El consultorio de enfrente de la ventana

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Era una tarde nublada, cuando a través de mi ventana podía ver el consultorio del doctor que habitaba enfrente, no era muy común por aquellos lugares tener personas tan distinguidas entre nosotros, imaginaba que esa era la razón por la que a menudo su consultorio estaba tan concurrido; y para ser honesto, no tenía la más mínima idea de qué tipo de doctor era en realidad, al inicio, creía que era un doctor demasiado común, pues solía estar rodeado de varios tipos de personas, pero después, noté una anormalidad en sus pacientes, pues ellos a menudo llegaban tan perdidos en sí o incluso diciendo cosas sin sentido alguno...

Yo tenía tanta curiosidad al respecto, puesto que nadie se atrevía hablar sobre lo sucedido en la vivienda, era algo tan notable, pues, con frecuencia se escuchaban gritos, pero aún y con eso, nadie era capas de mencionar en lo más mínimo algo, incluso, yo era incapaz de hacerlo, sabía que algo anda mal, no me atrevía a cuestionar todas aquellas situaciones obvias y confusas.

Sin embargo, un día, observando a través de la venta del salón, noté algo poco común, un jovencito, no era que antes no hubiera visto personas jóvenes en sus alrededores o ingresando en el misterioso consultorio, esto era diferente en su totalidad, aquel joven era arrastrado con gran determinación por dos hombres mucho más altos y fuertes que él y, aunque estaba a unas cuadras de la vivienda, estaba seguro a donde se dirigía, con la ventana entre abierta, había logrado escuchar lo que decía.

"No estoy mal, no estoy enfermo, no me castiguen de este modo..."

No lograba comprender con exactitud a lo que se refería, pero estaba claro que él no era como los otros pacientes, no tenía todas las características "diferentes" con la que había distinguido al los otros.

Mientras seguía con la mirada al joven, que era arrastrando al interior del consultorio, me perdí en mis pensamientos; sin duda necesitaría descubrir lo que ocultaba la vivienda de enfrente.

~

Eran pasada la medianoche, yo seguí escuchando los gritos provenientes del ya muy misterioso consultorio, no lograba dormir profundamente, ni siquiera lograba cerrar lo ojos, cada que lo intentaba, aparecían esos gritos desgarradores, era más que evidente que necesitaba poner fin a todo esto, a los gritos, a las dudas, a la preocupación que aumentaba con el pasar de los minutos; sin titubear, me levante apresuradamente de la cama, me acerqué a la venta de la habitación y observé detenidamente la calle, asegurándome de que no hubiera ningún alma deambulando por ahí, alguna que frustrara mi patético intento de investigación.

Al encontrarme fuera de mi casa, no lo dudé y empecé a dar pasos largos en dirección al consultorio que tenía enfrente, algo nervioso en medida que iba acercándome, y tocando por encima del abrigo, aquel pequeño revólver que había tenido guardado por años en uno de los cajones de mi escritorio para algún caso de emergencia, y esto parecía ser una de esas emergencias.

Al llegar a la entrada del misterioso consultorio, leí con gran atención la pequeña placa que se encontraba por encima del timbre, era un nombre bastante inusual, el nombre del famoso doctor que habita dicho lugar. Continué con mi objetivo, buscar alguna forma de entrar sin ser descubierto ni levantar sospecha alguna, al asomarme por la ventana cercana a la puerta, noté que un candelabro alumbraba una mesita cercana a esta y justo a su lado había un sin fin de carpetas, donde resaltaban nombres en las pestañas de los costados, sin duda eran nombres de los pacientes, eso me parecía.

Después de varios intentos, logré abrir la puerta principal, entrando por ella silenciosamente y atento a cualquier ruido, a estas alturas, los gritos habían disminuido en su totalidad, lo que complicaba un poco mi pequeña investigación; aún así, seguí con mi caminata, llegando al inicio de las escaleras, comencé a escuchar susurros, dejándome llevar por lo que escuchaba, comencé a subir las escaleras.

Quedé sorprendido al instante que termine de estar por completo en la planta alta, pues no parecía un consultorio común, en una de las habitaciones, en el fondo, alcanzaba a ver una figura sentada en una silla, la puerta estaba medio abierta, me acerqué al lugar con la esperanza de tener mis respuestas, y honestamente me sorprendió de que así fuera.

En la habitación, se encontraba aquel joven que había visto en la tarde, aquel que había sido arrastrado hasta aquel consultorio en el que ahora yo me encontraba.

-¿te encuentras bien?, ¿por qué estás aquí? - me apresure a decirle mientras me encargaba de desatarlo de aquella peculiar silla. -

-No deberías estar en contacto con este enfermo.

Me detuve enseguida, aquella voz me había puesto nervioso en el momento que la escuché, sigilosamente me giré para saber de quién provenía, y sin duda era de aquella persona que pensaba. El doctor se encontraba observando con curiosidad desde el marco de la puerta, en sus manos llevaba una bandeja con material médico, mucho que no identifique del todo.

-¿por qué está aquí?

-Él -señaló al joven que seguía sentado en la silla - está enfermo, necesitamos ayudarlo para que pueda mejorar. Ahora, sal de aquí para que pueda continuar con mi trabajo - sé acercó a mí y me apartó del lugar con suavidad.

Y entonces, sucedió, aquel doctor no se dedicaba a curar a sus pacientes con medicina, eran "operaciones", al fin había respondido una de mis grandes dudas, era un médico cirujano, uno sádico, pues, acepta realizar lobotomías como una forma de curación, era inaceptable, no podía permitirlo.

-Deténte - agarre su mano con fuerza antes de que comenzara la tan innecesaria práctica - no puedes hacerlo.

-Es un procedimiento sencillo, saludable y efectivo, es mucho más fácil que curar un dolor de muelas, ¿no lo habías escuchado?

Estaba tan impactando por su palabras, ¿cómo era posible que pensara de esa forma?

-Pero... ¿qué es lo que tiene como para querer hacerle esto?

-En este mundo no hay espacio para las cosas extravagantes, en los últimos tiempos, se han inventado tantos conceptos respecto algunos temas. Puedo solucionarlo, si me lo preguntas... -me señaló un libro que estaba abierto en la mesa cercana a la silla del joven- el supuesto concepto está ahí, puedes revisarlo.

Apresuradamente me acerqué al libro mencionado, leyendo cuidadosamente cada palabra.

-¿El joven es... Panxesual?, eso ha sido aceptado en los últimos tiempos, la atracción por otras personas independientemente de su sexo o identidad de género, no es nada malo, ¿por qué querer practicarle una lobotomía a alguien que no la necesita?

-Este particular... caso, se derivó al problema que reciente descubrí en su rodilla... está muy grave.

Retrocedí poco a poco, dispuesto a contarle a la policía lo que estaba ocurriendo en aquel consultorio, observando todo a mi alrededor, frascos, cajas; algo había llamado mi atención, un mueble lleno de tubos llenos de líquidos con un peculiar color, cada uno de ellos tenía un menisco distinto, lo que me indica que el líquido de los tubos era algo más que simple agua mezclada con algún otro líquido.

Sin más, di media vuelta y salí del lugar a una velocidad inhumana, alejándome del consultorio siniestro.

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Inspirado en las palabras subrayadas.

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