3. Voluntad quebrantada

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EVERLY

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EVERLY

El chico de cabello oscuro y piel exageradamente pálida me examinó con lentitud, centrando esos ojos grises en los míos con tal intensidad que temí soltar el cuchillo y quedar a completa merced ante él.

Después de unos agonizantes segundos, lució complacido y dio respuesta a mi pregunta:

—El juego es sencillo, tú te escondes y yo te busco. Fácil.

La perspectiva de correr hacia algún rincón de esta casa desconocida en busca de un lugar oculto no era muy buena. Pero tampoco lo era quedarme aquí con él y dejar que hiciera cualquier cosa conmigo.

<<Pero si me encuentra él ganará y entonces igual hará lo que quiera>>

El riesgo era la única opción. Aunque aún no sabía de lo que él era capaz de hacer.

Momento...

Sí sabía. Lo había visto con mis propios ojos. La chica en el suelo, junto a los pies de su asesino. La sangre rodeándola, los ojos desorbitados, enrojecidos de tanto llorar y gritar.

Sí, él podía ser capaz de volver a hacer eso. Y yo ocuparía el mismo lugar que esa chica rubia.

Mordí mi labio inferior y reprimí un insulto.

—Está bien, juguemos—acepté. Mi voz había recuperado un poco de estabilidad. Talvez el incierto panorama que me rodeaba había neutralizado una parte sensible de mi ser. Pero no debía confiarme, aún sentía un temblor en las rodillas y el corazón martilleando contra mi pecho—. Pero con una condición—añadí.

Él arqueó una ceja.

—¿Ah sí? ¿Y cuál sería?

—Suelta el cuchillo.

—Si lo hago, ¿tú también lo harás?

—No. Yo me quedo con el mío.

—¿Eso no es muy injusto, señorita de ojos aburridos?

—No.

—Ah, yo creo que sí. ¿No te da vergüenza?

—No.

—¿Y por qué tú sí puedes quedártelo y yo no?

—Porque es mi condición. Si no la cumples... No jugamos. Es sencillo—repetí en el mismo tono, igual que él.

Soltó una risita, levantó el cuchillo, hizo un movimiento rápido para que se elevara y lo tomó en el aire, justo de la punta, el lado más filoso. Luego, sin darme tiempo de reaccionar... Lo lanzó con fuerza contra la pared en la que yo estaba recostada, muy cerca de mí. Contuve el aliento cuando escuché el sonido sordo que causó al clavarse contra la dura madera.

Me volví hacia él y lo vi pasar una mano por su desordenado cabello negro antes de alzar las manos frente a mí en señal de paz. Su rostro ahora tenía una sonrisa de inocencia.

KLEIN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora