33. Helena

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El tiempo pasa y Vanesa no vuelve mencionar a mi hermano; yo tampoco saco el tema. No han pasado muchas cosas interesantes durante el resto del curso, así que ahorita todos están emocionados porque en dos semanas los chicos del equipo de basquetbol van a competir contra la escuela Los Cuatro Diamantes. Sebastián, que está dentro del equipo escolar, no para de alardear diciendo que son los mejores y asegura que el próximo año será el capitán, aunque no lo veo posible, ya que siempre ese puesto es para los de último año y todavía nos faltan dos. Para mi sorpresa, Vanesa se contagia del espíritu escolar y está emocionada.

—¿Van a ir al partido? —Nos pregunta—. Convencí a mi hermana de ir conmigo, ¿quieren venir también?

—No, gracias, tengo un compromiso con mi mamá —me invento. Si Evelyn va, yo no. Además no es que me llame mucho la atención ese evento.

—Me gustaría pero tengo clases de natación los sábados a esa hora —le recuerda. Puede faltar a la clase, pero estoy segura que no quiere ver neandertales musculosos corriendo y tirando el balón por unos aros.

—Oh —dice nuestra amiga con tristeza—. Bueno, les contaré con detalle todo lo que pasa.

—Claro —comento sin mucha emoción.

Ahora que Esteban no me intercepta en el pasillo, en los recesos puedo acomodar mis cosas con tranquilidad. Me gusta poner fotos de mi perrito y colocar mis libros de forma diferente.

—¡Hola! —Escucho una voz animada. Volteo y noto a Tania, que está a unos metros de mí.

—Hola —respondo. A veces me la encuentro por los pasillos o en el baño y nos saludamos con amabilidad.

—Te quería preguntar si irás a ver el juego contra los diamantes. Yo estoy con las porristas, estaría genial que fueras.

—Muchas gracias por la invitación, pero tengo un compromiso con mi mamá —digo la misma mentira que le inventé a Vanesa.

—Oh, bueno... Te veo luego —se despide.

—Hasta luego.

Cuando la pelirroja sale de mi campo de visión, noto que Esteban, que está un poco más lejos, me está viendo. Cuando terminamos definitivamente, sus miradas eran de tristeza, dolor y melancolía, pero esta que me está dirigiendo está llena de indiferencia. Es obvio que lo lastimé mucho, así como él a mí. Le dirijo la misma expresión, recordando que estas últimas semanas parece más unido a la perra arrastrada que nunca. Él es el primero en desviar la mirada, así que hago lo mismo. De reojo noto que se aleja. Me alegra que su presencia ya no me perturbe ni viceversa.



Mañana actualizo el siguiente, en el próximo capítulo la historia se entrelaza con Los mellizos Quintana, a los lectores de la primera historia les gustará :D

Nos vemos.




El excéntrico Esteban © |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora