[● REC 1]

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Meses antes. Busan, Corea del Sur. 22 de octubre del 2019.


La oscuridad abrazaba la calamidad de una de las pocas calles transitadas del distrito de Geumjeong-Gu en Busan. El negro y oscuro de la noche parecía ser un manto gigante que tapaba la poca visión que tenía en frente suyo.

No había casas a su alrededor, ninguna señal de vida, los automóviles no transcurrían por aquí y el frío del otoño lo azotaba como si fuera una fuerza paranormal, golpeándolo y haciéndolo temblar. Se detuvo. Sus piernas dejaron de funcionar y encogiéndose sujetó las cuerdas de la mochila en su hombro izquierdo mirando hacia sus pies. El asfalto estaba lleno de piedras y hojas cafés. Descansó un poco.

Suspiró cansado y se peinó el flequillo oscuro que caía por su frente hacia atrás, volvió a la caminata cinco minutos después. Gruñó. Tenía que tener paciencia, le faltaba poco para llegar a casa. Se rio. Esto le sucedía por ser un miserable desgraciado sin trabajo que todavía dependía de su familia y no tenía dinero para comprarse un coche. Se odió más de lo que ya lo hacía ayer y más que de lo que lo haría mañana.

Volvió a reírse golpeando una piedra contra el zapato. Al carajo la piedra. Estaba harto de las rocas. Todo colmaba su paciencia últimamente. Tan despreciable.

Y era que todos los días se repetía la misma historia de caminar por la oscuridad de regreso a casa cuando salía de la universidad. Sólo llevaba casi un año en esta última y sentía que quería dejarlo todo, pero no podía. Se suponía que se iba a recibir en febrero del próximo año si aprobaba todos los exámenes y obtendría su título de cinematógrafo, lo que siempre quiso ser. Pero al carajo lo que él quería, su familia estaba muy decepcionada de él por haberse mudado a Geumjeong-Gu en la última instancia de terminar la carrera. Pero Jimin realmente lo había necesitado. Necesitaba salir de su zona de confort en la capital y regresar a donde había crecido desde niño. La casa de la abuela estaba muy sola en la cima de la montaña, aparte. Y antes de que ella muriera, el pelinegro le había prometido que cuidaría de su hogar. Era justo lo que estaba haciendo desde hacía casi un año. Cuidando su hogar. No obstante, era abrumador.

Jimin se estaba cansando. Por parte quería regresar al centro de Busan y retomar sus clases en la universidad nacional, no tendría problema con volver a transferirse porque no afectaría para nada su carrera. Pero no podía hacerlo. Regresar a la ciudad sería darse por vencido en las cosas que él quería —cuidar la casa de la abuela y demostrarle a su familia que era un adulto—. Aun así, la ciudad era ruidosa y había gente tan extraña. No tenía amigos que extrañar, nunca los tuvo. Debido a su estúpida falta de poder comunicarme correctamente con las personas y ser un individuo callado, intimidante, tímido y solitario, sus compañeros de clases ni se tomaban el atrevimiento de hablarle.

Lo miraban con temor y desprecio.

"No le hablen, es un pandillero."

Pensando en todo eso, ya no le molestaba mucho tener que caminar un kilómetro de oscuridad todos los días para llegar a casa. Despacio para no agitarse demasiado. Aunque era cansador, pero le gustaba disfrutar del silencio de la noche, el increíble sonido de los grillos en los arbustos y los murciélagos en el cielo, el ruido de sus pies golpeando contra las piedras y estar rodeado por, a veces, estrellas luminosas junto la luna quien era su única compañera en estos momentos de soledad. Le agradaba el pastizal de césped crecido al lado de la carretera junto a las montañas en frente suyo y dejar vagar su mente un rato lejos de los individuos que pudieran hacerle daño.

Sí, vivir en el campo era un lujo para él.

—Llegaré después de la cena y mamá se enojará mucho—murmuró perdido para sí mismo y comenzó a caminar más rápido.

Exploration • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora