Capítulo 2

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Te buscaré

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Te buscaré.  


Ban divisó a lo lejos la figura de un demonio voraz, el cual los examinaba preparándose para atacar. Casi que como un sexto sentido —desarrollado después de tantos e incontables años en el Purgatorio— se lanzó a defenderse sin tan siquiera recibir la amenaza. El albino debía proteger a Namae a toda costa, obviamente él sabía todo el pasado de ella con su Capitán y, como tal, también era consciente de que el hada era la única capaz de salvarlo.

Comenzó una batalla bastante reñida. Durante siglos el de orbes rubíes se había fortalecido y había estado peleando contra incontables enemigos, llenándose de experiencia y habilidades, sin embargo, este peculiar demonio se empeñaba en darle disputa de la difícil. Ban bloqueaba, recibía e impartía golpes mientras impedía que el susodicho se acercara a Namae y mira que lo intentó, a su contrario parecía llamarlo la castaña que se encontraba distante y observando estupefacta.

Después de un rayo que salió de su boca e impactó en el pecho de Ban, el demonio casi consigue morderle un pie a Namae, aunque afortunadamente, su protector se había recuperado a tiempo y lo había agarrado impidiéndole tal acción.

—¡Tienes que ocultarte! —exclamó.

El albino trataba de contener los furiosos y decesperados movimientos del demonio, quien se removía y trataba de soltarse de la jaula de manos que lo ataba para poder llegar a la protagonista.

Por un momento los ojos de la muchacha lo examinaron, apreciando que ni se inmutaba con su compañero, no, él solo parecía querer alcanzarla, y eso la hizo recordar algo.

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Meliodas descansaba su cabeza en el regazo de Namae. Se encontraban sentados en la rama de un árbol lo suficientemente grande como para darle cama a todo el cuerpo del rubio y asiento al hada. Los pies de ella colgaban y apoyaba una de sus manos en la madera, mientras que con la otra acariciaba las hebras doradas de su amante, divisando su tranquilo y casi dormido rostro. El viento fresco los despeinada a ambos, mas traía consigo una sensación agradable y un ambiente de paz; el sol poniéndose en el horizonte los bañaba en unos hermosos colores rojos y naranjas.

Bendito momento, solo de ellos.

—¿Sabes? —inquierió él, abriendo una de sus esmeraldas y sonriéndole con todas sus fuerzas.

Ella se vio contagiada —. Sé muchas cosas, tendrás que específicar.

—Te encontré y me cambiaste, gracias a ti murió el demonio tosco y cruel al que todos temían. Antes asesinaba sin compasión y ahora sé, gracias a ti, que la vida es el mayor regalo que se nos puede obsequiar y que el amor es la luz que nos guía al futuro. Todo eso me has mostrado —Buscó los ojos de su amada.

Tus Recuerdos •|Meliodas|• ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora