Cap 1

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Kai

Lo recuerdo como si de ayer se tratase: 2 de Enero de 1986. Mi existencia estaba llegado a su inevitable fin. No aguantaba más, no encontraba ninguna razón por la que continuar este trágico camino. Me sentía solo, como un perro abandonado en mitad de una oscura y fría noche en la montaña. Ya no podía sorportarlo toda esta maraña de sentimientos, lo había intentado durante mucho tiempo, pero necesitaba que todo cesase cuanto antes. Necesitaba descansar tranquilo para siempre.

Esa misma agridulce noche, bajo la blanca luz de aquellas surrealistas farolas, determiné al fin mi destino. Deslicé suavemente la gélida hoja metálica a través de la muñeca. Noté el vulnerable dolor de como mi piel y venas se iban destrozando a su paso. Múltiples flashes acudían a la vez a mi mente, como si de una película se tratase: la muerte de mi padre, el abandono de mi única amiga, el repentino suicidio de mi madre. Por fin había decidido aceptar el destino que el mundo me había preestablecido. Tardé demasiado tiempo en darme cuenta pero ahora ya había decidido mi perfecto final, ya sólo me quedaba esperar sentado ese bonito y dulce tren de no retorno. Unas infrenables e incontrolables lágrimas empezaron a brotar en mis ojos a la par que el desmesurado cúmulo de emociones estallaba. Estaba roto por dentro, completamente destrozado, y lo sabía. Volví a sentir ese creciente dolor en la muñeca mientras el aire cogelado llegaba a mis pulmones como dagas atravesandome el pecho.

Rojo, todo lo que veía era rojo. Muchísimo rojo. Rojo en mis manos, rojo en mis muñecas, rojo en el suelo. No lo negaré, ya había asumido que estes iban a ser mis últimos momentos, el principio de mi final, hasta que te vi. Fue la primera vez que nos mirábamos. Hasta en ese momento parecía que delumbrabas con cada paso que dabas por esa acera de Shibuya. No se si te acordarás de ese momento en el que nos lanzamos esa agónica mirada. ¿Lo recuerdas? Fue justo mientras corrías a salvarme, mientras intentabas que me agarrase al único hilo de luz que conservaba.

- Déjame, no hay nada que puedas solucionar aquí - te dije agotado por la gran pérdida de sangre.

-NO TE VOY A DEJAR AQUI - dijo el muchacho mientras agarraba mi reciente herida.

-Nunca me atreví hasta hoy, ahora vete y dejame descansar sin remordimientos - confesé con el último aliento que conservaba mientras marcabas al 911.

Aún mientras me decías que no lo hiciese, cerré los ojos. Me dejé llevar por aquella agitada calma que me invadía mientras tus gritos quedaban cada vez más hundidos en el lúgubre pasado. Al fin y al cabo, de una forma más violenta o tranquila, todos vamos a ir al mismo sitio. O eso pensaba. Ese fue el día en que te conocí, me cambiaste la vida.

Gracias por salvarme Elio.

Gracias por todo Elio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora