los viernes con esa tía pesada, sin duda no demoraras tanto tiempo en vestirse y ruego en que no sigas teniendo miedo de vivir, pero te advierto, tampoco lo tengas de morir ahora, porque luego de que pase ésta tormenta no vendrá la calma, vendrán huracanes, tifones, terremotos y tsunamis que deberás afrontar pero, esta vez, lo haces con otros artilugios, con otras creencias y con otros amores.
Sanamos muriendo con el fin de renacer, de construir un "yo" que sea infinitamente tuyo, sumado de las cosas, las poesías, los besos, los errores y el cascarón que tú elijas añadir al combo.
Las gigantescas olas del mar no se ven de la misma manera cuando te sumerges y cruzas al otro lado antes de siquiera escuchar el sonido que hacen al romper, que cuando estás lejos de las mismas, te lo aseguro.
Hoy me estoy preparando para morir de la manera más digna y fiel que conozco, que es bajo mí permiso y mí ruego, porque sin duda sanar es una decision, una batalla y un camino larguísimo y serpenteante.
Abre el corazón y abre los ojos, en ese orden, camina, corre y sumérgete, que tú lugar en los campos de Elíseos te lo adueñaste en el preciso instante en que pensaste "Hoy estoy lista para morir".

09/04/21

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2021 ⏰

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