Epílogo

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Ahí estaba yo, sentada en una de las filas de asientos de la iglesia

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Ahí estaba yo, sentada en una de las filas de asientos de la iglesia. A mí alrededor habían muchas personas —tus amigos y famialia—, pero yo solo tenía ojos para mirar al frente, porque allí estabas tú, sonriendo mientras te acomodabas el traje con impaciencia y nerviosismo. Te veías tan bien, seguías siendo tan atractivo a pesar de los años. Yo no pude evitar sonreír igual contagiada por tu felicidad, quería que nuestros ojos se encontraran pero sabía que jamás me verías, aún así la esperanza seguía latente.

De repente la música adornó el ambiente, y por primera vez aparté la vista de ti para posarla en ella. Las puertas abriéndose anunciaron su llegada y cuando entró con su hermoso traje blanco dejé escapar una risita, jamás pensé verla de ese modo, pero allí estaba también; sonreía igual, aunque por el velo casi no se le pudiera ver el rostro yo lo sabía, y también sabía que habiendo miles de personas ahí, ustedes dos solo se podían vislumbrar mutuamente, eso me enterneció el corazón.

Sé que el tiempo se te hizo eterno hasta que ella terminó de cruzar el pasillo y llegó a tí. Sé que cuando Ban te entregó su mano la tomaste con fuerza. Sé que le guiñaste un ojo antes de girarse hacia el cura. Sé que le dedicaste miradas fugaces durante toda la rutina. Sé que ella también lo hizo.

Y entonces comenzó, aquel señor quería tener toda su atención, pero nunca lo logró, porque ustedes no podían parar con aquellos ligeros y fugaces roces de miradas, porque se susurraban disimuladamente cosas inaudibles para los demás, porque estaban tan felices que no podían esperar, no tenían la paciencia necesaria para eso.

Y cuando los votos terminaron tu te giraste y tomaste sus dos manos a la par, le dijiste que querías compartir lo que te quedaba de vida a su lado. Yo te creí, lo hice por la forma en que sonreíste, por como tus mejillas se sonrojaron, porque no había pisca alguna de blasfemia en tus palabras. Ella hizo lo mismo, te prometió la eternidad a tu lado, más allá de la muerte, y tú lo aceptaste.

Entonces se besaron con tanto amor que fue suficiente para que yo supiera también que me habías superado, que justo como te había pedido me habías dejado ir, que habías seguido adelante con la persona que siempre estuvo enamorada de ti pero se lo guardó por nosotros.

Supe, Meliodas, en el momento en que uniste tu frente con la de Jaqueline que yo ahora solo era un recuerdo y que por fin avanzabas al futuro. Y eso, por raro que sonara, me llenó de paz el corazón. No estas solo, amor mío, ya nunca lo estarás.

Yo ya podía irme en paz. Para cuando las campanas de la iglesia marcaron el inicio de la fiesta, me había esfumado para siempre; pero antes de hacerlo te susurré algo que llegó a tus oídos solo como una sutil brisa, mas sabía que lo cumplirías.

Sé feliz, por tí y por mí.

Sé feliz, por tí y por mí

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Palabras del autor:

Bueno, sé que no es el final que imaginaron, pero nunca fue mi intención un final feliz por completo. La vida es una constante prueba que hay que pasar.

Primero que nada, llevo todo el día escribiendo, pero sabía que si no me proponía terminar esta historia de una vez seguiría dándole de largo; no quería hacerlos esperar tanto.

Estoy conforme, porque a pesar de todo, después de dos años junto a Jaqueline, Meliodas si encontró la felicidad, volvió a enamorarse, ella lo apoyó y lo ayudó en los momentos más difíciles de su vida. Jaqueline no es el reemplazo de Namae para él, quiero que lo sepan.

Me pareció interesante hacer el epílogo desde el punto de vista de Namae, creo que es una de las primeras veces que escribo en primera persona.

Aclaración: no es como que Namae fuera un fantasma, es que una parte del espíritu de ella se quedó junto a Meliodas velando por él, y cuando él por fin encontró su camino ella ya no era necesaria. Es una forma de decir que Meliodas encontró felicidad después de todo.

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~Sora.





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