El Informante

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Liverle se dirigía confiado a decirle todo lo que había descubierto a Elinián, que era prácticamente nada relevante a la sospechas del obispo, pero eran historias de lo que había pasado en Isla Lukai y Viento Cortante que estaba seguro de que le satisfaría lo suficiente como para darle libertad más adelante.

Escoltado por un guardia, con las manos dentro de un grillete y las piernas con una cadena que no le permitía dar pasos largos, el prisionero llegó a la misma habitación de la última vez, Elinián lo estaba esperando dentro ya, sentado frente a la mesa, viendo directamente hacia la puerta.

—Llegas seis minutos más tarde de lo acordado—Recalcó Elinián apenas el guardia salió y dejo solos a ambos—. Explícate, ¿Acaso conspiras contra mí?

—No está en mi poder el hecho de que la prisión tarde tanto en dar la autorización de reunirme con usted—Respondió Liverle rápidamente, preocupándose por el tono del obispo—. De todos modos puede que los infiltrados quieran simplemente sabotear todas sus actividades porque no saben si está planeando algo.

—Tienes razón Liverle, seguramente sospechan de mi. Ahora, revélame que has descubierto.

—Hace dos días escuché de uno de mis compañeros de celda que vió a Sesmar en Galalid durante el asunto de la Lamia, también dijo que unos días después el ahora Rey Elemor habló muy positivamente de el y sus compañeros.

—¿Quién es este Sesmar? ¿Un humano?

—El ahora rey de Bern. Gracias a el los dioses de Lexodia triunfaron sobre Gil-Garald.

—Demonios de Lexodia Liverle—Corrigió Elinián—. Son demonios.

—Bueno, como sea—Contestó Liverle, ganándose una mirada furiosa de Elinián—. Elemor y Elyosea tienen relaciones personales con Sesmar y también con sus compañeros, además de que muchos de los que lucharon contra Gil-Garald decidieron quedarse a vivir allá.

—Los demonios corrompieron las colonias antes de esparcir su veneno aquí en el continente. Le solicitaré a Marfael que destituya a ambos reyes y elimine a los elfos marcados—Comentó Elinián—. ¿Hay algo más?

—Bueno si, escuché que la mano derecha de Elemor es un va—Dijo Liverle antes de ser interrumpido por un un par de golpes en la puerta.

—Buenos días, obispo Elinián—Saludó Angal, abriendo la puerta, con unas llaves y una carta en mano

—¿¡A qué se debe esta intromisión!? ¿¡Acaso no ve que estoy en medio de un interrogatorio!? —Espetó Elinián dando un golpe en la mesa.

—Pues ya no más—Respondió Angal lanzando la carta a Elinián por encima de Liverle y la mesa—. Por decreto de el dictador Marfael, este elfo, ¿Liverle no?

—Correcto—Asintió Liverle.

—Y todos los otros prisioneros, ahora son libres.

Elinián sintió como si su corazón se detuviese al oír esas palabras. Marfael estaba y posiblemente era el líder de los infiltrados en el gobierno y ahora lo controlaban todo. Ahora realmente no sabía en quien podía confiar.

—Nos veremos de nuevo Liverle—Se despidió Elinián levantándose de su asiento.

—¿Fue eso una amenaza? —Cuestionó  Angal a Elinián dejando a un lado a Liverle, que aún tenía las piernas encadenadas.

—¿Lo fue? —Respondió Elinián mirándolo directamente a sus ojos mientras se acercaba.

—Tu no tienes ningún poder sobre mí—Avisó Angal refiriéndose a su rango y títulos—.

—¿Estás seguro de eso?

Con una sonrisa en el rostro, Elinián terminó de irse y Angal continuó desencadenando a Liverle.

—Estás sudando—Comentó Liverle.

Angal estaba prácticamente temblando. El estaba diciendo la verdad en que su rango es muy superior al de obispo, pero Elinián también decía la verdad en que si tenía poder sobre el, tal vez no directamente, pero si de otros modos.

ElfenheimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora