Los años no perdonan

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Alexander tomó mi maleta de cuatro ruedas, la cual era grande pero era práctica desplazarla y no se notaba lo pesada que estaba hasta que Alexander abrió la cajuela de su bonito auto.

—¡Rayos, esta pesada!, rápidamente me acerqué para intentar ayudarlo pero él logró subirla solo. —Dime que no has matado a tu padre y lo has escondido dentro para deshacerte de él me dijo burlón. Yo sonreí, su sentido del sarcasmo y del humor seguían siendo deliciosamente perfectos.

—Naaaa, dije juguetón, —aunque no la abras hasta estar en tu casa o el que está dentro puede escapar. Alexander me guiñó el ojo con complicidad, —en ese caso huyamos.

—Me alegra volver a verte, me dijo Alexander con el rostro radiante de felicidad. En mi interior suplicaba a cualquier deidad gay que por favor Alexander no vaya a decir la frase, "Eres como mi hermanito", porque obviamente yo pensaba mientras le miraba su turgente trasero en hacerle cosas que ningún hermano en su sano juicio haría.

—A mí igual me alegra.

Yo notaba algo tenso a Alexander, —¿pasa algo?, en ese momento una luz roja se encendió en mi cerebrito, tal vez Alexander tenía ya una pareja en casa o en su vida y yo ignorando ese detalle todos estos años.

Mi corazón empezó a palpitar casi casi suplicando por dejarlo en libertad fuera de mi cuerpo y un dolor me hizo ser consciente de mi mismo.

Alexander disminuyó la velocidad por el circuito que transitabamos hasta que impaciente se orilló, —¿Te dijeron algo tus padres o Vane?, yo negué con la cabeza. Sentía que mi velocidad mental disminuyó considerablemente.

—¿Qué tengo que saber Alexander?, mis ojos lo veían detrás de sus gafas y su barba de unos tres días. Trataba de no mostrarme ansioso, pero ¿cómo se suponía que haría eso si él reaccionaba de esa forma?.

Alexander suspiró y se pasó la mano por el cabello, —Yo te busqué muchas veces luego de que te alejaron, Vane me contó lo que sucedió y yo quise saber de ti. Su voz

era dolorosa, —tu padre... Bueno él me dijo que si yo intentaba buscarte el me metería a la cárcel porque tú eras menor. Así que solamente sabía de ti por Vanessa.

Todo aquello era como muchas cucarachas corriendo por mi cerebro. Era una porquería saber que Alexander me buscó y ni mi hermana me dijo algo. Casi como si pudiera leer mi mente Alexander suspiró, —yo tuve miedo pero eso no me impidió querer saber de ti. Fue Vanessa la que me decía como estabas, el asombro se dibujó en mi rostro. Y recordé casi como si viera la película de mi vida años atrás que puse atención en las pláticas y consejos de mi hermana. Todo ese tiempo era Alexander.

Las lágrimas empezaron a fluir sin que yo pueda hacer algo más..."genial, hoy sería recordado como el torpe chillón".

—Le pedí a tu hermana que no te dijera algo. Yo solo quería saber que estabas bien y que te convertirías en un hombre de bien. Yo sonreí orgulloso, —soy un hombre de bien y soy un gay orgulloso y feliz. He vivido con dignidad así como tú vivías en ese momento.

Abracé a Alexander y de inmediato su cuerpo se convulsionó por el llanto.

Esta vez yo lo console.

Cuando paró sonreí divertido, hasta ahora en una era de tantos descubrimientos científicos fantásticos no existía aún algo que nos permita vernos lindos cuando lloramos delante de los demás.

Pasé mi pulgar por su pómulo izquierdo para limpiar las lágrimas.

—Vamos Urian, quiero que conozcas mi casa, pero te advierto que tengo un santuario para ti.

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