Reencuentro.

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     Así se originó el inicio de la profecía. Todo lo que hicieron, cada paso que daban, sus compañeros heridos y las miles de muertes conseguidas por la combinación de un sólo sueño: "Salir de las murallas", les llevó a la marcha incesante de los titanes destrozando el mundo y con ello, un recorrido de sangre, en donde el olor pútrido de la descomposición era reemplazado por el olor a carne quemada, así olía la libertad. Habían llegado al final, el último recuerdo del futuro que Eren había visualizado se sentía igualmente desalentador como la primera vez que lo vio. Inocentes por inocentes, genocidio completo que convertiría a los eldianos en los ganadores de un final inmemorable al convertirse en ese villano que había negado ser al comienzo. No obstante, ese monstruo logró el fin de su lucha, el peso de todas esas muertes se hacía más liviano gracias a la decisión de Mikasa, ahora cada soldado caído había tenido un motivo, no habían muerto en vano.

     ¿Ese era su fin?, era lo más probable, no podría sobrevivir luego que su cuello abandonara su columna vertebral por segunda vez, no sin Ymir respaldándolo, tampoco tenía recuerdos claros sobre lo que sucedió poco antes de morir, la explosión, los gritos, Mikasa y el silencio era todo lo que recordaba al respecto, blanco, negro, rojo y amarillo mezclándose mientras un dolor indescriptible le invadía, extendiéndose por todo su cuerpo. Murió sólo, pero aquello no le molestaba, había estado sólo desde el comienzo, desde que su padre le había dado su titán y había firmado su sentencia. Murió sólo pero ellos, sus amigos, habían sobrevivido, eso era lo importante. Cuando recobró su consciencia antes que sus ojos se abrieran, se dio cuenta que la vida tenía su propio humor negro, aquello debía ser el infierno, vida sin un propósito era ser sólo un cadáver andante.

     Lo primero que observó fueron los barrotes, aquellos viejos y oxidados palos de metal que rodeaban su celda, si no se sintiera tan muerto incluso se reiría, había olvidado que era reír desde hace mucho tiempo, cuando murió Sasha por su culpa lo demostró, aquella risa no podía ser considerada una, era tan sólo un reflejo de su agonía, de como su gente seguiría muriendo sin poder evitarlo, porque así estaba escrito. Lo segundo que notó fue el silencio, la paz de encontrarse en el presente sin que su mente bombardeara información sobre todos los estadios temporales uno encima de otro, una paz falsa y tan extremadamente extraña que ya no se sentía él mismo. Sus ojos se desviaron hasta sus extremidades magulladas, el punzante dolor ya no le hacía ni cosquillas, era sólo un recuerdo más de su existencia, sobre como había logrado sobrevivir cuando él era el que merecía morir al final, supuso que la muerte sería un castigo demasiado noble para él, quién lo mantenía vivo quizás pensó en ello, en como Eren ya no desearía vivir, estaba agotado de cargar con el peso del mundo, vivir entre el pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo, además de cargar con su justicia retorcida para finalmente tener que cargar con el peso de sus pecados.

     —Despertaste—. Una voz profunda hizo eco en su celda, retumbando en su pecho antes de perderse en el aire, aquella voz nunca sería difícil de reconocer. Aún así, sus ojos muertos permanecieron en el metal que rodeaba sus muñecas, aquella paz que había sentido se esfumó, tan efímera cómo un suspiro. Podía escuchar los gritos de las millones de personas aplastadas, justo como su madre había sonado antes de morir, se tomo el momento para pensar en ello, atormentándose silenciosamente con sus acciones pasadas, si aquel hombre quiso decir algo más, regañarlo, insultarlo o siquiera gritarle, se lo guardó para si mismo, pero eso no le impidió seguir hablando. —Eres un maldito luchador, Eren.

     —¿Por qué estoy vivo?—. Su mirada perdida se enfocó finalmente en la cara de su capitán, aquel rostro pálido casi completamente vendado exceptuando uno de sus ojos, no pudo pasar por alto que se encontraba en una silla de ruedas, lo cual lo hacía ver mucho más pequeño, dato que rápidamente se extinguió al ser irrelevante, detrás de sus lesiones seguía manteniendo su característica aura peligrosa, no existía nada en ese mundo que lograra que el hombre más fuerte de la humanidad se viera débil.

Reescribiendo nuestro futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora