O1

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Capítulo O1 | Nada interesante

JAVIER

¿No les parece una ironía de la vida que, habiendo millones de habitantes en el planeta, te termine gustando la persona más inalcanzable?

Pues cómo habría de evitarlo yo, si estoy hablando de Miguel Bernal, el muchacho más extraordinario de mi instituto. Con esa belleza que irradia sin saberlo, su personalidad bondadosa y esos gestos inconscientes que reflejan la pureza de sus emociones, no me costó mucho darme cuenta de que había caído redondito por él.

Vivo soñando despierto, imaginando miles de escenarios románticos planificados con minuciosidad para que su extravagante ser sea feliz. A diario somos los protagonistas de las más bellas historias de amor, tan preciosas que no son dignas de habitar en otra imaginación cualquiera.

Pero tristemente sólo es eso, mi imaginación.

En la vida real, cuando tengo que plantarme cara a cara con él, me desplomo... Y me desanima recordar que no existo ni siquiera en los rincones de su memoria a corto plazo. No soy nadie en su realidad. Mi disfluencia del habla, alias tartamudez, nunca había sido un impedimento tan grande desde que entré a la preparatoria.

Desde que tengo uso de mi existencia, he preferido pasar desapercibido en conversaciones con personas lejanas a mi pobre círculo social. Solía pensar que estaba bien con mis dos mejores amigos, creía que no necesitaba más. Hasta donde recuerdo, he preferido quedarme callado y hablar únicamente cuando fuera justo y necesario... Pero entonces, me enteré de la existencia de Miguel y mis esquemas se derrumbaron hasta la inutilidad. No pude evitarlo, Miguel Bernal es tan espléndido que me siento hasta culpable por respirar su mismo aire.

Al menos tengo la fortuna de no compartir la misma aula, no quiero imaginar cómo sería tener que convivir de cerca con él si ya me pongo nervioso con verlo desde lejos. 

—¡Tierra llamando a Javi! —May chasquea sus dedos frente a mis ojos para despabilarme.

De pronto ya no estoy más en la terraza de una prestigiosa cafetería de Paris tomado de la mano de mi platónico, si no en la casual mesa del patio de la escuela un viernes por la mañana. Es la hora del almuerzo y May y Rubén están sentados en los asientos paralelos a mí, viéndome con esos semblantes albureros que tanto me molestan. Pestañeo varias veces a fin de desintegrar los restos de mi ilusión, viendo una última vez la sonrisa de Mike antes de regresar la atención a mi amigo pelinegro.

Lunes por la mañana.
En alguna parte de México.

—Otra vez soñando despierto —canturrea él, deslizando sus gafas por el puente de su nariz sin borrar la burla de su sonrisa.

—¿Qué quieres? —gruño molesto por haber sido interrumpido mientras soñaba despierto.

—Que si te vas a comer tus papas fritas. Porque las pobrecitas están ahí tristes esperando tu atención.

Me encojo de hombros, viendo la dichosa bandeja desechable junto a mi mano antes de deslizarla por la mesa.

—No, cómanselas. No t-te-tengo hambre.

Me encojo de hombros, notando la dichosa bandeja desechable junto a mi mano antes de deslizarla sobre la mesa. Ya no tengo apetito. Ambos sonríen como si acabaran de sacar un boleto ganador de lotería y no tardan en abalanzarse por el recipiente, dispuestos a pelear por él con garras y dientes si es necesario. Mientras tanto yo los contemplo en silencio, porque no me deja de sorprenderme la cantidad de diferencias que hay entre nosotros y que, aún así, no son suficientes para separarnos:

Tortillas de harina | MikellinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora