Era un día de invierno, volvían a arrastrarse las pesadas sombras por las tardes, la luz agonizaba a temprana hora y tú caminabas por una calle cuya única farola al final de la misma estaba descompuesta, o eso creías.
Había sido un día difícil, como tantos otros, los primeros años de la vida adulta son una pesadilla, es como si una ola de realidad se abalanzara sobre ti e intentara hundirte, arrastrándote por una bahía llena de rocas filosas que se clavan en tu mente y te impiden respirar, pensar con claridad y ver las cosas buenas que se cruzan frente a ti, dejando solo los aciagos acontecimientos, dejándote sin visión clara de la realidad, haciéndote sentir peor de lo que deberías, saboteándote. No lo sabías pero quizás eso estaba a punto de cambiar.
Avanzabas a paso veloz porque te diste cuenta que en aquella larga calle, una figura se había unido a un distancia considerable a tu caminata nocturna e imitaba tu paso, el cual carecía de seguridad pero poco a poco ganaba velocidad. No sabías si era la adrenalina, pero podrías jurar que al final de la calle, en la intersección con la siguiente, la oscuridad se hacía más densa, e incluso, tomaba la forma de personas que serpenteaban sobre el pavimento y avanzaban hacia ti. Aún había unos metros de distancia entre ambas figuras; las que pertenecían al reino de la crueldad humana y las fuerzas ocultas pertenecientes a lo que estabas convencida, era tu imaginación, y no sabías cuales te causaban más temor. Tenías que hacer una elección, pero tu carácter indeciso siempre se oponía a tu voluntad.
La figura; un hombre malintencionado pudiste distinguir, avanzó y estaba corriendo hacia ti, tú corriste entonces hacia la sombra con vida propia, pero probablemente sin alma, que avanzaba también amenazadoramente hacia a ti, si era producto de tu atemorizada imaginación, no había demasiado daño que pudiera causarte.
Te detuviste en el punto de colisión de ambos, aturdida, asustada, perdida, sola. Era una sensación que siempre estaba ahí, pero esta vez te gritaba en la cara que estaba ahí. Y entonces, contra todo pronóstico, contra toda acción de tu cuerpo, contra la respuesta de la evolución para reaccionar ante el peligro y sobrevivir; te dejaste caer sobre tus rodillas y llevaste a tu cara tus manos para cubrir tu llanto, querías gritar pero algo te lo impedía, tenías la sensación de que si te quedabas ahí, pasarías desapercibida, tus acosadores pasarían de largo porque quizás lograrías que el ambiente te absorbiera y la oscuridad abriera sus brazos para refugiarte en ellos, que te convertirías en una sombra más que nadie ve al pasar, que dejaras de existir, porque hasta cierto punto estabas acostumbrada a ello, y era mejor que estas nuevas formas de atención.
Los pasos y el silencio se acercaban hacia a ti, hasta que escuchaste un sonido diferente a lo que habías escuchado el último par de minutos. Era como un zumbido, pero no era proveniente de un insecto nocturno, no era el tipo de zumbido que podrías distinguir, por un momento te asustaste, tenías miedo de mirar, así que refugiaste más entre tus brazos, lo que fuera que fuera a pasarte, al menos no tendrías que verlo, apretaste tus ojos con fuerza.
No querías escuchar más, no querías ver más, pero además del zumbido una luz brillante atravesó tus párpados. Y luego: el sonido de una pelea. Golpes de piel contra piel, y luego algo más, quejidos de hombres a causa de la lucha que sostenían. Sacaste tu rostro y tu cabeza de su improvisado escondite para observar. En efecto, había un hombre de cabello revuelto y vestimenta poco ordinaria que iba de lo formal a lo informal en un par de vistazos, ya que acompañaba su traje de color azul oscuro a rayas, con un par de tenis de color cálido. Pero aquello no era lo más extraño de dicho sujeto —además de que no sabías de donde había salido— sino que también parecía estar haciendo una actuación —o jugando mímica— porque parecía lanzar golpes al vacío, a la oscuridad.
— ¿Alguna vez has escuchado de la antimateria o energía oscura?— Dijo el hombre con la respiración entrecortada a causa del esfuerzo físico al que se estaba sometiendo en su lucha contra lo invisible, algo con lo que podías de alguna manera, identificarte. Te limitaste a asentir, mientras continuabas en tu sitio.— Bueno, pues se cree que equivale a la mitad o más de la materia que hay en el universo, y los humanos no han sido capaces de estudiarla propiamente, lo cual es un alivio pues es muy peligrosa si alguien la molesta.