Capítulo introductorio: El origen de mi "yo" especial

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Siempre le he prestado mucha atención a todo a mi alrededor...analizo cada cosa, cada detalle, cada parpadeo, cada respiración, siempre alerta, siendo
una parte del ambiente donde me encuentro,analizando desde una esquina el comportamiento de las personas.

Percepción, era como me gustaba llamarlo desde pequeña.

"No soy rara, solo soy perceptiva"

Esa era mi respuesta siempre al oír o deducir decir a los niños de mi clase en el jardín de niños—que ni siquiera sabían el significado de esa palabra—que parecía rara.

Para mis padres fue algo bueno al principio. No le prestaban gran atención a mi extraño comportamiento
e incluso les parecía una cualidad que demostraba una gran inteligencia y destacaba mi capacidad de análisis a tan corta edad.

Todo fue así hasta que mi abuelo falleció cuando yo tenía 8 años.

Se suponía que los días tristes debían ser nublados, lluviosos, tormentosos o fríos.

El día más triste de mi vida fue aquella tarde de septiembre, cuando el ya
débil, corazón de mi abuelito dejó de latir.

Recuerdo que el calor penetraba hasta el salón de clases, enrojecia mis pálidas mejillas mientras el sudor se escurría rebelde de mi frente hasta la mandíbula. La profesora me sacó de la clase en medio de las exposiciones de nuestras flores para el huerto escolar. Todos habíamos escogido cuidadosamente, desde semanas antes, una planta para sembrar en dicho huerto y cuidarla hasta fin de curso. Bien me había enseñado mi abuelo sobre flores, que era uno de sus miles de pasatiempos y ansiaba poder enseñarle como quedaría al final al salir de la escuela. Ansiaba ver su rostro orgulloso, con ojos achinados por la larga sonrisa que me profesaba cada vez que cumplía alguna de mis poco abarcadoras, pero ambisiosas metas de niña de 8 años.

Yo ya sabía del estado de mi abuelo,
desde hacia mucho tiempo. Lo vi quejarse cuando nadie lo veía, yendo a falsos viajes con mi abuela, que de seguro se trataban de consultas a médicos.

Excusando su falta de energía para caminar y mantener el ritmo en una caminata con su edad.

Lo veía susurrándole cosas a mi abuela en la cocina negándose a algo y luego tomando unas extrañas pastillas con resignación, como solía hacer ante las peticiones de aquella dura mujer.

Hacía unas semanas que estaba en casa, encamado, con unas horribles mangueras clavadas a la parte
interior del codo, con la mirada algo apagada pero con sonrisa reluciente.

Había dormido junto a él la noche
anterior. Me negué a bajarme de la enorme cama en la que estaba y lo abrace con dificultad a modo de
despedida. Él solo me acariciaba el cabello vagamente, en un reconfortante y necesario silencio con su mano libre, respirando con ayuda de un extraño aparato.

Repetía para mis adentros "solo un poco más, aguanta un poco mas abuelito" con la esperanza de que pudiera ver el resultado de mi proyecto y me regalara esa hermosa sonrisa de siempre y que lo siguiera haciendo el día siguiente y al siguiente, porque en ese momento no podía imaginar cómo de sería mi vida sin ellas.

Mi padre estaba esperándome en el pasillo cuando la maestra me sacó de la clase, y solo de ver su rostro pude entender qué sucedía. Le
di la mano sin decir una palabra, con lágrimas inconsolables cayendo a la par del sudor, coloreando mis mejillas de un horrible color carmesí, apretándola lo más fuerte que podía para no estallar en un sonoro grito en medio del pasillo.

Había perdido a mi maestro de oficios, mi narrador de cuentos, mi indiscutible defensor, mi cumplidor de caprichos, el
hombre más hermoso en la faz de la tierra...

Luego de eso comencé a ver a mi abuelo ocasionalmente por rincones de la casa. Lo veía parado en el jardín, en la cocina mirando a mi abuela con amor en
sus ojos. No me dirigía palabra alguna pero sabia que lo estaba viendo, que me quedaba viéndolo mientras me restregaba los ojos incrédula. Él en respuesta solo me lanzaba fugaces miradas con aprobación y cariño y eso era suficiente para mí.

Todo esto me alarmó en un principio
¿Cómo era posible ver a mi abuelito si él ya había muerto? Había visto como ponían su cuerpo sin vida dentro de una caja que luego colocaron bajo tierra.

De alguna manera fui acostumbrándome a ver cómo su figura se paseaba por la casa y mi miedo y desconcierto desapareció poco a poco. Me parecía aliviante poder seguir viéndolo de aquella manera, porque pensé que así nunca se iría realmente... podía escuchar sus pasos, sentir su aroma, verlo sonreír.

Pero al parecer yo era la única capaz de captar la presencia de mi abuelo...

Esto lo confirme en una tarde cuando mi padre iba a sentarse en uno de los muebles de la sala de estar, donde mi abuelo se encontraba y no se lo permití, grité con fuerza y lo aparte explicándole que mi abuelo se encontraba allí sentado.

A partir de ahí comenzaron las aburridas sesiones psicológicas y la preocupación hacia mí. Les decían a mis padres que esa era mi manera de enfrentarme al luto porque era muy pequeña y muy apegada a él, pero en realidad no sabían nada, no tenían ni idea de lo que me sucedía, ellos no sabían y no tenía modo de saberlo o entender lo que me pasaba.

No sabían que mi percepción era muy amplia, tan amplia que podía verlos a ellos... a los que se habían ido. Era un hecho que ya había aceptado. No había otra explicación para ello y lo acepte con facilidad, porque no solo veía al anciano de brillante sonrisa con arrugas a los costados de sus ojos...yo podía ver a más personas, personas que no conocía y que los demás parecían no notar. Veía niños, mujeres, hasta mis propios vecinos que habían fallecido.

Me mantuve en silencio y no dije nada a mis padres, simulando que mi condición había mejorado. Y es que haría cualquier cosa para que ellos no me llevaran más con esos tontos psicólogos que no hacían más que sacarles el dinero inútilmente deduciendo cosas que yo podía hacer fácilmente sin un estúpido doctorado. No diría nada para que todos no creyeran que me estaba volviendo loca. También porque en realidad no quería preocuparlos ya que no lo entenderían.

Así fue como decidí callar esta extraña habilidad, esa condición poco convencional que había desarrollado de forma misteriosa, ese pequeño detalle que hacía que una chica como yo, no fuera como los demás...

Los desaparecidos de LakegroundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora