Capítulo 7: ¿Quién es Rebecca Black? (Parte 1)

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El Padre me miraba fijo, fingiendo calma y desvinculación total con mi presencia en aquel lugar sagrado, pero sus ojos no me engañaban.

Podía ser muy bueno en aquellos vertiginosos discursos con los que le llenaba la cabeza a los ciudadanos asistentes a la iglesia, enredandolos con palabras vacías sobre redención y aceptación. Volviendo sus mentes cuadradas. Haciendo que ninguno se atreviera a cuestionarle, como si del mismo Jesucristo al que tanto alababa se tratase. Pero su mirada no me engañaba.

A veces las miradas y los gestos dudosos podían contradecir hasta la más ensayada mentira, por más que la repitiera en su mente para que una imagen creada por sí mismo le hiciera creer que sus palabras eran tan certeras como su existencia misma.

Por eso su mirada seguía sin engañarme.

Estaba un poco exhaltado, curioso, preguntándose internamente cuál era el asunto que había invocado mi presencia en ese sitio que tanto repudiaba. Tenía miedo de que sus lamentables fechorías hayan llegado a mis oídos. Casi podía oír los engranajes de su cabeza girando y trabajando para idear una contrapartida ante mis posibles acusaciones, que después fuera reafirmada por el Alcalde Simmons, en su defensa.

Porque sí...el Alcalde era su hada madrina.

Todos sabíamos que entre la iglesia y la dirección de Lakeground había un acuerdo que sobrepasaba la supuesta religiosidad de aquel dirigente. Un arreglo entre las dos entidades más poderosas regentes en el pueblo, para encubrirse mutuamente, para justificar casi lo injustificable y escapar ante los ojos de la ley.

Se podía decir que el Alcalde, como todos los integrantes de la carrera política, tenía cosas que ocultar, así como la iglesia y por esa razón Albert Simmons siempre se encargaba de que la iglesia quedara libre de todo mal, como en el padre nuestro estaba escrito...

¡Vaya! Parece que algo sobre religión si sabré a fin de cuentas.

Reí internamente ante mis pensamientos que demoraban milésimas de segundos, porque no necesitaba mucho tiempo para pensar todo lo malo del oportunista hipócrita que tenía en frente, que me irritaba con tan solo su presencia...pero no era este el momento de rendirle cuentas, ni pensar en lo mucho que me asqueaban los asuntos de política, más si había dedicado mi vida a servirle al estado. Ahora mismo poseía una necesaria información y solo con ese fin había parado en ese lugar.

-¿Y bien señorita Foster?¿Qué la trae por aquí?¿Necesita mi ayuda con algo? Sabe usted que estamos a su total disposición--Pregunto sonriendo ampliamente para aparentar sinceridad, haciendo que sus ojos se achinaran, ocultando la desesperación ante la duda que le invadía

-No se preocupe, no tiene nada que ver con usted, Padre

-Por supuesto que no...--Se extrañó...o más bien fingió hacerlo, arqueando una ceja con exageración--¿Por qué tendría que ver conmigo?

-Claro...¿Por qué tendría?--Respondí con cierto tono en la voz, advirtiéndole de que estaba consciente de los actos que a oscuras realizaba...

Más concretamente a las visitas a altas horas de la noche para brindar dinero a las pobres empleadas del club nocturno a la salida del pueblo a cambio de unas muestras de su amor al prójimo...

Que hipócrita...

El muy estúpido no tendría ni donde posarse si me empeñaba en despellejarlo.

-Dígame Padre...¿Vio usted alguna vez en la iglesia a una chica llamada Rebecca Black?

Sé que dudó, porque sus cejas se arrugaron un poco y contuvo la respiración en ese mismo segundo, meditando su respuesta.

-Por supuesto--Soltó todo el aire contenido--Conocí bien a Isabel, su madre, una mujer muy cristiana...Hizo la comunión de pequeña en esta misma iglesia...muy devota, igual que su familia claro está

Los desaparecidos de LakegroundDonde viven las historias. Descúbrelo ahora