Aringal

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En una isla llamada Kuá'len cercana a el continente de los elfos se alzaban cinco ciudades importantes y muchas otras pequeñas.

Esta isla estaba habitada por sus nativos, los elfos Kuá, que se diferenciaban del resto en que eran más bajos y su piel estaba manchada por lunares vinotintos.

La isla había sido anexada en el Imperio de Elfenheim hace siete mil años tras una cruenta guerra en la que los Kuá fueron diezmados por los elfos y sus tradiciones e historia practicamente borradas para facilitar la asimilación con el resto del Imperio.

La isla estaba gobernada por un regente escogido por el emperador que podía ser cambiado a capricho del mismo.

El actual regente se llamaba Aringal y llevaba diez años en el puesto, gobernando desde Kuá'Minapalal, la ciudad capital.

Aringal se encontraba sentado firmando algunos documentos sobre entregas de impuestos cuando un mensajero entró corriendo en la habitación.

—¿Si? —Pregunto Aringal, irritado por la intromisión.

—El Emperador Dairanel... —Fue lo único que alcanzó a decir el mensajero mientras jadeaba por cansancio.

—¡Ya se que el Emperador quiere que le envíe los impuestos y tributos! ¡Ve y dile que llegarán la próxima semana! —Interrumpió Aringal bastante molesto.

—...Está muerto.

—Oh. ¿Quién va a ser el sucesor? No había heredero.

—No está claro. Pero al dictador temporal del Imperio le pareció oportuno recordar que Kuá'len no le juró lealtad al rey, sino a Elfenheim, por lo que sería recomendable abstenerse de realizar demostraciones en contra del Imperio; la más mínima falta de respeto contra el mismo o al fallecido emperador podría considerarse como traición y usted, al ser el representante de los Kuá será acontable por cualquier crimen. Se le ordena también que debe dar la fatídica noticia al pueblo lo más pronto posible—. Informa el mensajero, sorprendido e indignado por la casi nula reacción de Aringal ante la noticia.

—¿Quién es el dictador temporal?

—Hasta que se decida quien de entre todos los nobles califica para ser el nuevo emperador, el general del ejército de tierra adquiere todas las funciones del emperador. El regente actual es Maerfael.

El mensajero se retiró y Aringal se levantó de su silla para acostarse en el suelo y pensar sobre sus opciones.

Acostarse en el suelo para pensar era una manía muy extraña de Aringal que no sabía explicar de donde venía, sin embargo, era algo que le servía bastante.

Aringal estaba obligado a informarle a loa Kuá de la muerte del emperador. El problema radicaba en que si lo hacía posiblemente los Kuá celebrarían e incluso más debido al vacío de poder existente debido a la falta de un sucesor. Pero si no lo hacía estaría fallando a sus deberes como regente de Kuá'len.

—¡Me han tendido una trampa! ¡Maerfael es un desgraciado! —Exclamó Aringal frustrado. Cualquier desición que tomara podría convertirse en una excusa para eliminarlo del cargo y poner a alguien afín al dictador.

Al cabo de un rato sus brazos manchados se volvieron el foco de sus pensamientos. Podía tratar de quedar bien con sus superiores en el gobierno imperial y fracasar o podía quedar bien con su pueblo, los Kuá.

En caso de un alzamiento, las seis grandes ciudades deben ser tomadas con rapidez, sin embargo, debido a la baja presencia militar de la isla ese no sería un problema. Las dificultades se encuentran en resistir una posterior invasión naval a la isla.

—¿Vale la pena morir por Kuá'len? —Se preguntó Aringal a si mismo—. No, no lo vale. Pero si me van a ejecutar por traición cuando los Kuá celebren la muerte del emperador, prefiero suicidarme.

Aringal salió de su escritorio rumbo al balcón de su casa, el cual daba vista al mercado central de la ciudad, lugar de principal actividad económica en toda Kuá'Minapalal.

—Toque las campanas de la casa—Ordenó Aringal a un guardia—. Tengo un anuncio importante que hacer y es necesario que lo escuche la mayor cantidad de Kuás posibles.

ElfenheimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora