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El cielo por las noches era similar a un infinito océano de estrellas; cada una de ellas armoniosamente coincidía con alguna otra y parecía que ese firmamento tan oscuro y profundo aguardaba diamantes pequeños en él. 

Justo al exterior, el aire era salado. Ya era octubre y los vientos danzando en espirales hacían que justo ese objeto colgado en el pórtico del hogar de Gon, se permitiera hacer su presencia con el sonido melifluo que emitía sin ser errado. 

Las ondas de sonido de esas campanas de viento eran tan altas que, Killua, quien estaba recostado en su propia cama, en la casa justo al lado izquierdo, logró percibirlas sin problema alguno. 

Descansó sus ojos de manera suave por un lapso muy corto, que podría incluso catalogarse como un parpadeo bastante lento. Sentía que de a poco podría dejarse llevar y descansar bajo el seno de la paz, hasta perder la consciencia por completo. La grata melodía ingresaba sin problema alguno a través de sus conductos auditivos. 

Esa noche probablemente lo tenía absolutamente todo, para ser capaz de llevar a cabo aquello: el dormir sin preocupaciones. 

Pero en definitiva no podía ser de ese modo; así que en lugar de intentarlo otra vez, abrió sus ojos. 

En los últimos días, dentro de su ser, sentía que vivía en un limbo. Le era complicado mantener un ritmo apegado a la realidad su propia vida y la mayor pregunta para él, era el porqué razón se sentía de esa manera. 

Había comenzado a perder la noción del tiempo. De los segundos, de los minutos, de los días. Y por esa misma razón, no tenía idea de cuánto tiempo se había quedado observando el techo de su habitación con sus ojos bien abiertos en la oscuridad y bastante acostumbrado a ella, porque si bien, antes no era capaz de ver ni siquiera figuras, ahora lograba hacerlo con facilidad. 

Veía algunas manchas de dudosa procedencia en el techo, el foco y junto a él, algunos residuos de moho. 

La única fuente de luz ligera era el exterior gracias a la ventana con las cortinas arriba. 

Todo era silencioso, sin embargo, notaba esos sonido sutiles a las afueras del callado vecindario. Los grillos nocturnos, el viento soplando fuertemente con dirección al sur y voces lejanas de personas desconocidas. 

Volteó la cabeza a un lado; pudo ver el reloj digital con la hora marcada en las doce con treinta y cuatro minutos de la mañana. La luz roja de los números era bastante molesta; se demoró unos segundos en ajustar su vista para definir qué dígitos era los que veía. Ya en ese punto, sospechaba su vista estaba considerablemente dañada desde que comenzó el año. Había estado jugando videojuegos durante la noche en la oscuridad hasta que sus ojos se irritaban y estaba seguro que era por eso. 

Ya llevaba más de una hora intentando dormir y su cuerpo lo sentía pesado, un poco más y casi arrastraba los pies al caminar si llegaba de alguna manera caminar unos cuantos metros. 

Sus brazos lograron colgar unos centímetros fuera de la cama individual, demostrando que se había extendido libremente sobre su colcha. Tenía la sábana blanca sobrepuesta y enredada entre sus piernas por el constante movimiento. Dos horas más y sabía que si no lograba conciliar el sueño, iba a tener otra mala noche. 

Levantó su cuerpo, sólo hasta lograr estar sentado en la cama y arrastró sus pies a la orilla, deshaciéndose de la sabana y colgando sus pies por un lado. 

Sleepless Night | 𝒌𝒊𝒍𝒍𝒖𝒈𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora