||Parte Única||

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Araya no es mal tipo, ni siquiera es la mitad de irritante de lo que pensé que sería.

En un principio realmente creí que sería un estorbo en la misión, con su comportamiento ansioso y al parecer su poca sociabilidad, de la que yo tampoco poseo del todo, realmente juré que nada podría salir bien…  sin embargo, él era tan diferente a la que me plantee.

A pesar de parecer estoico y reservado, sin intención de socializar ni empatizar, él se preocupó tanto cuando hice mi jutsu de cambio de mentes que ni siquiera dejo que mi cuerpo tocara el suelo, como lo hacía Shikadai y Chōchō a veces.

—¡¿Qué haces?! — Grité nervioso, tratando de soltarme de su agarre, aunque él me dejó caer a penas le alcé la voz, asustado.

—¡L-Lo siento! I-ibas a golpearte. —Negó con las manos nerviosamente.

Araya era mucho más que un chico oculto bajo una máscara y con el tiempo comprendí que esa máscara ni siquiera era algo tan simple como su palabra.

—La uso porque la mirada de la gente me causa ansiedad…  no…  no puedo salir sin ella. Siento que me juzgan— Murmura apenado, pensando que me burlaría de él quizá.

Araya era un chico con un pasado y presente totalmente desconocido para gente externa de su equipo, su comportamiento y la razón de este no tenía explicación a los ojos de muchos, y por bastante tiempo para los míos tampoco.

—No tengo padres, ósea, si tuve alguna vez, pero no recuerdo nada de ellos. Supongo que eso influyó en mis relaciones porque nunca tuve la confianza suficiente para hablar con alguien y contarle mis inquietudes— Aún cuando la máscara tapaba su cara sabía que estaba mirando al piso para evitar mis ojos.

No era alguien que confiara mucho en la gente, ni que tuviera seguridad con esta en poco tiempo, por eso fui el encargado de entablar conversaciones sarcástica y supuestamente desinteresadas, las primeras cinco misiones hasta que él fue capaz de hablar primero.

—¿Tuviste un buen viaje?

—Si…  algo aburrido

—Oh…  que mal

Con el tiempo las cosas fluyeron mejor, ya sea con equipo entre medio o en una misión conjunta, a veces cuando lo encontraba en la aldea o él en la suya.

—¿Estas solo? —Preguntó un tanto tímido.

—Se supone que estaría con Shikadai y Chōchō, pero creo que ya se fueron con tus compañeros— Suspire con burla y resignación.

—Oh… 

—Si

—¿Quieres almorzar? Ó-Ósea no es que te obligue, es solo si te acomoda, si tienes otros planes no importa, solo lo dije porque me parecía buena idea y tal— Tropieza con sus palabras en un vómito verbal inducido por su nerviosismo, no solía ser él quien propusiera planes, pero no me molestaba.

—Esta bien—Interrumpí con una sonrisa imperceptible.

Poco a poco fui conociendo cosas que fueron impensadas para mi, desde la cultura de Sunagakure al acompañarlo a festivales o museos de arte, hasta sus técnicas y el posible movimiento que haría luego de una, y sobretodo su forma de ser, sus expresiones corporales, que en verdad fueron difíciles de leer en un principio al no verle la cara.

—¿En serio esta estupidez es una costumbre aquí? —Susurré incrédulo tomando el recipiente de cerámica.

—No es una estupidez. Desear algo es común— Se queja en un susurro, algo tierno de una u otra forma.

—No me refería a eso…  ¿realmente creen que funciona? — Alcé una ceja tomando el papel.

—Si.

—Está bien— Murmuré sin mucho convencimiento, escribiendo en una hoja mi deseo para luego introducirlo dentro del jarrón relleno de arena.

Desde bocetos compartidos hasta reconocimientos de zonas para los exámenes chunin, la química como pareja de misiones fue tan buena que no dudaban en colocarnos en las mismas y con el tiempo me acostumbre a él, y supongo que él también a mi.

—Sexta misión cumplida en un mes. Claramente tienen esta racha porque Araya fue mi alumno —Comentó vanidoso Kankurō.

—¡Hey! Si no fuera por mi no tendrían ni una— Me queje con soberbia, aunque ambos ya sabían que estaba bromeando.

Meses después ya teníamos la confianza suficiente para dormir en el departamento del otro, aún cuando nuestros equipos se alojarán en hoteles o en la residencia Nara, y ciertamente Shikadai tenía razones para burlarse disimuladamente cuando esto pasaba, no obstante contestaba esto con comentarios venenosos o indiferencia.

—Si quieres puedes dormir en la cama—Ofreció con incomodidad, se notaba tenso.

—Estoy bien con el futon, además ya me pasaste tantos edredones que de seguro ya parece cama— Bromee con intención de alivianar el ambiente.

—E-Es que las madrugadas son frías— Se justifica nervioso.

Si bien aún pasaba más tiempo con mis amigos de Konohagakure, Araya se mantuvo en mi vida como un punto fijo al cual acudir cuando estaba aburrido, feliz, desanimado, enojado, triste y hasta emocionado, aunque nunca se lo dije ni lo admití en voz alta.

—Iré con Tsunade-sama a Kirigakure para impartir cursos de formación en chunins— Comenté monótono, pero estaba emocionado por dentro.

Además, si Shikadai era amigo de Yodo y salían continuamente, y la gorda había empezado a acaparar el tiempo de Shinki, por qué yo no podía ser amigo de Araya y pasarla bien con él.

Shikadai me contestó una vez que era porque realmente éramos como la noche y el día, uno sumiso, silencioso, con pánico a decir lo que siente y nervios a flor de piel mientras que yo desbordaba seguridad, hablaba hasta por los codos cuando algo me disgustaba y no tenía miedo a la opinión externa.

De algún modo tenía razón, Araya era introvertido y yo solía obligarlo a abrirse al mundo exterior, pero eso no significaba que era extraño que formáramos una amistad, al fin y al cabo, la gente busca antónimos para hacer su vida más interesante.

Pero nuevamente el comentario fuera de lugar llegaba de vez en cuando, y la última vez fue de Boruto.

"¿No es Araya algo… irritante? Para una persona tan segura y directa como tú"

Y si bien quería mandarlo a la mierda con solo escuchar la pregunta, aquello me dejó pensando. Porque toda la vida odie a la gente insegura y que temía expresarse a viva voz.

Pero Araya.

Araya simplemente es genial, aún con todas esas cosas que ve como negativas y que el resto suele criticar.

Es genial cuando, a pesar de sentirse insegura, se enfrenta a todo.

Es divertido ver como se le caen las cosas cuando alguien hace un comentario vergonzoso.

—Si hablaras más de seguro tendrías más chicas tras de ti, y tal vez chicos también — Comenté al aire, ordenando mis pinceles.

El sonido de los cinceles cayendo me alertó. Araya los había soltado al intentar negar lo que dije.

Es maravilloso como se tensa por completo cuando le tomo de la muñeca o como tartamudea cuando estoy muy cerca.

—Idiota, te van a descubrir si sigues ahí— Susurré apretando más mi agarre en su mano, tirándolo hacia uno de los balcones para escondernos.

No habló, estaba muy nervioso para hacerlo y lo note.

Es interesante ver la forma en que sus manos tiemblan ligeramente cuando está a punto de preguntarme algo privado o como vacila y respira unas veces antes de hacerlo.

—Uhm— Por tercera vez carraspeo, manteniendo sus manos escondidas en sus bolsillos— ¿Estás saliendo con Shikadai?

—¿Qué? — Pregunté con diversión e incredulidad.

Araya es simplemente espectacular, con cada cosa que hace y dice.

Y yo simplemente no puedo negar lo bien que se siente su atención.

—¿Estas bien? Yodo me dijo que Shikadai le contó que estabas enfermo —Su voz sonaba tan preocupada por el otro lado, que mi corazón se derritió por un segundo.

—Si, solo es un resfriado común.

—¿Necesitas que te compre algo?

—Araya, estás a casi un día de viaje— Conteste con obviedad.

— C-Cierto, entonces puedo pedirte algo por internet y te lo envío a casa si necesitas— Se apresura a remendar su error, temblando ligeramente por vergüenza al no percatarse, supongo.

—No te preocupes, estoy bien.

Lo bien que se siente que me saluda cuando baja del tren o pasa cerca de la floristería, lo divertido que es ver como cada vez que pasa fuera de esta se tropieza con algo por ver la vitrina y como Shinki le mira con la ceja alzada.

Es admirable ver como se preocupa de los bocetos de sus marionetas, como busca que queden perfectos, como sus manos se mueven rápidamente y con seguridad sobre el papel, pero tambalean cuando se percata de mi mirada.

Me gusta cuando pinta garabatos en su libreta o cuando está tan concentrado en una misión que su pánico desaparece y su voz se vuelve más seria y confiada, cuando cruza miradas desde el otro lado de la habitación y cuando me pregunta si necesito algún insumo de Sunagakure para que me lo traiga la próxima vez.

Me gustan tantas cosas, tantas pequeñas características, rasgos y detalles que lo hacen él.

Pero sobretodo me gusta él…  aún cuando yo no le gusto.

—Si tanto quieres hablarle anda— Volteo los ojos con hastío fingido, ya acostumbrado a esto.

—N-No puedo hablarle a ella—Contesta nervioso, desviando su mirada del cúmulo de hojas que prontamente me entregaría para revisar— Me rechazaría enseguida, además después de que me venciera en los exámenes Chunin y viera mi engaño no creo que le agrade— Carraspeó incómodo y avergonzado.
Mueve sus dedos sobre la madera del escritorio disimulando su nerviosismo, pero lo conozco demasiado para desgracia de ambos.

—Nunca lo sabrás si no le preguntas, esto es estúpido —Resoplo aburrido, caminado hacía él para arrebatarle con delicadeza los informes.

Y aún así me niego a deshacer este vínculo, porque es lo único que realmente me ha hecho sentir…  especial, vivo… simplemente diferente.

Y tal vez temo no volver a experimentarlo otra vez.

—Cuando vayas a Konohagakure te ayudaré.

Pero me siento completo con solo tener tu atención y mantenerme dentro de tu tan cerrada y misteriosa vida, porque de alguna manera ya es un logro llegar aquí.

— No se acabará el mundo si lo haces ¿Confías en mí?

Y sin importar qué ocurra supongo que me sentiré feliz, porque tú lograrás avanzar y yo podré apoyarte como siempre.

—Si.

No era como yo pensé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora