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Lo primero que hay que hacer es...


— ¡Zack!

— ¡Zack!

¿Qué es eso? escucho a alguien pero suena distante.

— ¡Maldita sea, Zack Holler! ¡Despierta!

La cachetada de Elliot consigue revivirme por completo. Sobresalto en el cómodo sofá y sobo mi mejilla que palpita y mire asesinamente a Elliot por despertarme así. Solté un quejido y me incorporé mientras sopesaba el lugar en el que estoy. Casi como si quisiera confirmar que estoy en casa.

—Mierda. Por un momento pensé que te habías ido por culpa de una sobredosis. —dijo aliviado. Estaba sentado al lado de mí, tenía ojeras y su usual cabello revuelto.

—Yo no consumo.

—Nunca dije que fuera bajo tu propia voluntad.

Mire detrás de mí para apreciar el bello sol de la mañana de hoy a través del enorme ventanal del tamaño de la pared del apartamento e ignore las palabras del imbécil amigo con el que vivo.

Elliot se levantó de mi lado al notarme mejor y se dispuso a cocinar un desayuno decente para la "resaca" de la fiesta de anoche en silencio.

Suspire dándole una repasada agradecida al lugar al que llamo mi hogar. Con un aprecio y alivio que me hizo reconsiderar el cómo trato a este preciado apartamento. Ahogándome en el olor del ambiente al que ya estoy familiarizado como una forma de asegurarme que estoy a salvo.

Es normal para los universitarios vivir juntos y como la gran mayoría de los que vivimos en este departamento, el lugar es un completo desastre. Ropa, libros, zapatos y cables de cargadores están por todos lados. Cabe mencionar que vivimos tres personas y media aquí, Ryan, Elliot y yo, pero algunas veces también se queda Akriel.

El apartamento es originario de Ryan y es enorme, tiene grandes ventanas y colores neutrales característicos de la gente rica, no sé por qué. Este apartamento es un regalo de sus adinerados padres y sí que posee el porte de alguien con altas mesadas.

Salí del enorme sillón en forma de L y me encamine hasta la cocina donde el desordenado Elliot estaba batiendo huevos para hacer omelette a la vez que mascaba un chicle. Saque una botella de agua de la nevera.

Me duele la cabeza y mi cuerpo se siente tan cansado, como si no hubiera dormido y en cambio, estuviera en una oficina agotadora hasta la madrugada.

— ¿Cómo diablos llegué aquí? —le pregunte al castaño tomando de la bebida.

—Los hermanos H te encontraron en un callejón hace como una hora antes de que amaneciera y te trajeron aquí.

—Ya veo. —¿estaba desmayado? ¿En la calle?— ¿Tú ya habías llegado de la fiesta?

—No, ellos me llamaron para que trajera las llaves porque me pediste que las tuviera cuando llegamos allá.

Es cierto, al llegar a la fiesta le dije a Elliot que sería mejor si él tuviera mis llaves porque a mí no me gusta cargar con cosas personales cuando voy de fiesta. Me da miedo que apueste las llaves de la casa estando ebrio y qué sé yo, que entre un extraño a la casa.

El continuo moviéndose por la cocina con una naturalidad impresionante. Su cabello oscuro batiéndose cada que giraba la cabeza y su expresión seria que pone al estar concentrado me entretuvo unos minutos.

¿Los hermanos H me encontraron en un callejón? ¿Estaba tan ebrio que soñé todo eso?

El siseo del sartén me hace prestar atención. Estruje la botella de agua en medio de mis cavilaciones. El lugar se llenó del olor de los huevos consiguiendo hacer gruñir mi estómago. Mordí mi labio meditando los acontecimientos recientes, lo recuerdo todo. Pero...

TONITRUS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora