Cap 2

32 1 0
                                    

Kai

Me desperté exaltado, con un gran dolor invadiendo todo mi cuerpo. Parecía que todo había sido un inconmensurable a la vez que efímero sueño. Miré a mi alrededor, no reconocía esas paredes, ese suelo, la bata celeste que tenía puesta. ¿Donde estoy? ¿Donde está el chico de ayer?

Al instante noté algo en el brazo, justo en el brazo que yo mismo había destrozado con aquella dichosa hoja metálica. Era un tubo de plástico que conducía a una bolsa de suero transparente. No lo había conseguido, ni acabar conmigo mismo puedo. Me levanté de la cama dolorido y salí al pasillo.

Mientras más me iba acercando a la puerta, más se me helaban los pies al entrar en contacto con las frías baldosas del suelo. Un sentimiento de malancolía empezaba a expadirse dentro de mí. Con el pesado ambiente del lugar, el olor a utensilios médicos y el ansioso silencio se creaba una apática situación.

Me asomé por la gran puerta marrón claro de mi habitación. Primero por la esquina derecha, después por la izquierda. Ni una sola apenada alma recorría el largo pasillo.

Salí a buscar a alguien. Empecé andando despacio, subiendo lentamente el ritmo. Cuando me di cuenta ya estaba corriendo desesperadamente. Intentaba aferrarme a algo que me sacase de este atormentado sinvivir. Unas malditas y ácidas lágrimas estaban empezando caer por mi cara, dejando un agrio escozor a su paso. Me ahogaba. Mi alma intentaba escapar de esta jaula llamada cuerpo. Volvía a recordar todo. Te necesitaba extraño. TE NECESITO.

- POR FAVOR AYUDA - grité entre lagrimas y desespero con todas mis fuerzas.

- AYUDA POR FAVOR - repetí entre sollozos a la vez que mi voz se iba apagando cada vez más.

No sabía que hacer, me acosté en el suelo y cerré los ojos. Empecé a llorar lleno de una sensación de desprotección y agobio en el pecho. ¿Por que tengo que ser así? Me odio, desearía haber muerto en aquel mismo instante.

Nada más decir esas palabras en alto noté como unos cálidos brazos me rodearon por la espalda. Los reconocí al instante. Una confluencia de emociones empezaron a nacer en mí a la vez que otras desaparecían. No tenía palabras, no sabía que decir.

Aún abatido por todo me levanté apoyado en él. No sabía que decir, únicamente seguí mirando hacia mis pies desnudos e indefensos hasta llegar a la habitación.

Entramos a la habitación cerrando la puerta atrás nuestro. Me tumbó ligera y cuidadosamente en la cama. Sengundos despues se sentó en un sillón de tono azulado delante.

- Gracias - dije entre leves murmuros mientras jugaba con los dedos de mis manos, preso de la cobardía que había experimentado.

- No te preocupes. Me llamo Elio, tú? - dijo con una humildad y una dulce sonrrisa que nunca podré olvidar. Se veía perfecto. ¿Por que alguien así es capaz de hablarle a una desgracia como yo?

- Soy Kai - dije todavía de un modo muy tímido. Me sentí avergonzado, no sabía que hacer ni decir despues de aquel momento. Creo que él llegó a notarlo, pero no mencionó nada al respecto.

- Te prometo que estaré aquí todo el tiempo pero ahora descansa, es muy tarde. Te sentirás muchisimo mejor, solo créeme.

Miré el reloj de la habitación, marcaban las 4:57 am. Me tumbé y cerré los ojos. Quedándome dormido casi al instante.

No lo recuerdo mucho sinceramente, pero aún tengo unas vagas visiones del sueño de esa noche. Estaba con Elio. Solo hablabamos de cosas insignificantes pero con eso bastaba. Me sentía lleno después de mucho tiempo. Ese frío hueco en mi pecho se había llenado al fin después de tantos años. Me sentía aliviado. Me sentía demasiado feliz.

Gracias por cuidarme aún siendo un desconocido

Gracias por todo Elio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora